El cine de John Cassavetes, aún pecando la mayoría de las
veces de demasiado denso o ininteligible, me resulta sobre todo muy
interesante. A Cassavetes hay que echarle paciencia y poner todos los sentidos
a la hora de enfrentarse a él. Una vez comprendes lo que está haciendo, ya es
muy difícil no sentir fascinación aunque esta venga anticipada de un atroz
aburrimiento. Pero ese aburrimiento es necesario, porque el cine de Cassavetes
no es cine convencional. En este caso, “Una mujer bajo la influencia” es una
película a todas luces realista, y la realidad tiene un ritmo que no es
cinematográfico precisamente. En la vida real las cosas van más lentas, son
menos dinámicas que el cine. Pues eso, el trasladar los tempos de la vida
cotidiana a la pantalla, Cassavetes lo hace de perlas. Por otro lado, me
fascina la manera de rodar de Cassavetes; este tiene un sentido de la estética
completamente anti académico y combina planos en los que el encuadre viene
precedido de una composición previa, con una iluminación concreta y con
intenciones artísticas, con otros totalmente caóticos en los que vemos como la
cámara se mueve a trompicones y abundan los desenfoques, casi como si un
amateur cogiera una cámara de cine por primera vez. Y eso me parece fabuloso.
Por otro lado, a Cassavetes, padre del auténtico cine
independiente, nunca se lo han puesto fácil. Cada película le ha costado sangre
sudor y lágrimas hacerla realidad.
“Una mujer bajo influencia”, capricho como actriz de Gena
Rowlands, es el resultado de una obra de teatro que esta no se vio capaz de
llevar a cabo por la dureza de su interpretación, por lo que su marido, John
Cassavetes, decidió hacerle una película a su medida. Obviamente, una película
de casi tres horas a base de mucha conversación, mucho tempo muerto y donde los
actores van a improvisar durante horas según las indicaciones del director,
comercialmente era un suicidio, por lo que ningún estudio en Hollywood quería
financiar una obra así. Esto, desde luego, no amedrantó a Cassavetes que, ni
corto ni perezoso, pidió una hipoteca sobre su casa y no se puso ni colorado a la hora de solicitar
participaciones a sus amigos. Peter Falk, protagonista de la película, amigo de
Cassavetes y cómplice de sus fechorías, no solo protagonizó la película, sino
que aportó medio millón de dólares a su financiación, por lo que todo quedaba
en casa realmente. Luego, con lo que consiguió y con estudiantes del American
Film Institute, y filmando en lugares reales, en exteriores de su entorno,
consiguió sacar adelante esta película, casi con lo puesto.
Por descontado, una película que se gesta al margen de los
estudios no puede esperar que estos la apoyen a la hora de financiarla, por lo
que Cassavetes se vio en la tesitura de tener en las latas una película que
nadie iba a distribuir. No pasa nada. Se dedicó a distribuirla el mismo cine a
cine, hablando con los propietarios y pidiendo favores, por lo que “Una mujer
bajo influencia” se convirtió en la primera película que se distribuyó sin el
amparo de una distribuidora de estudio, dentro de los circuitos no marginales. Vamos, que si exceptuamos todo el cine de explotación de décadas anteriores de naturaleza eminentemente independiente, Cassavetes inventó el cine
independiente tal y como hoy lo conocemos, casi sin proponérselo.
Un apunte personal; Obviamente, los estudios no apoyaron la
propuesta de Cassavetes, pero, este entonces ya era una reputada presencia en
Hollywood. A lo que voy es ¿Si en vez de ser John Cassavetes quien distribuyera
cine a cine su propia película fuera un don nadie sin una carrera previa, hubiera
conseguido lo que después consiguio este? Lo más probable es que ese don nadie
hubiera quedado relegado al ostracismo, sin su película en los cines, hasta el
cuello de deudas y sin casa.
Como fuera, a Cassavetes le costó dios y ayuda poner “Una
mujer bajo la influencia” en los cines (aunque también exhibió en
universidades, cineclubes y circuitos marginales) pero esto dio sus frutos, ya
que arrasó en festivales europeos, consiguió mogollón de premios y hasta dos
nominaciones a los Oscars, una para Gena Rowlands como mejor actriz principal y
otra como director para Cassavetes. Por otro lado, la película contó con unas
críticas absolutamente elogiosas y se ganó un prestigio que, a día de hoy,
forma parte de la leyenda de John Cassavetes.
La película, desde luego, no es fácil de ver. Se trata de un
intenso dramón con mucho diálogo, con escenas muy duras y que tanto por forma
como por contenido resulta desasosegante hasta la desesperación. Es antipática,
rancia, con un sentido nulo del espectáculo y con ninguna gana de agradar a
nadie. Lenta, casi sin música, con mucha improvisación y larga como el rabo del
demonio negro, pero con algo en sus imágenes que cautiva y engancha como la
heroína.
Sobre Cassavetes, es más divertido leer que ver sus
películas que son muy aburridas, pero el modo, la forma, el cómo se dejaban
llevar, como improvisaban, como hacían, al fin y al cabo, un cine muy puro, es
algo que me interesa muchísimo y, “Una mujer bajo la influencia”, si tengo el
día tonto, puede llegar a entusiasmarme, de la misma forma que puedo detestarla
a ella y a todo el cine de arte. Con todo, esta es la segunda vez que la veo y
salvo por que tiene una hora ahí que es soberanamente tostón, en su conjunto,
me parece maravillosa. Pero hay que verla tomando conciencia de lo que se va a
ver y sabiendo que Cassavetes no es precisamente fácil.