“Adiós, cigüeña, adiós” es uno de los grandes éxitos de
Manuel Summers, un film que visto hoy resulta del todo entrañable y que aunque
se reseñe por ahí la osadía que tuvo el director al tocar un tema tan peliagudo
como es la sexualidad adolescente con Franco vivo, lo cierto es que,
paradójicamente, la sociedad española en
temas sexuales —no siendo explícitos— no era tan pacata como lo pueda ser hoy
en día.
Entonces, “Adiós, cigüeña, adiós”, nos cuenta la historia de
un grupo de niños y de las picardías sexuales que cometen en su día a día, como
es habitual en la filmografía de Summers de aquellos años, para pronto
centrarse la historia en dos de ellos, un muchacho de 15 años y una chica de
13, que se enamoran. En consecuencia y en una relación sexual que, prácticamente,
resulta una violación en toda regla —la muchacha todo el tiempo le dice al muchacho que por favor no la penetre, a lo
que este hace caso omiso—, ella queda embarazada. Así, y para evitar que sus
padres se enteren de ese temprano embarazo, con la ayuda de los amigos de su
entorno, vivirán esa preñez en clandestinidad.
Con un reparto donde predominan las niñas guapas y los
chavales más feos que se puedan ver en el cine (¡como le gustaba a Summers
hacer películas con niños feos!), Summers se desenvuelve como pez en el agua en
lo que a sexualidad infantil y adolescente se refiere, haciendo de su
filmografía casi una temática exclusiva. Rara es la película de Summers que no
trata la sexualidad entre menores o la nostalgia, o como pasaba en “Me hacefalta un bigote”, las dos cosas juntas. Y es que con fama de sensacionalista
—en USA sus películas tuvieron gran éxito en los circuitos Grindhouse— en
realidad, si en sus películas hay sordidez, lo cierto es que esta no se alejaba
en absoluto de la que tenía lugar entre los infantes en la vida real, ya sean
las pajas colectivas, ya sea, como ocurre aquí, los embarazos antes de tiempo.
Como niño de los setenta, no me despeino al decir que la sexualidad que refleja
Summers en sus películas, es la sexualidad que yo pude vivir siendo un niño.
Totalmente verídica. Al margen de eso, cabe destacar en “Adiós, cigüeña,
adiós”, la fluidez de la narración, la agilidad de los acontecimientos y el
buen hacer de Summers en todos los sentidos. Al final, las películas de Summers
de esta época, además de clásicos, son el verdadero reflejo de la sociedad de
aquellos días.
“Adiós, cigüeña, adiós” se tiró en cartelera más de un año,
cosa habitual en la filmografía de Summers, y la vieron más de tres millones de
españoles, aunque en otros lugares, como Latinoamérica, el éxito de esta
película fue aún mayor superando en número de espectadores otros grandes
títulos del mainstream internacional.
Tal fue el éxito, y como la trama no estaba cerrada del
todo, que se rodó después una secuela, “El niño es nuestro” de la que les
hablaré en otro momento.
A destacar, siempre, la presencia de Currito Summers, el
niño pelirrojo y espabilado de la película, el alma de la fiesta en cualquiera
de las películas de su tío, que nos dejó prematuramente hace un par de años. Un
actor que a mí me gusta mucho, tanto de niño, como de adulto.