viernes, 10 de julio de 2015

EL FILO DE LA NAVAJA

Ya hablé  un poco por encima de esta película cuando colgué sus fotocromos – mucho más bonitos que ella misma-  y dejé claro mi interés por ver “El filo de la navaja” no es otro que el comprobar por qué encabeza muchas de las listas USA de peores películas de la historia. Me refiero a las listas de la prensa seria, no las de “Best Worst Movies”, que no la tienen ni en cuenta.
Y es que, verdaderamente, y obviando la categoría de “malas pero buenas”, si nos ceñimos a las malas, malas, si hay algo peor que una mala película, es una película mala sin alma. Y “El filo de la navaja” no solo no tiene alma, sino que es terriblemente pretenciosa, de gran presupuesto, con las miras puestas en los premios y, presumiblemente, la puesta de largo de un director que jamás levantó cabeza tras este descalabro como es John Byrum; conforman su filmo tan solo un par de películas de corte autoral, la que no ocupa y finalmente “Chicos Escandalosos” que nada tiene que ver con lo que hizo antes.
La película, basada en la novela del mismo título del escritor Somerset Maughan es, a su vez, el remake de la versión dirigida por Edmund Goulding en los años cuarenta. Cuenta la historia de un conductor de ambulancia que participó activamente en la primera Guerra mundial, y que tras finalizar esta, pudiendo vivir junto a su prometida de manera opulenta, al pensar él mismo que la vida no tiene mucho sentido, prefiere irse a París a existir de forma más austera. Al no quedar completo espiritualmente, deja París para irse al Tibet, hacerse monje y encontrarse consigo mismo.
La particularidad de este drama es que el protagonista no es otro que un Bill Murray salido directamente del exitazo de “Los Cazafantasmas” y que quiere probar en otros géneros, quizás como inicio de su primera intentona  frustrada de cazar ese Oscar que se le resiste.
El resultado es del todo desasosegante, en parte por la interpretación de Murray. Porque no se trata de una dramática que le sirviera para desmarcarse de su rol de comediante, que va. Aquí es como si hubieran metido al Dr. Venkman  en un tiempo que no le corresponde y en un culebrón que no le pega nada a ese registro. Al final es Bill Murray haciendo del Bill Murray de siempre, con sus chistes, bromas y chascarrillos, e incluso, imita a una foca cuando sale de la piscina.
Por todo ello, se presta ineludiblemente al humor involuntario y resulta antológico el monólogo existencialista que se marca  ante unos cadáveres en una eterna escena en pleno frente. Verdaderamente demencial.
Por lo demás, una producción de gran presupuesto, con todos los medios, que no escasea de nada, salvo de ritmo y entretenimiento. El desarrollo y el montaje también son chapuceros, pero lo peor de la película es que es un ladrillo de tres pares de cojones, sin más. Si no fuera tan aburrida, podíamos pasar por alto el resto de patochadas. Pero como siempre, la taquilla mundial influye  a la hora de alimentar  la leyenda de mierdosa de cada película.
Así, en España congregó en los cines a 97.000 espectadores, pero en los USA no fueron muchos más, con lo que supuso uno de los grandes fracasos de la historia de cine, que si bien no se trata más que un pequeño descalabro en la carrera de Bill Murray –de hecho, no quiere ni hablar de esta película-, si que supuso el fin de la carrera de John Byrum, que como he dicho antes, solo rodó “Chicos Escandalosos”, para no volver a rodar nada de cine después. Y menos con tanto presupuesto.
Una mala película sin vida, sin alma, de estúpida existencia y dura de ver, pero se trata de aquél dramón tan malo que hizo Bill Murray en los ochenta, y eso siempre es motivo para dedicarle un vistazo por pura curiosidad. Yo lo he hecho.