Thriller de corte Satánico en el que predominan un ritmo
desesperanzadoramente lento, una serie de conversaciones interminables que
comprenden el 85% del metraje, un erotismo forzado a más no poder y un aburrimiento solemne.
La gracia está en que esta película es consecuencia del
éxito de “Waxwork: Museo de Cera”.
Gracias a esto, sabedora la “Vestron Pictures” que, en los parámetros en los
que ellos se movían, el terror era una baza Segura, y teniendo en cuenta que
producían este “Reto al diablo” que en realidad se trataba de un thriller que
en ningún momento quería juguetear con el terror, escrito por el prestigioso
Phillip Yordan (que ya había perdido el prestigio y ya había participado,
directa o indirectamente en el guión de “Noche en el tren del terror”) y
dirigido por Camilo Vila, destrozaron la idea original inicial, pasándose por
los cojones el material rodado, y encargando a
Bob Keen, por entonces en la nomina de “Vestron”, rodar material
adscrito al terror, confeccionando un final espectacular con unos cuantos
demonios de látex y un poquito de Gore,
para vender la película a su público potencial, previa negativa del director a
rodar toda aquella majadería.
Imagínense la gracia que le haría a Camilo Vila, ver todos
esos muñecajos enfrentándose al cura protagonista.
Y aunque, exceptuando el final, el resto del metraje no fue
alterado por la “Vestron”, lo cierto es que da igual ese final lleno de demonios y excesos; la
película es una pedazo de mierda de manera original, con insertos, o como
cristo la fundara, que Camilo Vila lo que quería hacer era un “El corazón del
Ángel” y no le sale ni a la de tres, así que no pasa nada. Así al menos, queda
un producto absurdo.
Como en principio se trataba de hacer algo respetable, el
casting está lleno de nombres prestigiosos como puedan ser los de Trevor Howard, que moriría al finalizar el rodaje, Ned Beatty o Ben Cross, quizás un
poco menos prestigioso que los otros.
Por su lado, Camilo Vila, pese a sus pretensiones, no ha
hecho más de dos o tres películas, que además, para más inri, son igualmente
unas caquitas infames.
Con todo, la película llegó a nuestros cines, con una
campaña de publicidad acojonante para un producto de estas características. El
horroroso póster estaba en todas las revistas, en todas las marquesinas, y en
todas las putas partes.