lunes, 29 de abril de 2019

EL ANTICICLÓN DE LOS OZORES

La autobiografía oficial de Antonio Ozores, que ya data de hace 22 años, es esta “El anticiclón de los Ozores” cuyo título hace presagiar que lo que nos encontraremos dentro del libro es mejor de lo que es en realidad. Y es que el título, es estupendo.
Ozores por aquellos años, poco dado a hacer literatura, y consciente de que una potente editorial le ha encargado que escriba sus memorias, hace caso a los consejos de Alfonso Ussia quien le recomienda que el libro no llegue a las 300 páginas, que no aburra al lector y que haga capítulos cortitos, ya que según este, el lector suele leer en la cama y con capítulos largos tendrá que usar un marcador y dejar el capítulo a medias, mientras que de esta manera, se leerá un capítulo antes de dormir, y al día siguiente comenzará otro capítulo completo. Y a esos consejos se aferra el que fue uno de nuestros actores cómicos más queridos y entrañables.
Entonces, “El anticiclón de los Ozores” más que unas memorias es una consecución de pasajes cortos y anécdotas que ni van cronológicamente, ni llevan un orden ni un concierto, que le sirven a Ozores para contarnos batallitas, filosofar un poquito, baratamente y, en definitiva, para ofrecernos un libro del todo intrascendente. A ver, no se trata de un libro malo. De hecho Ozores escribía de una forma muy fluida y amena, tiene lucidez para ir haciendo gags, y todo lo que nos cuenta es interesante y entretenido, máxime, cuando toda su infancia y adolescencia, sus años de guerra y postguerra, pasan por las páginas de ese libro de cuclillas y de pasada, en su afán de no aburrir a los que estamos leyendo. Ozores tiene tendencia a caer bien, así que disfrutamos con todo lo que nos cuenta… pero nos sabe a poco. Nos quedamos con las ganas de unas memorias un poco más ortodoxas.
Y es que quizás, escribir memorias no sea el fuerte de un personaje tan surrealista como Antonio Ozores, porque lo cierto es que ha escrito el mismo libro tres veces. Años después de este, con “La profesión más antigua del mundo”, hizo exactamente lo mismo pero en pasajes más cortos si cabe, y ya en sus últimos años de vida, abrazado al lindo concepto de la autoedición, escribe “Antonio Ozores, su autobiografía”, que es exactamente lo mismo que los dos libros anteriores. Nada que objetar salvo por el hecho de que en los tres se repite.
Por eso es una pena que no se hayan editado unas memorias más al uso de uno de los pocos actores enloquecidos, raros, divertidos y dantescos que ha dado la filmografía patria, aunque claro, unas memorias al uso puede que no fueran tan “ozorianas” como en el fondo es este “El anticiclón de los Ozores”, que salvo porque se queda corto es un libro de lo más disfrutable y, sobre todo, el mejor de cuantos libros autobiográficos escribió.

domingo, 28 de abril de 2019

SESIÓN DOBLE : I HAD A BLOODY GOOD TIME AT HOUSE HARKER + PLEDGE

I HAD A BLOODY GOOD TIME AT HOUSE HARKER : Me puse a ver "I had a bloody good time at House Harker" (titulada "Pasándolo de coña en la Casa Harker" en España) sin muchas esperanzas. Eso de mezclar terror y comedia no me acaba de funcionar. Pero fíjate que a medida que la consumía, la puñetera se me iba ganando. Y es que de entrada la cosa tiene su gracejo. Los descendientes de un cazavampiros intentan convertir su mansión en una atracción turística por aquello de sacar unas perras, pero no lo consiguen. De hecho, nadie en el pueblo les soporta. Un día, y por puro accidente, se encuentran con un cadáver entre las manos. Aconsejados por un ex-cura especializado en temas sobrenaturales, deciden hacer creer que se trata de la víctima de un vampiro y, así, ganar popularidad y dinero. Pero da la casualidad que un chupasangre genuino aparece en pleno movidón, lo que ocasionará no pocos enredos y, era inevitable, un generoso baño de sangre final.
Y es ese el momento en que la peli pega un leve bajón tras varios minutos de simpática, dinámica e inspirada comedia. Cuando se adentra en la parte más "de terror", su deuda con "Shaun of the dead" y el clímax de "Braindead" se hace evidente. Todo se vuelve algo más previsible y menos divertido.
Aún así, debo reconocer que, en general, la cosa se aguanta bien y entretiene un ratillo.

PLEDGE
: Tres inadaptados se pirran por entrar a formar parte de una fraternidad universitaria, beber mucho y liarse con chicas guapas. Tan desesperados están, que aceptan la invitación para acudir a una misteriosa fiesta celebrada en una victoriana mansión en medio del bosque. Allí serán tratados como uno más, besarán a hermosas doncellas, se pondrán hasta el culo y bailarán durante toda la noche. Al día siguiente les animan a volver para participar en la iniciación y formar parte del selecto club. Sin embargo, las cosas no serán tan divertidas como se prometen. Muy al contrario, los chavales se disponen a pasar por un infierno en el que correrá la sangre.

Buenas interpretaciones, un acabado eficiente y un ritmo más que dinámico hacen de "Pledge" una pequeña película tan emocionante como entretenida e intensa. Las secuencias de "tortura" logran alterarte los nervios y el desenlace lo corona un giro la mar de bien pensado. Empatizas con los personajes buenos y detestas a los malos. Encima, solo dura 77 maravillosos minutos. ¿Se puede pedir más?. Pues no.
El director, Daniel Robbins, dispone de un par de películas previas que desconocía por completo, destacando una epopeya de hombres lobo titulada "Uncage" donde vemos a varios de los actores de "Pledge". Justamente uno de estos, el que más pinta de "friki" gasta, Zack Weiner, es el responsable del guion. Bien por él.
Habrá que estar al tanto de lo que esta peña haga a continuación.
Muy recomendable.

viernes, 26 de abril de 2019

BLANCA NIEVES Y... SUS 7 AMANTES

No se trata de la enésima adaptación picantona del cuento de “Blancanieves y los siete enanitos”. Más bien estaríamos ante una deconstrucción del cuento en clave de comedia de enredo, en lo que sería una buena muestra de ese subgénero mexicano conocido como “cine de ficheras”. Y su protagonista, asimismo, sería la "reina de las ficheras” en tanto que protagonizó un buen número de películas de este palo. Se trata de Shasha Montenegro, actriz yugoslavo-mexicana (bautizada Alexandra Aćimović Popović) cuya familia fue aniquilada en un campo de exterminio nazi, siendo ella tan solo un bebé. Con pocos años, huyó hacia Argentina. Allí dio sus primeros pasos como artista, hasta que en los años 70 se muda definitivamente a México donde  tendría una exitosa carrera como vedette y actriz de este tipo de productos.
“Blanca Nieves y... sus 7 amantes” tiene también la gracia de estar dirigida por Ismael Rodríguez,  uno de los directores más prestigiosos de México, que llegó a hacer cine internacional y a tener a sus órdenes a actores de la talla de Toshiro Mifune. “Blanca Nieves y sus 7 amantes" supondría en su carrera lo que “Lío en Río” en la de Stanley Donen, un cambio de registro hacia el cine popular del que saldrían ambos airosos, a pesar de las malas críticas que puedan acarrear tratándose de cine de tetas y culos.
Además, el resto del reparto lo completarían rostros conocidos en lo suyo como los míticos Noé Muyarama (“El violador infernal”), “El Güero” Castro o Carlos Riquelme, lo que convierte a esta cinta en una rara avis dentro de las ficheras, porque además es ligeramente superior al resto de las de su especie.
Siete peligrosos asesinos se escapan de prisión yendo a parar a una isla desierta donde quedarán atrapados. Enterado el gobierno, les enviará una exuberante agente especial en lo que llamarán “Operación Blanca Nieves”. Su misión: exterminarlos. Claro, cuando llega a la isla, se encuentra con siete asesinos en potencia salidos, cuyo único afán consiste en follársela por todos los orificios disponibles, así que, muy pizpireta,  se las ingeniará para ralentizar la libido depredadora de los siete individuos y propiciar que se maten los unos a los otros a cambio de falsas promesas de sexo, y así completar su misión.
Un verdadero divertimento que, transcurriendo en una única localización, la isla desierta, guarda una deuda importante con el vodevil clásico, amén de llevar consigo una trama de enredo solvente que, en cuanto se lía la madeja, de manera natural y sin ningún esfuerzo, se irá resolviendo conforme avanza la trama, dejando por el camino unas más que agradables risas. La incorrección política de toda la película, así como los graciosísimos chistes que se van sucediendo en los diálogos, más su dosis —muy comedidas, eso sí— de tetas y culos, hacen que “Blanca Nieves y... sus 7 amantes” bien merezca un visionado. Hay momentos de carcajada limpia.
Se llegó a estrenar en salas españolas, en tiempos en que las películas de chotas y pompas tenían su espacio en salas habilitadas para las cintas que llevaran la clasificación “S” (caso de esta) y la vieron unos 14.000 espectadores, que ya está bien para una película de estreno marginal. Eso sí, por mucha “S” que le plantaran, “Blanca Nieves y... sus 7 amantes” se sustenta mucho más en el humor y la comedia que en el erotismo, por lo que para los amantes de las pajas pudo resultar harto decepcionante.
Lo mejor es, como en mi caso, enfrentarse al visionado sin tener muy claro qué es lo que vamos a ver.
Muy divertida y dinámica.

lunes, 22 de abril de 2019

UN ROLLS PARA HIPÓLITO

Juan Bosch fue uno de nuestros directores de género más prolíficos que lo mismo se cascaba un spaghetti western como “La diligencia de los condenados” —dónde firmó bajo el pseudónimo de John Wood— como se cascaba una película al servicio de Paul Naschy como pueda ser “Exorcismo”. Y habiendo rodado en los setenta películas adscritas al “landismo” con mayor o menos fortuna, en los años ochenta firma sus dos últimas películas entrando en la dinámica que, con pocos duros, genera su buena pasta en la taquilla; emular el cine de Mariano Ozores quién, por otro lado, colabora junto a Bosch en esta empresa. Una de esas películas con las que pone fin a su carrera sería “¡Caray con el divorcio!”, que con Fernando Esteso como principal protagonista sería la respuesta a la coetánea “¡Que gozada de divorcio!” dirigida por Ozores y protagonizada por Pajares y la otra, absolutamente “landista” y absolutamente “Ozoriana” —con guion de Ozores que acerca esta aún más a su cine— sería esta “Un Rolls para Hipólito” que nos ocupa.
En ella, los trabajadores de una empresa fabricante de compresas se ponen en huelga, eligiendo como portavoz para negociar con el jefe a Hipólito, el portero, que ideará un plan infalible. Engorda sustancialmente las reivindicaciones de los trabajadores para así, al negociar, conseguir justo lo que piden. Por otro lado, el jefe, decide colmar a Hipólito de atenciones con el fin de tenerle contento y que afloje con las reivindicaciones. Entre tanto, Hipólito, se va convirtiendo en un pez gordo de la empresa al tiempo que consigue las peticiones de los trabajadores, mientras se suceden toda suerte de líos de faldas —puestos ahí para justificar el destape al que también se adscribe esta cinta— y descacharrantes situaciones cómicas.
Verdaderamente, si te dicen que esta es una película de Ozores, te lo crees, no ya solo porque este ande detrás de lo que es el guion y los diálogos, sino porque los recursos técnicos que emplea Bosch en la película, son exactamente los mismos que emplea Ozores. Claro, que  realmente esos recursos son la manera de rodar clásica, común y corriente de este tipo de películas, por lo que todo puede ser producto de la casualidad, pero es indudable, que planos como ese en el que vemos a Antonio Ozores en primer término hablando por teléfono de negocios y la cámara se aleja para mostrarnos que está sentado en la taza del báter mientras trabaja, está claro que es más de Ozores que de Bosch.
Divertida, grosera, vulgar y chabacana, desde luego se trata de un film menor de aquellos años, pero que deja con un agradable sabor de boca y hace a uno añorar aquellos tiempos tan políticamente incorrectos en los que un caballero trajeado puede rechazar con toda suerte de insultos a un homosexual que se le declara, y que sea motivo de mofa y nunca de denuncia, como ocurre en una escena entre Antonio Ozores y el eterno mariquita Luis Lorenzo.
Muy entretenida.
La protagonizan Alfredo Landa y Antonio Ozores, ambos están enormes y graciosísimos, y les secundan habituales de la escudería Ozores como puedan ser Rafaela Aparicio, Jenny Llada, Francisco Camoiras o Emilio Fornet.
Si son amantes del subgénero, yo no me la perdería.

sábado, 20 de abril de 2019

SESIÓN DOBLE : ELLOS + THE DEAD ROOM

ELLOS : Lucas y Clementine se disponen a pasar un fin de semana relajado en su aislada casa de campo. Sin embargo, esa misma noche comenzarán a ser acosados por unos asaltantes que se ocultan entre las sombras y no traen buenas intenciones.
"Ellos" tiene el honor de encajar en esa escueta era dorada que el terror francés experimentó a mediados de los 2000. La diferencia con respecto a otras películas representativas del momento como "Alta Tensión", "Frontière(s)" y "À l'intérieur", es que en este caso se deja de lado la violencia y el gore desalmado y se apuesta por la atmósfera y el suspense.
La primera mitad se centra en la parte más inquietante y reposada. Con ruidos que despiertan a los protagonistas en plena madrugada y muchos recorridos por la casa. Mientras que la segunda tira de adrenalina, cuando comienza la persecución y ya no termina hasta el contundente desenlace. Dicho de otro modo, según cómo te pille, la mitad uno puede resultar un pelín plomiza. Por el
contrario, la segunda es siempre muy efectiva. Así pues la suma de todo ello da como resultado un film que, sin ser la repanocha, se deja visionar perfectamente.
Tras el éxito de "Ellos", sus directores, David Moreau y Xavier Palud, fueron fichados por Hollywood para encargarse del remake de "The Eye", cosa esta que se convirtió en
costumbre esos años, contratar cineasta franceses -como Alexandre Aja o Eric Valette- para firmar americanizaciones de films asiáticos de terror.
Justamente, durante un tiempo la compañía española "Nostromo Pictures" quiso llevar adelante un remake de "Ellos", pero la cosa no se materializó. Podemos considerarlo buenas noticias si tenemos en cuenta su insulsa versión de la ya mentada "À l'intérieur".


THE DEAD ROOM : Una cabaña y tres personajes.
Parece casi imposible que a estas alturas alguien sea capaz de sacarle jugo a tan parcos elementos y a una trama sobradamente trillada, la de los investigadores paranormales que acuden a un lugar encantado por espíritus donde las cosas se complicarán. Pues eso mismo ha conseguido Jason Stutter con "The Dead Room", una producción de Nueva Zelanda que se mueve entre esos mismos parámetros y sale totalmente airosa de la experiencia.
Atmósfera, momentos de sobrada inquietud, algún leve susto, cero sangre y una calidad técnica más que solvente hacen de ella un producto sencillo, honesto, casi minimalista, y que funciona de maravilla.
Atención al escalofriante plano final.

viernes, 19 de abril de 2019

CÓMO FILMAR UNA XXX

Curiosa película mexicana al borde de la sexy comedia que ahondando en el tan manido —y poco eficaz— planteamiento del director de cine de arte y ensayo que acaba realizando porno y con un enfoque meramente comercial, nos ofrece tal arsenal de corrección política y pacatería, que por poco acaba siendo material didáctico de parvulario.
Y es que en una cinematografía tan  rica (e insulsa) como es la mexicana del presente siglo, donde conviven los más subterraneos e ilegales video home junto con las comedias más edulcoradas o los discursos homofóbicos de la más baja ralea (como en la controvertida “Pink, el rosa no es como lo pintan”) “Cómo filmar una XXX” no es más que el enésimo intento por pergeñar una divertida sátira en torno al cine pornográfico que, también por enésima vez, fracasa en su afán como fracasaron muestras americanas tal que “¿Hacemos una porno?” o españolas como “No lo llames amor… llámalo X”.
Pero en cualquier caso, cualquiera de estas es infinitamente mejor que “Cómo filmar una XXX”.
Un aspirante a director de cine de autor, ve como su proyecto es tirado por la secretaría  de cinematografía mexicana (el equivalente mexicano al Icaa), por lo que se las promete muy tristes; debe 14 meses de alquiler y su futuro es muy negro. En una de estas que un extraño individuo le llama un buen día por teléfono y, diciendo ser productor de éxito, le propone a nuestro director rodar una película, este se apresura a  firmar un contrato por la misma y cuando ya no hay vuelta atrás, se percata de que por lo que ha firmado, es por la producción de una película pornográfica. Así, engañará a todos los que previamente embauca en el rodaje de esta película con la intención de hacerles creer que lo que están rodando es una producción estándar.
Desde luego, todos los personajes de esta película son imbéciles, porque ¿cómo pretende nuestro protagonista hacer una película porno sin que se enteren actores, sonidistas, maquilladores y, lo que es más importante, las actrices que han de ser folladas? las soluciones que toma para llevar a buen puerto su producción parecen ideadas por un retrasado mental. Claro que si hubiera el personaje tirado por la solución coherente, es decir, contratar personal afín a la pornografía, no habría película. Y a lo mejor eso hubiera sido lo más inteligente,  que este engendro no se hubiera rodado nunca.
Una historia mil veces vista, mil veces contada y, casi siempre, mil veces mejor que aquí.
Por descontado, no vemos ni un solo desnudo, porque aunque se trata de una comedia raunchy, en realidad estamos ante un film dominguero para toda la familia.
La falta del dominio del tempo con secuencias eternas que nunca llegan a su fín, así como la poca capacidad que tiene la película para hacer reír al espectador, convierten una cosa a priori ligera, en casi dos horas de suplicio para aquél que, como yo, decida sentarse frente una pantalla a ver de que va la cosa. Su director, Manuel Escalante, debuta para la gran pantalla tras desvirgarse en las labores de dirección con dos telefilmes previos. Sin embargo, es tanta la sed que tiene México de este tipo de productos desenfadados y amables, que las críticas del film en su país, así como la taquilla del mismo, han situado a “Cómo filmar una XXX” en un lugar privilegiado de la comedia mexicana de los últimos años. Para mí, en cambio, no ha resultado más que un bodrio cuyo único aliciente radica en lo exótico de la propuesta.
Dentro de un reparto plagado de actores mexicanos de segunda fila, destaca la presencia de Héctor Jiménez, actor atrofiado, deforme, contrahecho y tullido, que habiendo hecho sus pinitos en la comedia intelectualoide de Jared Hess en cintas como “Super Nacho” o en cosas más cafres como puedan ser “Epic Movie” o “Cerdos Salvajes: Con un par de… ruedas” al final se ha quedado para vestir santos en su México natal donde además, y como pasó en su mini carrera en los EUA, está plenamente condicionado por su físico.

lunes, 15 de abril de 2019

SALSA

Otra consecuencia “made in Cannon” del éxito de “Breakdance” y anterior a la guerra de Lambadas de los primeros años de la década de los 90. Golan y Globus, en sus años de decadencia, seguían emperrados en hacer películas de bajo presupuesto cuyo gancho comercial fueran los ritmos urbanos de los barrios. Por eso era inevitable que se sacaran de la manga una película protagonizada íntegramente por latinos y para un público latino instalado en los USA. Y se cascan un film como este, “Salsa”, que se encarga de seguir los patrones establecidos cuatro años antes por “Breakdance” solo que multiplicando por diez las dosis de romanticismo y mostrándonos una música atemporal pero de corte clásico como es la Salsa, como si esta fuera una nueva tendencia callejera. Y sí, pero en realidad, no.
Entonces, se nos presenta a lo que los Go-Go Boys consideraban una futura estrella emergente, al puertorriqueño Bobby Rosa, que con esas pintas de latin lover ochentero a lo Gerardo Mejía  y esa manera de sobre actuar (que le valió un razzie como peor nueva estrella), se prodiga como uno de los actores más repugnantes vistos jamás en una película. Verle susurrar en español a un coche al que acaba de reparar, mientras se pega unos bailes de lo más estúpidos, además de esa melena rizada, da verdadera grima. Y por supuesto, el personaje se llama Rico.
Rico, mecánico de profesión, por las noches baila Salsa en la discoteca, género musical este en el que está hecho un verdadero as, cuando para presentarse a un concurso que le puede llevar a su Puerto rico natal dónde triunfará bailando, decide dejar a su novia para emparejarse artísticamente con “La Reina de la Salsa”, una vieja gloria del baile que pretende revivir sus tiempos de éxito bailando junto a Rico. Mientras tanto, los conflictos amorosos se suceden, a Rico le da tiempo a tontear con alguna chica menor de edad y a partirle la cara a su mejor amigo por echarle en cara que se enamore de esta, que es su hermana pequeña.
Como la trama es tan endeble y para justificar el contenido musical de la cinta, engordan el metraje con las actuaciones de Celia Cruz, Tito Puente y otros tantos artistas populares latinos, amén de que los numeritos de baile se antojan eternos. Insulsa a más no poder, quizás, la peor de las películas de ritmos urbanos de la Cannon. Por supuesto, el humor involuntario está a la orden del día igual que la vergüenza ajena que nos proporciona en cada plano en el que hace acto de presencia el tal Bobby Rosa. Rosa, era uno de los miembros del grupo infantil Menudo, una especie de Parchís latino que se hicieron mega-famosos en todo el mundo. La Cannon se aprovechó su facha y su baile para dar vida al protagonista de esta película. Rosa, que venía de hacer una serie de televisión, debutaría en esta cinta con muy mala fortuna, después haría un film de procedencia alemana para nunca más volver a ponerse delante de una cámara. Eso sí, se gana la vida en el mundo de la música, trabajando en el estudio en calidad de compositor.
Es malísima, por lo que queda claro que el tándem clásico de Cannon que se ocupó de la película, Boaz Davidson a la dirección y co-escribiendo el guión junto a Eli Tavor, lo hicieron con el piloto automático puesto. Chas, chas, numerito musical, chas, chas, actuación de grupo musical y chas, chas, confuso y extraño final que a nadie convence ni interesa.
En nuestro país la vieron unos escasos 126.000 espectadores, que para el tipo de película que es y el tipo de público a la que va destinado, no creo que sea un mal número.

sábado, 13 de abril de 2019

SESIÓN DOBLE : GHOULIES + THE TOYBOX (LA CARAVANA DEL MAL)

GHOULIES : Todo un clásico de la factoría "Empire" que arrastra la fama de ser una explotación del "Gremlins" de Joe Dante. Sin embargo, y aunque corren muchas historias e historietas al respecto, no está del todo claro si es así, simple casualidad... o una mezcla de ambas cosas. Independientemente de eso, la cruda realidad es que "Ghoulies" es, en esencia, una película bastante mala. ¿Entrañable? Puede. Nadie duda que el concepto del ghoulie surgiendo del cagadero es estupendo. Así como las colaboraciones de varios habituales del clan "Empire" como Richard Band echando un cable con la banda sonora o el fallecido John Carl Buechler ocupándose de los cutre-efectos especiales. Pero todo ello no la salva de ser un producto mediocre, con estructura de slasher, tirando a aburrido y algunas interpretaciones que dan grima.
Una pareja se instala en el antiguo caserón familiar donde años atrás él estuvo apunto de ser pasto de un sacrificio satánico. Obviamente las fuerzas del mal saldrán a reclamar lo suyo y el muchacho comenzará a comportarse raro. Tanto como para invocar a los "Ghoulies", a un par de enanos y liar a sus amigos en movidas oscuras. Para desgracia de él, el maestro original surgirá de la tumba dispuesto a recuperar el mando.
Sobrevalorada por el fandom y perfectamente prescindible, en el reparto localizamos nada menos que a Jack "Cabeza Borradora" Nance. 
Tuvo varias secuelas. La segunda es sutilmente superior, pero el resto son terribles.

THE TOYBOX (LA CARAVANA DEL MAL) : La idea de una caravana encantada es un concepto tirando a ridículo que solo el talento de un buen director -y/o un guionista- pueden salvar de la quema. "The Toybox" va exactamente de eso, de una familia que ha sufrido la pérdida de la madre y deciden pegarse un viaje en una vieja caravana comprada a precio de saldo por el padre. Obviamente esta guarda un oscuro secreto, fue la guarida de un feo y temible psycho-killer que aparecerá en formato fantasma y les hará las mil putadas.
Tom Nagel, director, se esfuerza mucho en no caer en ese ridículo del que hablaba. Y de entrada lo consigue. Pero finalmente la cruda realidad acaba imponiéndose y "The Toybox" se convierte a ratos en una comedia involuntaria por mucho semi-gore y mal rollo que haya. Incluso osan acabar con la vida de una cría, pero tampoco se dejan llevar por excesos.
Denise Richards, en un momento muy bajo de su antaño lustrosa trayectoria (y apariencia física), se deja ver como la sufrida madre.Antes que "The Toybox", Tom Nagel había firmado la también muy olvidable "ClownTown" y ha hecho sus pinitos como actor tanto en zetismos de "Asylum" como en superproducciones hollywoodienses.


viernes, 12 de abril de 2019

OTRA CIUDAD, OTRA LEY

“Otra ciudad, otra Ley” parte de la base de volver a ver juntos en la gran pantalla tras muchísimos años a dos estrellas del Hollywood clásico, todavía vivas en los ochenta, como eran Kirk Douglas y Burt Lancaster. A partir de ahí, se cuenta la historia de dos ladrones de trenes que tras pasar en la cárcel 30 años, salen libres en plenos años ochenta. En consecuencia, todo a cambiado mucho, ellos son ya señores mayores y no se adaptan ni al estilo de vida imperante en esa década, ni al destino que el asistente social ha buscado para ellos; uno acaba en un asilo mientras que el otro tiene que trabajar en una heladería. Mientras intentan adaptarse a la situación, deciden volver a reunir a su banda para  asaltar por segunda vez el mismo tren por el que fueron encarcelados hace 30 años. La diversión está asegurada.
Jeff Kanew, reputado montador de Hollywood y director de la estupenda “La Revancha de los novatos” cumplió un sueño cuando pudo juntar en su propia película a sus dos héroes de la infancia y a adolescencia, Kirk Douglas y Burt Lancaster. Así que se lo debió pasar como un niño pequeño dirigiendo a las dos estrellas en esta película. O eso debió pensar cuando con su equipo habitual comenzó a idearla. Lo que no sabía es que con los dos actores ya ancianos iba a tener algún que otro problemilla. Aunque nada que no hiciera merecer la pena el pegarse el gustazo de hacer esta película.
Para empezar, los dos actores, entrados ya en la tercera edad, eran ambos sacos de manías y mientras que Burt Lancaster estaba ya achacoso y bastante torpe, Kirk Douglas por el contrario estaba en plena forma, motivo este por el que surgieron algunas que otras desavenencias entre los actores en el rodaje, amén de que el caché de uno era más alto que el del otro. En definitiva, no se llevaron bien y Kanew, en consecuencia, sufrió verdaderos dolores de cabeza dirigiéndoles.
Por otro lado, Lancaster, que ya había tenido operaciones de corazón y llevaba un cuadruple bypass, tenía serias dificultades para memorizar los diálogos, por lo que tenían que ponerle enormes carteles con su texto para que los leyese durante sus escenas. Tampoco los podía leer correctamente, motivando que el desarrollo de la filmación se complicara constantemente. Por suerte, el oficio de Lancaster era mayor y, cuenta Jeff Kanew, que finalmente salvaba la papeleta con talento tirando de improvisación o cuando, tras muchas tomas, lograba recordar sus textos. Por el contrario, Douglas se encontraba como pez en el agua, por eso se reservaban para él las escenas más dinámicas, como cuando tiene que bailar en la discoteca frenéticamente. De hecho, ahí sigue el hombre con 102 años que va a durar más que su propio hijo.
“Otra ciudad, otra ley” cuya colección de tópicos y clichés es abrumadora, que puede pecar de tontorrona y por momentos pasamos algo de vergüenza ajena con Douglas y Lancaster en las situaciones por las que se les hace pasar  (Douglas con un traje chillón y ochentero para ir a la disco o el enfrentamiento de los dos abueletes contra una panda de gangztaz en un suburbio, son momentos verdaderamente bochornosos), sin embargo funciona a todos los niveles gracias al entretenimiento que nos proporciona toda la película, que por otro lado, está sembrada con buenos gags y diálogos divertidos. Por lo demás, es una comedia de “pez fuera del agua” con todo lo que este subgénero conlleva.
El tramo final, hace aguas por todas partes.
Así, el paso del tiempo, la nostalgia, y lo simpático de la propuesta, hace que pasemos por alto cualquier irregularidad y que disfrutemos como enanos durante el visionado de la película.
Siendo la primera producción de la Touchtone Pictures como tal, que en los 80 hacía comedietas ligeras para todos los públicos como churros, así como alguna cinta potable de acción, en el reparto tenemos a Elli Wallach que está divertidísimo y que ocupa el puesto de un veterano Adolph Caesar que falleció durante la preproducción, un debutante Dana Carvey con cara de bobo que luego se convertiría en uno de los cómicos con menos gracia de la escena americana, y que, en el casting, le levantó el papel a un Jim Carrey que no acababa de hacerse un hueco en la industria (luego la reventaría como saben) y un Charles Durning, haciendo de Charles Durgning
En cuanto a la filmografía de Jeff Kanew, iregular hasta decir basta, cuenta con títulos como, además del ya mencionado “La Revancha de los novatos”, “¡Te pillé! (Gotcha!)”, “La tropa de Beverly Hills” o “Detective con medias de seda”, que me provocan, a rasgos generales, un montón de simpatía. Aunque lleva inactivo desde 2013, lo más destacado que ha realizado, una vez entrado en la década de los 90, sería el documental que le dedica a Kirk Douglas titulado “Kirk Douglas: Before I Forget”.
Mención a parte merece su película de bajo presupuesto para National Lampoon “Adan y Eva (Ella siempre dice no)” que está bastante decente y divertida.

miércoles, 10 de abril de 2019

DEMONS

"Demons" tiene en su currículo varios honores. Principalmente, ser el salto del cisne del "buen" terror moderno Italiano. El testamento de una era "dorada" repleta de títulos que, ante todo, sorprendían por su cuantiosa truculencia. Así mismo, también le pertoca la entrañable condición de producto eminentemente juvenil, desenfadado y, en una palabra, macarra. "Demons" va directa a la entrepierna, a la "alucinada", y da igual los medios que necesite para lograrlo: Una banda sonora trufada de heavy metal ochentero que adorna las secuencias más violentas e impactantes. Momentos como el enfrentamiento entre los monstruos y el héroe subido a una moto, sable en ristre, es el ejemplo más gráfico. Imposible no fliparse con semejante material. Y es que "Demons" es un puto tebeo, uno malo y chusco, pero uno que funciona perfectamente dentro de su peculiar universo.
La historia es lo de menos. Un grupo de individuos anónimos es invitado al pase de una película de terror sobre demonios pestilentes que cobrará vida en la platea. Los espectadores serán poseídos uno tras otro, y los que se libren tendrán que defenderse. Una excusa como cualquier otra para encadenar locuras visuales, gore del de antes y muy italiano en su sádico detalle, luces de colores, humo, interpretaciones que duelen y unos diálogos que es para prender fuego al guión.
Pero no importa, porque "Demons" es una película cafre que reconoce y abraza su condición, no la oculta para nada. Tal vez de modo consciente, o tal vez no. Es tan mala como gozable en su estupidez, detalle este que se les ha escapado a muchos. Hay un fandom por ahí que la adora como si fuese realmente adorable, y no, creo que se equivocan. Pero allá cada uno con lo suyo.
Dario Argento quiso producirle a Sam Raimi una secuela de "Posesión Infernal", antes de que esta se materializara por cortesía de Dino de Laurentiis, pero no pudo ser. Algo me dice que el padre de "Suspiria" se quedó con las ganas y produjo "Demons" para desquitarse. Consciente de que el invento no era digno de él -no en aquella época, hoy sería otro cantar- contrató al mediocre Lamberto Bava para que la dirigiera. Y el resto es historia. O histeria.
Fue un exitazo y generó una segunda parte inferior. La tercera nunca acabó de llegar, a pesar de que hubo varios intentos bastardos.
La música de Claudio Simonetti es estupenda en lo suyo y deja huella.
Un divertimento que se recomienda ver con el cerebro puesto en "Off".

lunes, 8 de abril de 2019

ARCHIE VS. DEPREDADOR

“Archie”, el popular tebeo creado en los albores de los años 40 por John Goldwater y puesto en el papel por Vic Bloom y Bob Montana al guion y los lápices respectivamente y que narra las historietas de un grupo de adolescentes y sus quehaceres diarios, es poco más que una institución, una insignia de la cultura popular americana y uno de los cómics en activo más longevos. Tras montones de colecciones, merchadising y series de dibujos animados, todavía  su empresa, Archie comics, se sustenta principalmente de las aventuras de este grupo de adolescentes y sus problemas de corte romántico humorístico.
A España, “Archie”, llegó a los kioscos gracias a la mexicana editorial Novaro con cuentagotas, pero se hizo popular gracias a la serie animada de Hanna – Barbera, que creada en los años 60 se emitió en nuestro país en los 80 y, más allá de eso, es conocido sobre todo por los amantes del cómic más inquietos y experimentados.
Como fuere, “Archie” en la actualidad se sigue editando, si bien han cambiado la idiosincrasia de los personajes para adaptarlo a las costumbres y modos de vida contemporáneos y se está experimentando con el personaje hasta, prácticamente, hacerle perder la identidad. Ahora muchos de estos cómics nos presentan a Archie y su pandilla en dibujos de corte realista y vestidos como “Millenials” y el otro atractivo con el que cuenta la serie son los bizarros e improbables crossovers a los que se les somete a diario, así como las historias paralelas que van desde el noir hasta el terror y en las que lo único que tiene que ver con el universo de Archie, es la propia pandilla de Archie.
Esta práctica no es nueva y se lleva extendiendo desde los años 90 y tras el éxito que supuso el primer crossover  al que se sometió a Archie con el cómic “Archie Meets The Punisher”, en el que se enfrenta a nuestro protagonista nada menos que con El Castigador.
Dentro de esa dinámica, Norma editorial edita la colección de cuatro números de los que se compone este “Archie Vs, Depredador” y que surgen de la necesidad de ganar cuartos por parte de Archie comics, Dark Horse y Fox.
La principal gracia del asunto, además de la obvia, radica en que si en este tipo de recreaciones últimamente se le estaba otorgando un tono realista al  cómic de Archie, en esta ocasión, y de la mano de Alex de Campi, Fernando Ruiz, Rich Koslowski y Jason Millet, lo que se hace es devolverle a Archie y su pandilla el tono humorístico, el aspecto de cartoon y hacer lo propio con el depredador, es decir, que lo vuelven Cartoon y a partir de ahí, comienza la marcianada.
Pero más allá de eso, y una vez satisfecha la curiosidad que nos produce una propuesta como esta, poco más ofrece este tebeo. Es bastante aburrido y poco resultón, y el único aliciente quizás hubiera sido rompedor en los 80 —y si me apuran, en los 90— es el poder ver como el depredador desmiembra, trocea y descabeza a la gran mayoría de la pandilla de Archie de manera salvaje, con todo lujo de detalles y sin contarse. Sin embargo, como todo esto ocurre en el universo catooniano, el lector se queda igual, o se echa unas risas. Quizás, al contrario, si como se estaba haciendo hace poco con Archie, hubieran introducido al depredador dentro de la línea más realista, ese gore, ese salvajismo, nos hubiera impactado.
La cosa va de un premio que ganan Archie y su panda, que consiste en unas vacaciones pagadas en un resort sito en algún lugar paradisíaco, con tan mala suerte que, llevándose estos un extraño puñal que se encuentran en plana selva y que, posiblemente, pertenezca al depredador, este les persigue hasta su hábitat natural dando cuenta de cada uno de ellos. Para defenderse, los chicos tendrán sus propios recursos, como convertir a Archie en un robot a lo Mazinguer Z.
La verdad es que, en todos los sentidos, es poca cosa.  Por saciar la curiosidad, siempre y cuando, se encuentren este volumen en una biblioteca.

sábado, 6 de abril de 2019

SESIÓN DOBLE : BLANCO PERFECTO + INCIDENT IN A GHOSTLAND

BLANCO PERFECTO : Sin aparente explicación racional -cosa que siempre agradezco- unos chavales que iban de viaje en coche por carreteras solitarias se convierten en el blanco de un despiadado francotirador que se divierte (¿o se entrena?) disparando contra ellos. Tendrán que ingeniárselas para evitar caer bajo las balas y, si es posible, escapar o detener al asesino.
Ryûhei Kitamura, director de la visible pero poco más "El vagón de la muerte", se marca una epopeya entre el terror y el thriller desarrollada en tiempo real, con un único escenario y un reparto ajustado. No se puede decir que el suspense chorree todo lo que podría. En cualquier caso lo que sí chorrea es la sangre, y no poca. Cierto es que esta clase de películas bordean siempre el sopor de forma peligrosa, y "Blanco Perfecto" por momentos coquetea con el, pero nunca llega a dejarse atrapar y, lo que es aún más destacable, cuanto más nos aproximamos al desenlace, más se anima el cotarro y más crece nuestro interés.
En el reparto destaca Graham Skipper, habitual del terror "indie" al que le encanta morir cruentamente allá donde se marque un papelito.
Dios bendiga a los largometrajes de 90 minutos.
INCIDENT IN A GHOSTLAND : En cuestión de largometrajes, el francés Pascal Laugier tiende a alternar sistemáticamente lo bueno con lo malo. Su primera obra, "El Internado", era un tostón. Por contra la siguiente, "Martyrs", estaba un rato bien. Envalentonado abordó la número tres ya en terreno norteamericano, "El hombre de las sombras", que se saldó con otro producto mediocre y aburrido. Por ley tocaba que su cuarta película saliera bien y puedo decir que las expectativas se han cumplido.
"Incident in a Ghostland" narra la historia de una madre soltera con sus dos hijas, muy distintas ellas (la sensible fan de H.P.Lovecraft aspirante a escritora y la rebelde y encabronada), que aterrizan en un viejo y siniestro caserón familiar donde serán atacadas por un par de grotescos psicópatas. Tras enfrentarse a ellos y vencerlos, la futura escritora crecerá y se convertirá en una mujer de éxito, mientras que la otra acabará extremadamente traumatizada. Será durante una visita puntual de la primera que las cosas comenzarán a torcerse y la realidad dará un giro inesperado para muy mal.
A Pascal Laugier ya le gusta sorprender con volteretas narrativas inesperadas, y en esta ocasión no solo reincide en ello, es que además le sale bien. La película arranca de manera tremendamente intensa, con secuencias de violencia que sin ser muy truculentas, impactan. Los villanos están muy logrados y resultan inquietantes. En cualquier caso, y cuando parece que la historia se encalla, viene el mentado giro y con él se recuperan el interés y la intensidad. Así nos mantiene hasta el final, logrando que al salir el "The End" la sensación sea bastante satisfactoria.

viernes, 5 de abril de 2019

ELMO EN EL PAÍS DE LOS GRUÑONES

Probablemente estemos ante la mejor película Muppet de la factoría Jim Henson, la segunda de la franquicia “Barrio Sésamo” tras “Sesame Street: Follow that Bird” —que no está nada claro si llegó a estrenarse en España o no— y una película infantil absolutamente eficaz y entrañable, que sin embargo en el momento de su estreno en los EUA, apenas llegó a recuperar la mitad de su coste de producción, suponiendo un batacazo de dimensiones catastróficas. Y es una pena porque “Elmo en el país de los Gruñones” evoca al gran cine de Jim Henson y está más cercana de una aventura fantástica en la línea de “Dentro del laberinto” que de una película al uso con marionetas. Eso por un lado. Por otro, se trata de una película cuyo target de edad se encuentra entre los 2 y 6 años y, centrada en ese público y en nadie más que ese público, la película es una experiencia  interactiva deliciosa (porque los personajes piden la colaboración de los posibles niños que vayan a verla, rompiendo la cuarta pared) cuya principal premisa es la de educar a esos niños caprichosos que todo lo que tocan lo convierten en algo suyo, para que compartan y no sean tan egoístas. Si la película cumple o no con su objetivo, lo desconozco, pero la intentona es buena y el resultado una delicia.
Así, cuando el pequeño monstruito Elmo pierde su mantita, acaba entrando en una especie de túnel multidimensional que le llevará al país de los Gruñones, dónde emprenderá la búsqueda de su querida manta sorteando toda suerte de peligros de camino al castillo de Huxley, un adulto caprichoso —y deudor de Willy Wonka— que le roba la manta a Elmo antes sus propios ojos. Mientras, una sucesión de bonitos números musicales y la presencia de nuestros personajes favoritos de “Barrio Sésamo”.
Una película de aventuras para niños muy pequeños, que juguetea con ciertos toques de crueldad y terror, motivo este por el que merece una mención especial la presencia en el film de los mismísimos Epi y Blas. Cada vez que a Elmo le sucede alguna desgracia o algo terrorífico (para niños, no lo olviden) estos interrumpen la narración para  explicar a los niños que pudiera haber en la sala de cine, que no pasa nada, que todo saldrá bien, y que Elmo pronto sabrá salir de esa situación. Toda esta interactividad, más televisiva que cinematográfica, convierten a “Elmo en el país de los Gruñones” en una película extraña y atípica, además de ser una orgía de diversión para los niños.
El caso es que, con la tontería, yo creo que como adulto resabiado que soy, he disfrutado más con esta película tan bonica que cualquier niño que se ponga ante ella, quizás porque ese tipo de cine es más propio para los que fuimos niños en mi generación, que para los de la actual (o los del año en que se estrenó esta película, 1999).
Por otra parte, el film si consiguió acaparar la atención de la crítica y, cuajadaza de preciosas canciones (la que abre la película e interpretada por el propio Elmo es sensacional), su banda sonora original se hizo con el premio Grammy al mejor álbum infantil en 1999. Y Vanesa Williams, entonces en boga, no solo interpreta una de las canciones, sino que da vida a la Reina de la basura.
Sin cameos de actores populares reseñables (por lo visto en la anterior película de “Barrio Sésamo” aparecían John Candy y Chevy Chase, por ejemplo) y sin más aspavientos que un montón de muñecos de felpa y un guion muy inspirado, yo creo que “Elmo en el país de los Gruñones” es una de las películas infantiles más infravaloradas del pasado siglo. Y es una pena porque está francamente bien.
Dirige estupendamente Gary Halvorson, que con mucha televisión a sus espaldas, firmaría su única película para cine.
En España, que se estrenó más o menos decentemente, llevó a las salas a casi 30.000 espectadores, lo que dadas las circunstancias, y teniendo en cuenta que Elmo no es uno de los personajes de Barrio Sésamo más populares en nuestro país, está muy, pero que muy bien.