En la lerda España de los 90 existía una costumbre entre el fandom, surgido a raíz del aborrecible "boom" del gore y demás, que consistía en interesarse por cualquier tipo de película, siempre y cuando sus fotogramas viniesen bien repletitos de sangre e higadillos. No importaba que fuera terror, comedia, drama, cine experimental o arte y ensayo. Si llevaba gore, molaba. Naturalmente todo se quedaba ahí, lo demás, cualquier otra cualidad, les importaba un huevo. Por un lado eso estaba muy bien, pero por otro muy mal. Buenos títulos quedaban totalmente desvirtuados. Y se puso en el pedestal a directores que no lo merecían. Elementos que hacían sus películas pretenciosas e intelectualoides cargadas de imágenes tan chocantes como gráficas y, en un notorio alarde de poca honestidad, evitaban reconocer y aceptar que su popularidad se debía a ello. Soñaban con que el mérito perteneciera al contenido "serio y profundo". Si, ya, mis cojones.
El caso expuesto se triplicaba si añadíamos una característica más a la ecuación, que el producto viniese de las germanias. Eran tiempos en los que el llamado ultra-gore Alemán se lo comía todo, y si en un bando teníamos a los anticristos del buen cine como eran (y son) Andreas Schnaas y Olaf Ittenbach, por otro estaban aquellos con más pretensiones artísticas, como Jörg Buttgereit, a los que les jodía que les metieran en el mismo saco que "Violent Shit" o "Black Past", pero tampoco hacían nada para evitarlo porque, en fin, ¿a quién le disgusta tener fama y aceptación aunque sea equivocada?. Siempre me sorprendió que el gore-fan medio opinara favorablemente de algo tan arty y pomposo como "Der Todesking". Que sí, que tenía una escena de castración, aunque solo duraba unos minutos y era el único material realmente explícito de toda la función. Incluso los hubo que, viniendo de esferas más artísticas, ajenas al cine y al gore, se subían al carro intentando sacar provecho, rodando sus propias películas sangrantes que eran abrazadas con pasión y entusiasmo por el mismo público que, en pose contra-cultural, abominaba de todo lo que oliera a arte. Así de pavo era el deglutidor medio, que aceptaba de buen grado que le tomaran por imbécil siempre y cuando le llenaran la boca de tripas, chicha y líquido rojo.
Uno de esos "auteurs" bendecidos/perjudicados por tan estúpida e irritante moda fue el -¡¡oh, sorpresa!!- alemán Christoph Schlingensief.
Proveniente del mundo del teatro y las performances, el amigo Schlingensief se había forjado una fama de provocador y "enfant terrible" que arrastraba a todos los festivales a los que acudía con sus mediometrajes de factura tosca, cruda y feista rodados en 16mm y que casi siempre eran recibidos entre el amor y el odio por unas escandalizadas plateas. Cineasta desde chavalín, y propietario de esos curriculums tan fascinantes en el folio pero tan temibles a la práctica (poseía una película únicamente compuesta a base de tomas falsas de otra previa), era tan fan del cine más prestigioso (el inevitable Fassbinder), como del "exploitation". Dio en la diana el día -de 1990- que se le ocurrió remakear a su manera "La matanza de Texas". Más que un remake se trataba de una parodia, pero no una cualquiera, ni mucho menos, una que servía como mera excusa para aquello que suelen hacer los artistas provocativos, soltar un discurso político en forma de sátira, en este caso sobre la reunificación de las Alemanias.
Una chica rubia de lo más guapa mata a su marido (en realidad una de las actrices que veremos más adelante, conscientemente mal caracterizada de hombre) y huye. Cruza la frontera hacia el oeste con el fin de encontrarse con el salido de su amante. Juntos, y tras un intento de violación, son atacados por una bizarra familia de tarados cuya especialidad consiste en matar a los visitantes del otro lado de la frontera y convertirlos en salchichas. Se llevan a la chica, pero esta se enamora de uno de los integrantes de la familia, que le corresponde y... bueno, aquí ya la cosa se desmadra tantísimo que seguir contando la no-trama carecería de tanto sentido como ella misma.
En el lado bueno tenemos, inevitablemente, el look de los 16mm, la cámara en mano, esa iluminación a base de tambaleante focazo directo a los actores, los efectos especiales consciente y voluntariamente toscos, caseros y bien lejos de todo lo que signifique técnica (dicho de otro modo, si la sierra corta un brazo, nos meten un jamón sin disimular lo más mínimo que se trata de eso, un jamón... cosa que me parece adorable, pero que desde buen principio alienará a todo gore-fan acostumbrado a los Tom Savini de rigor), los escenarios donde se desarrolla todo (casi siempre una vieja fábrica abandonada), el delirio y el caos, las ideas absurdas y surrealistas (como ese cuerpo partido por la mitad que canta o ese otro al que, por mucho que atraviesen con la sierra una y otra vez, nunca fallece), los diálogos y las acciones sin sentido (la especialidad de Schlingensief son las interpretaciones histéricas a base de berridos disonantes) y, rizando el rizo, el final, una salida que yo mismo he explotado en mis indigestiones audiovisuales y que me encanta: un actor se cansa de aullar y, consciente de que ha terminado su "speech", mira a cámara con mueca de agobio buscando el "corten". Que el director deje ese plano del careto antes de que salgan los créditos me parece brutal.
Peeero, y a pesar de lo expuesto, algo malo pasa con "Das deutsche Kettensägen Massaker" (traducible a "La matanza Alemana de la sierra mecánica"). Tiene todos los ingredientes estéticos y plásticos para fliparme, incluso el hecho de que sea tan cortita (63 maravillosos minutos), pero en cambio no me fascinó, ni me alucinó, ni me dejó con la boca abierta. Tampoco me inspiró. Más bien me aburrió y me pareció una soberana tontería. Creo que se debe a que todo aquello que juguetea con cuestiones políticas me suele crear rechazo y antipatía. Estás utilizando lápices de colores y trazos infantiles para sermonear sobre algo tan aburrido, tan complicado, tan subjetivo y tan "de mayores" como la política. Tio, eso no mola. Tal vez necesite verla más veces para que despierte en mi el entusiasmo. I don´t know.
Las copias ilegales y en versión original (es decir, Alemán puro... ¿a quién le importaba entender los diálogos siempre y cuando hubiese sangre a porrillo?) de "Das deutsche Kettensägen Massaker" corrieron de mano en mano entre el fandom (la que he visto yo llevaba subtítulos en inglés, y eso lo pillo bien). Y, claro, pasa lo que pasa, a Christoph Schlingensief nadie le hacía ni puto caso -fuera de las corrientes artys- hasta que jugó con un clásico del terror y con el gore. Así pues, ganado un nuevo sector del público, quiso repetir la jugada con otra movida más o menos parecida de gráfico -y molón- título, "Terror 2000", pero esta vez no coló y ningún gore-fan más volvió a interesarse por lo que tuviese que decir y filmar el tipo ese del apellido raro.
El rostro del reparto que más destaca es el del famoso y carismático Udo Kier, actor por el que siento especial simpatía, amigo de Schlingensief (actuó en varias de sus películas) y que, pal caso, se marca tal vez la mejor escena, interpretando (si no contamos su breve aparición como Hitler fantasmagórico, referencia a un trabajo previo del actor con el mismo director) al benjamín de la familia caníbal en un alarde de locura e histrionismo sin igual. Eva-Maria Kurz es la que se marca el doble papel tío/tia y en su filmografía encontramos roles en películas de otro "enfant terrible" del cine Alemán, Rosa von Praunheim, y en ¡¡ups!! dos obras de Jörg Buttgereit, "Der Todesking" y "Nekromantik 2". Todo queda en casa. Por lo demás, sé que Christoph Schlingensief solía currar con actores de la cantera Fassbinder, pero así a simple vista no reconozco ninguno, ni me apetece ponerme a investigar, oiga, ¡que no cobro por hacer esto!.
Pasada la tormenta, Schlingensief siguió rodando sus excéntricas películas, fiel a su manera de entender el séptimo arte pero cambiando el celuloide por vídeo... perdón, por digital. Desafortunadamente, abandonó nuestra dimensión el año 2010 por culpa del cáncer y con tan solo 49 tacos.
En cuanto a "Das deutsche Kettensägen Massaker"... pues no sé muy bien qué decir, de momento dejémoslo en curiosa. Dentro de cinco o diez años tal vez lo intente de nuevo y, en fin, veremos qué pasa entonces.