En nuestros video-clubs se vendió como una “Teen Movie” al
uso (nada más lejos de la realidad, esto sería un melodrama un tanto amable)
con el título de “Cuidado con el bañador”, haciendo un alarde de esa mentalidad
“Explotaition” que se marcaba en la edición videográfica aquellos días. Pero
cuando un par de años después se pasó por televisión, lo hizo con el título de
“Fabricante de estrellas”, más adecuado, pero que tampoco hace justicia al
original que es “Swimsuit”, o lo que es lo mismo, traducido, traje de baño.
Cuenta la historia de un comercial, que en su afán por hacer
un anuncio para una conocida marca de bañadores, convencerá a la jefa del
tinglado para reclutar a los chicos y chicas más guapas de la zona para que
hagan de modelo. Sus líos de faldas entre ellos, y mostrado todo de una forma
muy blanca, forman el grueso de la película.
No tiene absolutamente nada destacable –ni denunciable- más
allá de comprobar in situ lo malísimo actor que es William Katt, y la manía que
tiene de hacer, cuando termina las frases, como que tiene la boca con restos de
comida y que se los quita con la lengua. Eso, y mover las manos descompasadamente todo el tiempo.
Es un producto tan mediocre, que ni tan siquiera se como es
que se ha ganado la reseña.
Quizás sea para dejar constancia de algo que estaba en las
estanterías de aquellos recintos que tanto frecuentábamos, y que como
comprobarán por la carátula, era de lo más habitual en estos. Por lo demás,
nada.
El director, Chris Thomson, es otro currela igualmente
mediocre cuyo currículo lo inundan “T.V. Movies” insustanciales y capítulos de
teleseries sin la más mínima repercusión ni éxito.