Y es que más allá de sus ojos torcidos y salidos de sus
órbitas (rasgo físico este que Feldman explotó hasta el día de su muerte, que
por cierto, esta fue debida a un empacho de marisco
envenenado…), causado por una extraña enfermedad de origen tiroideo, o de sus
películas a las ordenes de Mel Brooks, no le veo la gracia al señor Feldman. Como prueba de
ello está “El Eroticón”, estúpido título español para una película que en el
reino unido se llamó “Every home Should have one” o “Think Dirty” en los USA.
Súper mal explicado, cuenta la historia de un publicista que
al ver como las ventas de un producto llamado “Porridge” descienden, decide
hacer una serie de spots con cierta carga erótica para ver si aumentan. Pero se le echan encima la iglesia, la fundación contra la suciedad en
televisión, e incluso su propia esposa con la que ni siquiera puede hacer el
amor.
Y si se supone que es una comedia, no me reí ni una vez. Si es de corte erótico, apenas se ve una
tetilla, y si es de Marty Feldman (de hecho, su primera película), la verdad,
no le encuentro tan gracioso ni tan brillante como para que enamorara a medio mundo.
Y es que la película es muy “British”, muy de corte humor
Inglés, pero en su faceta más políticamente correcta, con lo que critican a la
iglesia conservadora y a la ultra derecha, pero sin provocar ni faltando al
respeto, de una manera muy sutil. Y por supuesto, sin transgredir ni un ápice.
A su favor diré que está montada con brío y que es deudora
del “slapstick” en cuanto a que las situaciones ocurren a 300 por hora. En
contra diré que es tosca y fría, y que es la cosa más aburrida que me he
echado a los ojos últimamente.
Sin embargo, puedo deducir donde radica su supuesta gracia y el que tenga cierto culto: Se ve
que, rodada en 1970, estuvo prohibida en no se cuantos países,
incluido España (Franco estaba vivo, y esta película era un ataque directo a la
iglesia católica). No se estrenó en nuestro país hasta que el generalísimo
falleció. Y en plena transición, en 1977, ya se quedaba anticuada,
así que fue lanzada, por un lado para aprovecharse de la popularidad de
Feldman y, por otro, para sacar jugo del destape y el cine clasificado “S”. De ahí, el
horroroso y engañoso título español, más propio de una italianada de la época, que de una
fina comedia británica.
Por lo demás, un autentico coñazo.
Dirige la cosa Jim Clark, que tuvo una discreta carrera como
director, para luego ganarse el “porridge” en Hollywood, como montador.