Ahí va otro exploitation de "Tiburón", con gran oso asesino en lugar de escualo, facturado un año después de la más popular "Grizzly". De hecho, "Fauces" podría ser perfectamente explotación de las dos, ya que ambas fueron éxitos. La primera más que la segunda, obvio, pero éxitos al fin y al cabo. Es más, en algún lugar del planeta, "Fauces" se llegó a estrenar como secuela directa de "Grizzly" (la real anduvo perdida hasta hace bien poco), aprovechando que las dos criaturas peludas protagonistas eran de la misma subespecie. Aunque la reseñada gana en un aspecto, el título. En versión original, "Fauces" se titula "Claws" (garras), que suena muy parecido a "Jaws". Estamos en terreno setentero. Segunda mitad para ser más exactos. Y en el caso de "Fauces", concretamente, el año de la explosión punk en Inglaterra, 1977.
Un enorme oso grizzly es mal herido por unos cazadores furtivos. Tanto se cabrea, que comienza a atacar y matar a todos los seres humanos con los que se cruza. Entre ellos un honesto leñador que acababa de iniciar una relación amorosa. No se lo carga, pero le jode un brazo y le convierte en alguien amargado y lleno de manías. El oso desaparece y, con él, el matrimonio del leñador, que se queda sin mujer ni hijo adolescente. Pero entonces, el animal vuelve de su retiro y lo primero que hace es intentar matar al crío. Ya es mala pata. Así las cosas, el leñador decidirá dejar su vida ermitaña para aniquilarlo.
Les voy a hacer una confesión. "Fauces" es un coñazo. Aburridísima. Las escenas de oso asesino son escasas, aunque en general estén bien facturadas para lo que son esta clase de productos, especialmente porque en la mayoría de planos el animal es genuino. Solo se reservan el disfraz o el muñecote para encuadres fugaces y el desenlace. Casi todo es bla, bla y mucha caminata senderista. Molesta especialmente el culebrón de desamores y esa continua lluvia de absurdos flash-backs, algunos francamente hilarantes. Sin embargo, y a pesar de ello, la disfruté. Hastiado como estoy de muchos de los "tics" del cine moderno, su imagen ultra-limpia, el hiper-realismo, los insuperables efectos infográficos, la frialdad, las intenciones políticamente correctas y esa ausencia de personalidad y carisma, localizar esta mierdecilla de formato cuadrado, look setentero, celuloide roído, trucajes chapuceros y uso/abuso de imágenes documentales de osos y otros animales mal incorporadas a la ficción, pues fue un verdadero soplo de aire fresco. Un gusto total y absoluto (destacando, en este último apartado, toda la secuencia con la que se abre el film, una tremenda pelea real entre dos grizzlys, con cámara tambaleante y la vida del operador en juego. O la imagen de un oso levantándose puesta en "reverse" para que parezca que cae abatido por un disparo. Obviamente lo prefiero a que se lo carguen de verdad, algo no tan raro de ver en la época).
Del personal implicado poco hay que decir, quizás podamos destacar al protagonista, Jason Evers, habitual en productos de segunda y series/telefilms que alcanzó cierto estatus de culto tras encabezar el reparto del clásico del "trash" "The Brain That Wouldn't Die". De hecho, uno de los mayores fans de aquella, Frank Henenlotter -quien quería rodar una secuela directa que nunca pudo llevar a cabo-, le dio un papelito a Evers en "Basket Case 2". Sería el último de su extensa carrera.