“Eva Man, la máquina del amor”, con la excusa de mostrar
sexo entre transexuales en todas las variantes (travelo con chica, travelo con
chico, travelo con transexual operado…) introduce en su argumento una serie de
tramas, que de no ser por lo decadente y sórdido de las asquerosas escenas de metesaca, y la siempre inquietante presencia del transexual operado Ajita Wilson (vista en cientos de películas; de Jess Franco, junto a Andrés Pajares en pelis
de Mariano Ozores, etc..) serían hasta simpáticas.
Un hermafrodita es estudiado por un científico, que le opera
para que tenga una vagina completa, y un pene completo, aunque su presencia
física sea de mujer. Observa que como tal, goza cual verdadera zorra (así, literal lo dicen en la película) y como macho, revienta
coños. Por otro lado le ha colocado un dispositivo en el vientre al que
denomina “Sexmaker”que proporciona potencia sexual mixta, es decir, que vale
tanto para machos como para hembras. Un individuo megalómano, que de tanto
follar con su mujer ya no se le levanta, intentará hacerse con ese dispositivo
por todos los medios.
La película nace en 1980, justo cuando el cine “S” está
dando sus últimos coletazos, y ya se vuelve de lo más rebuscado en sus
propuestas, con lo cual vemos el rabo del transexual Eva Robins cada
dos por tres, con el shock que eso supone, y más cuando de primeras, cuela que
la Robins sea una mujer.
Coproducción hispano-italiana entre el mecenas Bermúdez de
Castro, autentico descubridor de la Wilson en este país, y otra productora
Italiana, en la que podemos ver rostros conocidos de secundarios, tanto
españoles, como Italianos.
Como la mayoría del
cine “S”, el valor cinematográfico de la
película es nulo. No solo es sucia, aceitosa y decadente (mientras la ves,
huele a mierda) sino que además, como
pasaba con casi todas sus coetáneas – con algunas excepciones- es
horrorosamente aburrida.
Lo único destacable es que en la actualidad, se considera una
película de culto entre el público transexual, lógicamente, que la busca
desesperadamente. Para su alegría, alguien ya la ha colgado en la red… así que
esas tías, que se toquen el rabo a gusto.
Dirige el engendro de Satanás Antonio D´Agostino, que lo
mismo servía para un roto que para un descosido, y que en muchas ocasiones le
gustaba firmar sus mierdas más infames con el pseudónimo de Richard Bennett.