Es por eso que a principios de la década pasada, con el
nuevo sistema domestico para ver cine, pasó un poco lo que en los años ochenta.
Aparecieron de debajo de las piedras montones de pequeñas distribuidoras que
traían a los estantes, sus “Direct to vídeo”. De 2000 a 2009, más o menos,
salieron al mercado montones de títulos destinados al ámbito del DVD, en su
mayoría de terror. Pequeñas ponzoñas que hacían la visita al videoclub, sin
duda, más deliciosa. Productoras como la “Nu Image” salen de este segundo boom
del vídeo club, al igual que sellos ya desaparecidos como “Luna Nueva” o “Big
Time” o… que se yo. Localizar estos DVDs a día de hoy en tiendas de segunda mano
o en rastrillos, es un autentico placer para mí, porque bien es cierto que
conseguir cualquier joya del VHS ochentero es relativamente fácil en Internet,
debido a la nostalgia, el coleccionismo, e incluso, el esnobismo hay cientos de
usuarios montando y ripeando esos títulos. En cambio, estos de la década de dos
mil, si, se pueden encontrar en la red, pero por norma general, con más
dificultad.
Esta introducción viene a cuento por que la película que
paso a reseñarles (y la película, quizás, sea lo de menos) pertenece a los años
de ese segundo boom, y está concebida como película para ser alquilada en aquellos
casi extintos recintos, además de haberla adquirido recientemente y a un precio
de risa en un rastrillo.
Se trata de un “Slasher” línea sobre natural –es decir que
mantiene la estructura del “Slasher”, pero el asesino, al igual que Freddy Kruegger, no es un señor con máscara, sino un ente sobrenatural- dirigido por un pequeño artesano de los
efectos especiales que en este blog nos cae muy bien y que responde al nombre de John Carl Buechler, creador de los
“Ghoulies” y director de cosas como “Troll”, “Cellar Dweller” o “Viernes 13
Part. VII”, entre otras tantas.
La película en realidad es bastante malilla. Y es que como
director, aún con la simpatía que despierta, el señor Buechler anda un poco
justo.
Un grupo de parejas se reúnen en unas desérticas colinas, con el fin de ir a
buscar una mina de oro que, según las leyendas locales, está escondida por esa zona. Esto hace que despierten a un viejo espíritu
del salvaje oeste, un minero que en su momento hizo un pacto con el diablo y
que lanzó una maldición en la que, cualquiera que intentara llevarse su oro,
sería castigado. Así que aparece para cargárselos de formas variopintas, aunque
no por ello originales.
A un nivel global, cuando yo me pongo un “Slasher”
videoclubero, se a lo que me expongo. Por eso soy permisivo con ellos. Esto es;
todos los putos tópicos, largas y eternas conversaciones, tempos muertos,
aburrimiento por doquier, todo ello salvable única y exclusivamente, por las
cantidades de sangre que tengan los asesinatos.
Entonces, “La maldición del cuarenta y nueve”, tiene todo eso, pero
además, los asesinatos son sosos, el asesino no tiene ningún carisma, ni es
aterrador, ni hay excesiva sangre. Además cuesta horrores llegar al final, pero
¡Cojones! Me cae simpático el producto en su mera existencia.
Para rematar el nivel de “malísmo” de la película diré, que
la mayoría de esta transcurre de día (y
no paran de hablar) y la ambientación es tan nula, que vemos el rostro del
asesino todo el tiempo ¡Por el amor de dios, Jonh Carl, quita un par de
foquitos, pídele al director de fotografía que ilumine menos el rostro… que se
yo!
Pero, como ya les digo, al tratarse de un “Slasher”
videoclubero comprendido en esta época, me cae simpatiquísimo, lo reivindico y
me lo zampo entero con una sonrisa en la cara.
En cuanto al reparto, junto a los cuatro protagonistas
puestos ahí para que “El del cuarenta y nueve” se los cargue, y esto dota a la
película de mayor simpatía si cabe, tenemos un buen puñado de rostros conocidos
del cine de género y de serie B americano, haciendo papeles secundarios, pero
que son el guiño que Buechler lanza al aficionado que va a alquilar la
película. Así, van circulando por la pantalla los rostros de Karen Black (
vista en “Easy Rider”, “Aeropuerto 75”, “Pesadilla
diabólica” o “Invasores de Marte), John Phillip Law ( “El viaje fantástico de
Simbád”, “Noche en el tren del terror” o “Thunder III”), el fetiche de Rob Zombie, Richard Lynch (“Cromwell, rey de los bárbaros”, “Invasión U.S.A.” o “La
venganza de los muñecos 2 –Puppet Master III”), Michael Kove (“Karate Kid”,
“Rambo” o “Justicia Final”) o, interpretando al viejo minero fantásma, Vernon
Wells (“Fortaleza infernal”, “Mad Max 2” o “El Chip prodigioso”). Ahí es nada.
Así que, tanto como recomendarla no, pero si decirles que le
echen un vistacillos. John Carl Buechler, del que si me pongo aquí a citar las
películas para las que ha hecho maquillajes o efectos especiales no termino
nunca, siempre es una garantía de algo… No sabemos si bueno o malo, pero algo,
eso seguro.