sábado, 4 de febrero de 2017

NUNCA APAGUES LA LUZ

Cosas que solo pasan en Estados Unidos: Haces un sencillo y modesto corto casero de tres minutos, sin diálogos y sin mucho más que una idea visual. Tiene éxito en las redes. Lo vendes como la semilla de un posible largometraje. El proyecto es apadrinado por el nombre de mayor peso en el terror mainstream del momento, James Wan. Convierten el corto en la introducción de todo un señor largometraje (incluida misma actriz, Lotta Losten) realizado con medios solventes y que estira la idea hasta la duración estándar. Se estrena distribuido por Warner Brothers y es un bombazo. Toma ya. Encima, luego, su responsable -David F. Sandberg- es fichado para dirigir una superproducción de superhéroes. ¿Fascinante?, ¡mucho!.
"Lights out", que así se llamaba el corto, y así se llama la peli en v.o., narra una historia de fantasmas muy próxima en fondo y forma al cine de su apadrinador Wan. Una silueta de terrorífico aspecto que se mueve entre sombras y es alérgica a la luz, se dedica a martirizar a los miembros de una familia. La madre parece guardar algún nexo de unión con ella. El hijo pequeño lo pasa canutas por las noches, así que pide ayuda a la hermana rebelde y grunge, que es la que pondrá un poco de orden y resolverá el misterioso misterio.
"Nunca apagues la luz" es de esas pelis que se venden como "muy de miedo" y apuestan por poca o nula sangre y mucha atmósfera (el sueño húmedo de cualquier gran estudio que aspira a congregar toda suerte de público). O, cuanto menos, de los recursos clásicos del terror (oscuridad, ruidos, sótanos, etc, etc). Sin embargo, y aunque no les niego que sí da un poco de yuyu (menos que "Expediente Warren" e "Insidious"), lo que más hay son sustos, muchos sobresaltos (como en "Expediente Warren 2"), y funcionan en lo suyo, sí, peeeero los sustos no son lo mismo que el miedo. Es otro rollo, uno más fácil.
Sin embargo, si no tenemos eso en cuenta, y tampoco nos ponemos demasiado exigentes, "Nunca apagues la luz" funciona como una peliculilla de terror sin mayores complicaciones para ver el sábado por la noche con la parienta agarrada a tu brazo. Entretiene lo justo, tiene algún acierto visual (tal vez lo peor, para mí, sea el niño, que no transmite miedo por muchos morritos que ponga) y... ná, que se puede consumir perfestamente.