Así pues, con los presupuestos ínfimos de las nuevas series
B (incluso en esta un presupuesto más escueto de lo habitual) americanas, pero
con esa apariencia mainstream que otorga una buena grabación en HD –que por
otro lado hace perder entidad a estas producciones pequeñitas- y no sin cierta autoconciencia
y nada de ingenuidad, nos topamos con esta mierdecilla que, no obstante, no
deja de ser una curiosidad.
Ahora, la sinopsis es bien sencilla; Tras un despido, y quizás para vengarse, una
criada regala al hijo de sus jefes un muñeco de inquietante aspecto. Este
resulta estar poseído por alguien o algo y se dedica a hacer de las suyas en
esa casa. No hay más.
Si bien es cierto que la película se nutre de “Anabelle”
hasta tal punto que el diseño del muñeco es un absoluto plagio de esta –más feo
todavía- y que trata de crear una atmósfera similar a la de la película de John
R. Leonetti, llegando a conseguir momentos de suspense efectivos –si, da un
poco de miedo- pronto estos dan al traste cuando el muñeco de marras cobra vida
y sirviendose de cualquier artefacto, se carga a la víctima de marras como si
de Chucky se tratara, para en la siguiente secuencia devolvernos la inquietud y
el terror para luego volver a ver al muñecazo andando por ahí y haciendo sus fechorías. Suerte que al menos no
habla y es un graciosote.
Y es que, como la frase promocional reza, “Before Chucky, before
Annabelle, there was Robert”, la película deambula guiñando a ambas franquicias
sin orden ni concierto, cosa no del todo incoherente si tenemos en cuenta la
película que expolia y el hecho real en el que se inspira –y que sirvió para
inspirarse en la creación de Chucky-. A la oportunidad la pintan calva.
Y aunque las escenas de relleno, aquellas en las que los
protagonistas dialogan –o en este caso, hasta filosofan, ya que han de llegar a
la hora y media de metraje- son más largas que un día sin pan y a rasgos
generales, es un rollazo de cojones, también es cierto que el par de momentos
interesantes que tiene bien justifican un visionado. Porque es ligeramente
superior a otros productos primo-hermanos made un “The Asylum” o similares,
porque a su director, Andrew Jones, no se le da mal aquello de dirigir y
colocar la cámara, crear atmósferas y generar suspense; pero es como si
alguien, un jefe, un productor le ordenara no pasarse de la raya con el tema, como si en el momento que un
producto como este se convirtiera en una buena peli dejara de ser negocio. Una
lástima porque el muchacho apunta maneras. Sea como fuere, dudo que acabe
mainstrinizandose, igual eso se la pela, o no le haga mucha falta. Pero el caso
es que en su ficha de imdb, vomo director, tiene títulos como “Poltergeist
Activity”, “The Amytiville Asylum” o“The Last House on Cementery Lane”; todo
exploits e híbridos. Me cae simpático.