José María Zabalza, director que quizás las hordas rancias
de seguidores del fantaterror español sobre valoran por tener en su filmografía un
par de películas de horror y géneros afines, una de ellas de las peores
películas de Paul Naschy, y la otra, una cosa insufrible cuyo mayor hándicap es
que se rodó en tan solo un día, es un completo desconocido para el gran público
e incluso si me apuran, para el especializado. Como fuere, Zabalza, es más
conocido por aquellas anécdotas que cuentan que durante el rodaje de “La furia
del hombre lobo” dejó escribir parte de los diálogos a su sobrino de 13 años, o
aquella tan divertida que cuenta que se cruzó, a braza, la pista de baile de
una discoteca. En ambas anécdotas, el director estaba borracho. Más allá de
eso, dudo que muchos más le conozcan por sus westerns de serie B y medio pelo,
o el sutil humor de su “Entierro de un funcionario en primavera” que le costó
no pocos problemas con la censura y una categoría de tercer orden en aquella
nefasta época en que una película podía tener mayor repercusión y éxito según
las decisiones de un comité de evaluación. Sin embargo, no es un buen director,
ni lo es tan malo como para que su historia genere un mínimo de interés.
Digamos que, vida y obra de Zabalza, es muy del montón. Por eso extraña tanto
que se le haga esta reivindicación, necesaria, porque aunque su obra es algo
intrascendente se trata de un director de industria que trabajó toda su vida
bajo mínimos y que al final de su carrera estaba durmiendo en un banco en el parque,
y porque a pesar de todo, es un director con 20 películas estrenadas en cines.
Y por supuesto, como con todo, tiene sus fanáticos e incondicionales, que serán
más bien pocos, y para ellos va dedicado este documental, “Director Z: El
vendedor de Ilusiones”.
Oskar Tejedor convoca a especialistas del cine de género,
familiares del director y gente que
trabajó en sus películas, para contarnos su historia de la mano de estos
invitados, en un documental de estructura de lo más formal. Se nos cuenta, material
de archivo mediante y bustos parlantes (que es como a fin de cuentas ha de ser
un documental de estas características), la historia en el mundo del cine de
este realizador que, quizás más que ningún otro, tuvo que sacar adelante el
ingenio ante las dificultades y mal vivir de su obra, mientras que jamás se le
brindó ninguna distinción. No hay premios, ni menciones, ni grandes taquillas,
ni buenas críticas en su filmografía. El público más formado, le conoce por las
anécdotas citadas al principio de la reseña, y el resto, simplemente le ignora.
Así, Tejedor se saca de la manga este homenaje que pretende,
como mínimo, ponerle en su sitio. Y eso siempre está muy bien, dedicarle un
tiempo y una retrospectiva a un auténtico loser. Lo que pasa es que el personaje
tampoco es lo suficientemente interesante como para que la hora y veinte que
dura el documental no se nos haga eterna. Es un poco aburrido este “Director Z:
El vendedor de ilusiones”. Llena de buenas intenciones, es mejor el hecho de
que se trate de un documental sobre Zabalza en concreto, que todo lo que nos
cuenta y como nos lo cuenta.
Con todo, un visionado no puede hacer daño a nadie, y menos
al cinéfilo inquieto, que es el que se acercará a echarle un ojo a este
documental.
Podía haber estado mejor, eso sí.