Llevaba tiempo queriendo recuperar algunos libros de la mítica colección ochentosa "Super Terror" según las artes editoriales de Martínez Roca. De chaval me fascinaban, no tanto por su contenido como por el aspecto, el diseño, el formato y las notorias ilustraciones de portada, cortesía de Horacio Salinas Blanch. Ya saben -o deberían- que no me gusta demasiado leer ficción. Únicamente lo he hecho cuando la ocasión ha sido especial, como con las dos novelas originales de "Death Wish". En este caso el motivador era la dulce y terrible nostalgia.
Curiosamente, solo hay un escritor del que me he leído más de un libro. Concretamente dos. Y no, no es Stephen King. Es Richard Laymon, a quien Martínez Roca editó tres obras, la reseñada, "El Sótano", que también me leí, y "Sangre en el bosque", que no logré terminar. Por ello me hacía especial ilusión recuperarlas. Cosa que conseguí -en parte- visitando una tienda de antigüedades y rebuscando en los estantes sin esperar nada de nada. Menuda alegría me llevé cuando localicé tres tochitos de "Super Terror" y uno de ellos era... este.
"Apagadas están las luces" cuenta la historia de un cine donde se proyectan las películas "snuff" que confeccionan una panda de psicópatas. Aunque quedarse con eso sería no hacerle justicia al libro, porque en realidad esa es una especie de trama secundaria, de fondo. La realmente principal se centra en un trío amoroso. Una escritora a quien su marido le pone los cuernos con una auténtica zorruna despiadada. Cuando las evidencias de que hay infidelidad se hacen demasiado evidentes, la chica se lía con un detective del que se enamora perdidamente a pesar del mosqueo del marido legítimo, que sigue ocultando que se folla a otra y decide matar al recién llegado. Aunque parezca mentira, las tres narraciones terminarán confluyendo en las últimas páginas. Me mola especialmente cómo se lo monta Laymon para que la escritora descubra el pastel de las pelis "snuff", es un giro que un lector menos tonto que yo habría podido ver venir. Pero a mi, oiga, pues me sorprendió.
Antes de ponerme a leer "Apagadas están las luces", y teniendo en cuenta que no me acordaba casi nada de la primera vez que lo hiciera siendo jovenzuelo, me esperaba una trama más lineal, propia de una peli de terror de segunda llevada al formato "letril". Sin embargo, fue grato descubrir que no, que el modo de estructurar los hechos y tal lo era todo menos previsible o convencional, cosa que hizo la lectura más interesante, a pesar de ese tufo culebronesco. Las secuencias netamente de horror tampoco son tan brutales como las pintaban, aunque sí hay una, que sucede durante una cena en la que se sirve carne humana, capaz de dejarte un poso así como incómodo.
En resumen, una lectura bastante amena gracias al estilo directo y dinámico de Richard Laymon.
Ya tengo "El Sótano" en camino.