lunes, 10 de julio de 2017

EL VIAJE DE POPEYE

Con motivo del 75 aniversario de Popeye, el estudio Claymation puso en marcha el proyecto de realizar un  mediometraje sobre el mítico personaje para su estreno en televisión. Pero el proyecto tiene que ser abortado cuando, irremediablemente, el estudio se vio en bancarrota. Pero el 75 aniversario estaba ahí, y la gente de Mainframe Entertainment se hizo cargo de ese proyecto, que sería distribuido nada menos que por Lions Gate. Se trataba de hacer un especial televisivo  en unos tiempos en los que se renegaba de la animación tradicional en pro de la animación 3-D. Y así, contratando al director Ezequiel Norton,  y con un presupuesto que no daba para las calidades de lo que Pixar o Disney estaba haciendo en cine, se le hizo el peor homenaje que se le podía hacer a un personaje más grande que la vida. Casi mejor, si no se hubiera hecho nada.
Resulta muy duro tras ver los cortometrajes de la factoría Fleischer, e incluso los posteriores, incluídos los de Hanna – Barbera, ver un mediometaje como este, que no solo es que tenga una animación de lo más cutre y fea, sino que hace gala de una falta de originalidad abrumadora, así como la incorrección política implícita en todo Popeye aquí brilla por su ausencia, hasta tal punto que Popeye y Brutus, son amigos.
El argumento es tan soso, como que Popeye, junto a su amigo Brutus, Olivia y Cocoliso, se echan a la mar en busca del padre de Popeye que ha desaparecido, por lo que tendrán que sotear los peligros y los órdagos que les echa la malvada bruja del mar. Así de complicado.
Un absoluto mierdote a todos los niveles y una falta de respeto para los personajes creados por Segar, máxime cuando un producto que requería un mínimo de cariño y de dinero en la producción, está realizado de la manera más económica posible, y sin ganas, por una panda de ineptos. Por otro lado, como la película está destinada al  público con menos criterio que existe, que son los niños, eso les sirve como excusa para cometer el crimen que han cometido. Porque, es que estéticas o tipos  de animación aparte, esto es un aburrimiento solemne, cosa que no fue Popeye, ni tan siquiera en aquella serie tan mala que fue “Popeye y su hijo” a finales de los ochenta y los albores de los noventa.
Dando la voz a Popeye, tenemos a Billy West, reputado actor de doblaje que, surgido de la radio, del staff de los programas de Howard Stern, admite que esta película fue el trabajo más duro de su carrera, porque hacer de Popeye y que le quedara bien, le dejó la garganta bien jodida, para que luego el resultado final del especial 75 aniversario, fuera esta porquería.
Un asesinato, eso es lo que es esta peli.