jueves, 17 de abril de 2014

ASALTO SIN LÍMITE

Me resulta muy curiosa la carrera del director Russel Mulcahy, tan capaz de hacer una obra de entretenimiento muy visible, como de hacer una pestecilla para televisión de lo más lamentable.
Después de hacer mogollón de vídeo clips para las estrellas pop más famosas del momento, se convirtió en un cotizado director con “Razorback: Los colmillos del infierno” para pasar directamente a dirigir una película que, aunque a día de hoy podamos cuestionar su calidad, hay que reconocer que se trata de un icono de la época como es “Los inmortales”, todo un éxito que, convertida en saga, la segunda entrega ya era un tostonazo de aúpa. Y se puede decir que ahí comenzó el declive de lo que en un principio parecía un prometedor talento. Consecuencia de “El silencio de los corderos”, intentó otro éxito con “Ricochet”, que aún con cierta repercusión, no fue el éxito que debería ser. Después deambuló sin pena ni gloria por pequeños títulos de acción, hasta que volvió a intentar un “rompe-taquillas” con “La Sombra”, y lo que consiguió fue hundir su carrera en el lodo. A finales de los noventa, rueda dos títulos “explotation” para fin de milenio como puedan ser “La sombra del faraón” para chupar del frasco de “La momia” o “Resurrección” con su amigo Christopher Lambert y haciendo lo propio con “Seven”, esta vez haciendo un calco de esta más cercano a la vergüenza ajena que a otra cosa.
Después su carrera se vio inmersa en una vorágine televisiva – de la cual es fruto la peli que nos ocupa- para, esporádicamente, volver al mainstream de la mano de cosas como  “Resident Evil. Extinction” o al videoclub más especializado con la muy maja  Give em´ Hell Malone”.
Si no es curiosa esta carrera, no se cual lo es.
El caso es que ser un director que sabe desenvolverse, como fuere, en películas de gran presupuesto, le confiere la facultad de, cuando hace una “T.V. Movie” como este “Asalto sin limite”, sacarle el máximo partido al ritmo, presupuesto y entorno televisivo, con lo que en esta ocasión tenemos un telefilme que, siendo malo y pestoso como es, al menos es altamente entretenido. Es más, yo diría que es superior a muchas de sus películas más gordas. Si es cosa del azar o del buen hacer eso ya sería otro cantar.
Cuenta la historia de un individuo que roba coches con una solvencia absoluta. Y como los roba muy bien, toma contacto con unos mafiosos que le encargan robar una serie de coches, entre ellos, un prototipo. Mientras cumple su cometido, una banda de “Gangstas” le tocará las pelotas. Pronto el espectador verá que el ladrón de coches, en realidad está metido en todo este rollo por un trato con el F.B.I, que no voy a desvelar por si les pica la curiosidad de verla.
Una película televisiva, sin duda, consecuencia de “A todo gas” destinada al mismo tipo de público y con similares intenciones, solo que, con mucho menos dinero de lo que costó la otra, con actores mucho menos carismáticos que esa, y con una trama, sin duda, mucho más discreta, consigue resultados infinitamente más óptimos, si no en los artificios, si en las cotas de entretenimiento, porque lo cierto es, que mientras que esta me la comí del tirón, dejándome un buen saborcillo de boca, cualquiera de de la saga “Fast & Furious” no aguanto ni cinco minutos. Y con directores, en teoría, mucho más solventes que el irregular del Mulcahy.
En el reparto, destacamos al prota, el video clubero y televisivo Eric Palladito, y como mafioso malvado, raro y desperado tenemos a Michael Madsen, que ha pasado de ser un Harvey Keitel del nuevo mileno, a ser un habitual de todas las roñas segundonas que pueblan el basto entorno de los video clubs. Una pena.
En cuanto a la peli, ya les digo, entretenidilla. Quizás más de lo esperado.