Y es que, verdaderamente, y obviando la categoría de “malas
pero buenas”, si nos ceñimos a las malas, malas, si hay algo peor que una mala
película, es una película mala sin alma. Y “El filo de la navaja” no solo no
tiene alma, sino que es terriblemente pretenciosa, de gran presupuesto, con las
miras puestas en los premios y, presumiblemente, la puesta de largo de un
director que jamás levantó cabeza tras este descalabro como es John Byrum; conforman su filmo tan solo un par de películas de corte autoral, la que no ocupa y
finalmente “Chicos Escandalosos” que nada tiene que ver con lo que hizo antes.
La película, basada en la novela del mismo título del
escritor Somerset Maughan es, a su vez, el remake de la versión dirigida por Edmund Goulding en los años cuarenta. Cuenta la
historia de un conductor de ambulancia que participó activamente en la primera
Guerra mundial, y que tras finalizar esta, pudiendo vivir junto a su prometida
de manera opulenta, al pensar él mismo que la vida no tiene mucho sentido,
prefiere irse a París a existir de forma más austera. Al no quedar completo
espiritualmente, deja París para irse al Tibet, hacerse monje y encontrarse
consigo mismo.
La particularidad de este drama es que el protagonista no
es otro que un Bill Murray salido directamente del exitazo de “Los Cazafantasmas” y que quiere probar en otros géneros, quizás como inicio de su
primera intentona frustrada de cazar ese
Oscar que se le resiste.
El resultado es del todo desasosegante, en
parte por la interpretación de Murray. Porque no se trata de una dramática que le sirviera para desmarcarse de su rol de comediante, que va.
Aquí es como si hubieran metido al Dr. Venkman
en un tiempo que no le corresponde y en un culebrón que no le pega nada a
ese registro. Al final es Bill Murray haciendo del Bill Murray de siempre, con sus chistes, bromas y chascarrillos, e incluso, imita a una foca
cuando sale de la piscina.
Por todo ello, se presta
ineludiblemente al humor involuntario y resulta antológico el monólogo
existencialista que se marca ante unos
cadáveres en una eterna escena en pleno frente. Verdaderamente demencial.
Por lo demás, una producción de gran presupuesto, con
todos los medios, que no escasea de nada, salvo de ritmo y entretenimiento. El
desarrollo y el montaje también son chapuceros, pero lo peor de la película es
que es un ladrillo de tres pares de cojones, sin más. Si no fuera tan aburrida,
podíamos pasar por alto el resto de patochadas. Pero como siempre, la taquilla
mundial influye a la hora de alimentar la leyenda de mierdosa de cada película.
Así, en España congregó en los cines a 97.000 espectadores,
pero en los USA no fueron muchos más, con lo que supuso uno de los grandes
fracasos de la historia de cine, que si bien no se trata más que un pequeño
descalabro en la carrera de Bill Murray –de hecho, no quiere ni hablar de esta
película-, si que supuso el fin de la carrera de John Byrum, que como he dicho
antes, solo rodó “Chicos Escandalosos”, para no volver a rodar nada de cine
después. Y menos con tanto presupuesto.
Una mala película sin vida, sin alma, de estúpida existencia
y dura de ver, pero se trata de aquél dramón tan malo que hizo Bill Murray en
los ochenta, y eso siempre es motivo para dedicarle un vistazo por pura
curiosidad. Yo lo he hecho.