“Juguetes rotos” puede que sea uno de los films más
personales de Manuel Summers, sin embargo fue un descalabro en taquilla de
padre y muy señor mío. Ante esta tesitura, el director lepero optó por
cultivar, en lo sucesivo, una suerte de cine popular que gustara al gran
público que, como confesó el propio director “al fin de al cabo es el que
paga”. En consecuencia de esto, Summers concibe “No somos de piedra”, una
comedieta ligera con alto contenido sexual que, por protagonismo absoluto de
Alfredo Landa, se adscribe al “landismo” casi de forma accidental.
Con un guión a pachas con Juan Miguel Lamet, “No somos de
piedra” se sostiene sobre dos tramas que ocupan el grueso de la película, en lo
que es una estructura narrativa un tanto extraña para una película española de
los años sesenta. Por un lado, la película cuenta como un hombre de familia
numerosa tiene que lidiar con las
calenturas que le provoca la presencia de la nueva niñera, una ex prostituta
proveniente de un programa de inserción social para señoritas de la vida, que
entre lo jamona que está y las minifaldas que gasta, hacen pasar a nuestro
protagonista unos momentos muy malos. Por otro lado, harto de tantos hijos,
tendrá que ingeniárselas para que, por medio del engaño y las malas artes, su
esposa comience a tomarse la píldora anticonceptiva, cosa esta a la que se
opone al ser una mujer de moral cristiana. Los tejemanejes que se trae Landa
para conseguirlo conforman el material cómico y, ergo, traen consigo los
mejores gags.
Summers era un valiente, porque con “No somos se piedra”,
pese a ser la película menos Summers de cuantas hizo, aborda temas que eran más
que peliagudos, máxime teniendo al caudillo vivo. Entonces, Summers introduce
el sexo en su comedia en la medida de lo posible; estamos en 1968 y ver carne
por encima de la rodilla es ya un atrevimiento. Pues vemos el muslamen de
Ingrid Garbo. Por otro lado, la osadía de hacer una apología de la píldora
anticonceptiva —contrarestada por la oposición total de la esposa del
protagonista principal, artimaña esta muy inteligente para poder contar lo que
le da la gana— se me antoja todavía más suicida que el mostrar minifaldas. Lo
que me extraña es que no hubiera en la época una controversia sonada al
respecto al ser tomado el tema con toda ligereza. Y a lo mejor no la hubo por
el mero hecho de que “No somos de piedra” no fue un fracaso tan grande como el
de “Juguetes rotos”, pero apenas la vieron 390.000 espectadores, con lo que la
estrategia comercial tampoco le fue muy bien.
Sin embargo, sí que se trata de una pieza seminal para todo
lo que vendría después. Summers se agarró al cine comercial como un clavo
ardiendo, eso sí, siendo lo suficientemente inteligente como impregnar su sello
de autor, dando unos toques de sensacionalismo a todas esas cintas de adolescentes
embarazadas que vendrían después y que significarían las obras más
significativas de su carrera.
Por lo demás,“No somos de piedra” se deja ver, sin más.
Osadías a parte, se trata de una comedia populachera como tantas y tantas se
parían a finales de los años sesenta, siendo del montón en cualquier caso.
Junto a Landa en el reparto, tenemos a Laly Soldevila,
Emilio Laguna, una jovencísima Terele Pávez pre “Los escondites”, Maricarmen
Prendes y Tip y Coll, que aparecen en la cinta en calidad de actores, es decir,
que no hacen de ellos mismos.
Ver y olvidar, sin
más.