miércoles, 25 de septiembre de 2013

DON QUIJOTE DE ORSON WELLES

Es curiosísimo el caso de “Don Quijote de Orson Welles” al que, sin duda, deberíamos llamar “Don Quijote de Jess Franco”.
Remontémonos a los años 50. Un canal de televisión encarga a Welles un mediometraje sobre el personaje creado por Miguel de Cervantes. El canal, con la cinta a medio rodar, decide que ese material es una mierda y aborta el proyecto, pero Orson Welles, sobrevalorado director clásico y excelente actor en  filmes europeos de serie B, obsesionado con España y su cultura popular, decide seguir con el proyecto, pese a que ningún estudio quiere respaldarlo y tiene que autofinanciarse él mismo.
Y aunque influyentes amigos como Frank Sinatra aportan cantidades para su financiación, Orson, como bien le contaba a Ed Wood en la fábula homónima de Tim Burton, cada dos por tres se quedaba sin un duro, con lo que paraba el rodaje.
La película, además, era del todo rara e inconexa… no había guión, los actores improvisaban y trasladaba a los protagonistas a la época contemporánea (es decir, los 50), por lo que la cosa parecía ser un alocado “spoof” en el que vemos al Quijote yendo al cine o atacando a una joven que va montada en una vespa.
Pasan los años,  y pese a que los actores van envejeciendo, Welles rueda los fines de semana material para su proyecto, sumando horas y horas de metraje, y acumulando película de 16 mm., 35 mm., gastando ingentes cantidades de dinero, para una obra que casi seguro jamás verá la luz. La obra de un loco.
En plenos ochenta, Welles no ha terminado la película y el material acumulado es un caos, y poco más que una porquería – a juzgar por el reciente visionado- que antes de fallecer queda en manos de la mujer de Welles.
Una vez muerto Orson Welles, entra en escena Jess Franco y hace con el material de este lo mismo que ha hecho Antonio Mayans con el material que Franco dejó filmado  antes de morir para “Revenge of the Alligator Ladies”: completarlo y estrenarlo.
Para ello, y con la ayuda de un productor, Franco compra el material que está en poder de la señora Welles. Como ahora le pertenece, decide montar el largometraje, obviando absolutamente  los anteriores montajes de Welles, lo que se traduce en mayor incoherencia y un uso de los filtros y las transiciones de video absolutamente demencial (y muy Franquiano), a la que añade imágenes clásicas del propio Welles, en sus estancias (misteriosas, raras y desperadas) en nuestro país.
Aprovechando que la prensa en este país la dominan una panda de ignorantes indocumentados, que existen porque de todo tiene que haber en este mundo, y sabiendo del amigo Franco, únicamente, que trabajó con Welles como segunda unidad en “Campanadas a medianoche”, se crean unas expectativas que no se cumplen y durante su estreno en el festival de Cannes la película sufre abucheos y silbidos, puesto que el académico público del festival no está acostumbrado a las extravagancias de Franco.
Bien, vista la película, he de decir que, efectivamente, he flipado con las transiciones de vídeo noventeras, los insertos y demás parafernalia, y el enloquecido y torpe montaje de Jess Franco (según los créditos, ejecutado por Lina Romay…), pero también, hay que decir que todo el material filmado por Orson Welles es una mierda.
El tío Jess se limita a montar con cierto orden y dotándolo todo de un ritmo frenético que, para nada, es propio de su cine, un montón de planos que junto a un doblaje no muy acertado en la sincronía y una voz en off que nos va explicando lo que no está rodado y no podemos ver, van construyendo una historia lo más parecida a la del Quijote que se pueda montar, teniendo en cuenta los anacronismos y el montón de filtros y gilipolladas que mete Franco, creo intuir, que porque a la vez que monta, experimenta con el  programa de edición.
Ergo, Jesús Franco, de manera siempre sui generis, lo que hace es coger una cinta muy añeja y dotarla de cierta modernidad. El resultado es una ful, pero porque lo que rodó Orson Welles también lo es, no por el montaje de Franco, que no es para nada ortodoxo, pero sí muy eficaz. Y desde luego, dejando en el revoltijo impronta de “auteur”, porque a pesar de las velocidades, efectivamente, se nota que tras ello está Jess Frank.
Bueno, una curiosidad y una buena muestra de la cara dura del tío Jess, que se lo debió pasar pipa montando aquello.
No pasa nada por echarle una ojeadilla.