viernes, 30 de julio de 2021

PLATO'S RETREAT WEST

Tenía yo gana de ver algún pornete de los que hizo Ray Dennis Steckler y di con este de su etapa ochentera. No es un porno sin alma, porque lo que Steckler recoge con su cámara es poco menos que un legado cultural.
El Plato’s Retreat es una de las primeras franquicias de los llamados clubs de intercambio de parejas o Swinger’s Club, que tras abrir un par de locales, uno mixto y otro para homosexuales en Nueva York, expandió sus horizontes hasta la costa oeste, teniendo su apertura un nuevo local en Los Angeles. Estos locales en aquellos momentos —e igual que ahora— no estaban socialmente bien vistos, máxime, cuando al principio la clientela la componía gente de lo más excéntrica e insalubre. En los interiores se celebraban todo tipo de orgías y se habilitaban zonas de relax, ya sean yacuzzis, ya sean saunas, piscinas o discoteca, donde los socios de aquellos clubs se lo pasaban pipa.
Cuentan que, frecuentados sobre todo por gentes de mal vivir, no era raro encontrarse miembros de la contracultura yankee en sus instalaciones, así como se convirtió en refugio de actores porno que acudían al Plato’s Retreat a seguir follando después de sus duras jornadas de trabajo. Bette Midler era una habitual, pero no iba a los clubes mixtos; ella frecuentaba el local habilitado para homosexuales, o sea, que no iba a follar, iba allí a pasar el rato con los gays que, por otro lado, eran sus mayores fans y aliados.
Por supuesto, las fuerzas vivas querían parar la actividad de estos locales y, en 1985,  con la epidemia de Sida (y la evasión de impuestos por parte de sus propietarios, lógicamente), el estado encontró el motivo perfecto para cerrar sus puertas, por lo que Plato’s Retreat, apenas tuvo una vida comprendida entre los años 1979 y 1985.
Por otro lado, el Plato’s Retreat West de Los Angeles, no funcionó como se esperaba y tan solo duró abierto 6 meses, pero estos fueron más que suficientes para que el bueno de Ray Dennis Steckler rodara dentro de sus instalaciones, una película completa sobre el tema.
En “Plato’s Retreat West”, Steckler, se limita a filmar una orgía en el interior del local, con actores y actrices que ya estaban acostumbrados a ese tipo de filmaciones, por lo que la película, en verdad, no tiene ninguna  trama ni ningún argumento. Tan solo vislumbramos a gente de todo tipo de tamaño y anatomías teniendo sexo en grupo. Los swingers, hacen algún parón en la actividad sexual para calzarse unos patines y patinar en pelotas por la pista de baile, dando una nota de color al film, para después continuar follando. De vez en cuando la voz en off de Ray Dennis Steckler hace acto de presencia para explicar en qué consiste el modo de vida swinger. No hay más.
Lo curioso es que, todo lo  que tiene de negado Steckler a la hora de abordar el cine convencional, lo tiene de habilidoso para filmar porno (y eso que, según se dice, lo detestaba), porque, y créanme, me puse a ver la película con la intención de quitarla si no había algo que me llamara mínimamente la atención y me la acabé viendo entera ¡una película porno en la que solo follan! ¿Que es lo que hace condenadamente entretenida esta película porno, incluso por encima de cualquiera de las películas convencionales de Steckler? Sin duda, su ritmazo. El montaje es una absoluta barbaridad para tratarse de una película porno. Por lo general, los planos en el porno son larguísimos, se recrean durante minutos en las mamadas o las folladas, pero aquí, Steckler se encuentra en la tesitura de que tiene que filmar a un montón de personas que follan al unísono, así que opta, quizás por pura inercia, por detenerse tan solo unos segundos en cada acto sexual de los cientos que se están ejecutando a la vez, tan solo prestando más atención cuando alguno de los actores se corre, por lo que todo son planos de poca duración y no da descanso. La película no sirve para pajearse porque salta de una pareja a otra cada pocos segundos sin que nos podamos concentrar en ninguna de ellas, imposible pajearse, pero desde luego, sirve para que el espectador no se aburra terriblemente y se convierte, sin que ni el propio Ray Dennis sea consciente, en una compleja obra audiovisual de funcional entretenimiento.
Ayudan a que la película sea visionable, al estilo de un film estándar, su corta duración,  el look setentero/ochentero de todos los actores y actrices, con bigotazos, mucho vello púbico, grandes ubres, caras de pasárselo bien, e incluso alguno hay que luce una escayola en un brazo,  la música psicodélica que desquicia durante todo el metraje, y un detalle muy gracioso que consiste en que, cuando alguno de los actores eyacula, suena un clarinete muy fuerte, insertado en la postproducción, cuya finalidad es subrayar la corrida.
Por lo demás, se impone una estética casposa, lúgubre y desagradable que le va muy bien a los actos sexuales de los que somos testigos.
Una curiosidad, sin más, que sacia la intriga que pudiéramos tener por ver como se lo monta el director de “Las extrañas criaturas” en el porno.
Por cierto, el seudónimo con el que firma esta película es femenino: Cindy Lou Sutters.