Lo que tienen en común todas ellas, es el barato presupuesto
y el que son, absolutamente todas,
un absoluto coñazo, más malas imposible. Pero creo que la segunda se lleva la
palma. Y es que no tenían presupuesto para irse a rodar a alta mar, así que se
traen al tiburón agresivo que da título a la película, a un puerto pesquero en ciudad del Cabo.
Resulta que una manada de tiburonas preñadas tratadas
genéticamente, da a luz una serie de tiburones que al crecer, se vuelven
tremendamente violentos y se comen al personal. En una de estas que la hermana
de una de las víctimas de uno de estos escualos, se persona en la piscina dónde
está recluido uno de ellos, que a su vez está siendo estudiado, con la
intención de matarlo, con tan mala
suerte que el encargado de tenerlo allí,
no le deja a ella acabar con ese demonio (del mar).
La mala suerte se sigue cebando con nuestros protagonistas,
cuando en una exhibición, en un acuario, el tiburón se escapa de la piscina, se
vuelve al puerto, y se comerá solo a aquellos que pretenden darle caza.
“Shark, el demonio del mar”, es tremendamente graciosa, pues
aquí los Israelíes responsables de “Nu Image”, lejos de gastarse un dólar,
deciden solventar las necesarias intervenciones de los tiburones de las
siguientes maneras: Imágenes de archivo de documentales, un tiburón de plástico
que no da el pego ni para detrás, utilizado en planos concretos C.G.I. de
tercera, borroso y en escenas nocturnas para que se note menos lo mal hecho que
está, y montar las escenas de acción con planos tan cortos, que nunca
consigamos ver nada, eso si, derramando grandes cantidades se sangre en el agua
para que intuyamos la masacre. Todo ello muy gracioso.
Si todo este rollo “tiburonil” de cuarta categoría no fuera
suficiente, hay que añadir que las mayores cotas de diversión nos las ofrece
con su “interpretación” el protagonista, Thorsten Kaye que ahí donde le ven,
tan guapete, es incapaz de actuar sin borrar de su rostro ese rictus de estar
sonriendo como un “Dirty Fresh” cualquiera (chiste privado), incluso en los
momentos más dramáticos y/o de tensión. Así que imagínense un héroe, un caza
tiburones en toda regla, con cara de chiste a cada segundo.
Pero no se engañen, aunque todos estos elementos sean a priori atractivos, la película es mala
a más no poder, y lo que realmente abunda son los momentos de diálogos eternos
en los que los actores parecen retrasados mentales, y el aburrimiento eterno.
Con todo, resulta un título muy curioso de una saga muy, muy curiosa, y de
inexplicable (y relativo) éxito.
Dirige David Worth, directorcito de mierdas alimenticias,
que cuando no está dirigiendo está cogiendo la cámara en producciones más
gordas, y que dentro de esta saga dirigió la siguiente, “Terror en el abismo” y
productos sin relevancia alguna ni en este, ni en ningún otro campo.