El boxeador Dum Dum Pacheco, olvidado del imaginario popular básicamente desde que dejó de boxear, está viviendo en estos momentos un revival por parte de gente que quizás se acerca a él en pleno siglo XXI por una cuestión de extraño esnobismo, gracias a la publicación de una serie de libros de corte “cool” que, a parte de para satisfacer al lector —puesto que sin duda son todos ellos libros interesantes— , sirven para que sus autores peleen entre sí en las redes sociales y ver cuál de sus libros es mejor o más genuino. Y a partir de ahí, el boca a boca natural en redes traduce este eco en una serie de fuegos de artificio que durarán a penas unos meses para que, luego, Dum Dum Pacheco, vuelva a ser el personaje oscuro y olvidado que era hace unos años.
La única verdad es que todos esos libros son complementarios, y supongo que si alguien siente verdadero interés por el apodado “El puño del tercio”, deglutirá todas esas publicaciones sin importar quien tuvo la idea primero o cuál de los autores es mejor. Pero, por lo que a mí respecta, mi interés se vuelca inicialmente en la autobiografía de Dum Dum, “Mear Sangre”, no por quién lo haya editado, sino porque, sencillamente, porque es un libro que lleva 40 años escrito y el autor es el propio Dum Dum. Todo lo demás es una guerra de egos mal gestionados en redes sociales, que, sin duda, vista desde fuera es mucho más entretenida que la película de la que vengo a hablarles tras el inciso, del mismo modo que lo era ver "El gran circo de Televisión Española" después de la merienda.
No es que sienta un especial interés por Dum Dum Pacheco; Mi interés por él se reduce al par de películas en las que participó, motivo este por el que no me es una cara desconocida, pero, como boxeador, como personaje marginal que consiguió la suficiente popularidad como para que el mundo del cine se fijara en él —y al margen de sus celebradas colaboraciones con Mariano Ozores y Manuel Summers—, como estudioso de las cinematografías exóticas (y marginales, y de derribo, y raras, y misteriosas, y desperadas), Pacheco me puede llegar a causar el interés suficiente como para ponerme a leer alguno de los libros sobre su figura y ver alguna de las películas en las que intervino —de las que apenas se habla en ninguna parte en general—. Un interés similar al que me puede suscitare ver las películas porno de La Veneno, o ver “Un genio en apuros”. Porque es algo inusual y marciano. Así, me pongo la película en la que el boxeador estuvo más involucrado.
“Chicano”, dirigida por el inefable José Truchado gracias a la pequeña inyección que aportó el propio boxeador en calidad de productor, es un tardío chorizo western rodado con lo puesto mas cinco o seis actores (y actrices) como todo reparto, cuya incompetencia solo serán capaces de calibrar aquellos que hayan visto alguna película del director con anterioridad. Se trata de la nada más absoluta. Y uno ya tiene las retinas desgastadas de ver basura; “Chicano”, tras su soso visionado, me ha dejado impávido. Tan solo es una película mal ambientada en el Oeste, mal rodada, mal montada, mal interpretada y mal contada. Una sucesión de escenas de gente hablando, a veces montando a caballo, a veces incluso peleando y usando una técnica que recuerda vagamente a las artes marciales. Carece de humor, voluntario e involuntario, y no nos entretenemos ni un segundo de la hora y diez escasa que dura. Tan solo comprendemos que pasa en el encuadre cuando, tras finalizar el visionado, consultamos la sinopsis en internet. Normal, entonces, que esta película sea tan ignota. Lo único bueno que se puede decir de ella, es que es una genuina película mala, de las que duelen.
La cosa va de un matrimonio que, al llegar a un pueblo, es víctima de unos bandoleros que, en un atraco al banco, asesinan a la mujer. Por supuesto, su marido, se tomará la justicia por su mano yendo a por los tres o cuatros bandoleros que han matado a su esposa, siendo un tal Anderson (Dum Dum) el más fiero y duro de pelar de todos ellos.
El morbo de la película radica, naturalmente, en ver a Dum Dum Pacheco actuando.
Es una lástima la poca información que hay acerca de esta película, porque me gustaría saber por qué el boxeador mira a un punto fijo cada vez que tiene que decir diálogos (¿Estará leyendo algún tipo de cartel?) o como de hábil era recitándolos, porque lo cierto es que, al igual que el resto del reparto, la voz de Pacheco está doblada por un actor de doblaje profesional y no le escuchamos a él. Más allá de eso, la película no tiene nada.
A su lado, en pantalla, no se lo pierdan, tenemos nada menos que a otro icono del cine mierdoso nacional, el incombustible Max-B aka Max H. Boulois, protagonista de clásicos de la inmundicia como “Cazar al negro” u “Otelo, Comando negro” que, si bien su presencia es siempre un aval para disfrutar de una película, aquí está tan soso que nos da exactamente lo mismo. También tenemos a Guillermo Antón firmando aquí su intervención con el pseudónimo de ¡Williams Anthony!, supongo que en un afán de exportar la cinta internacionalmente y que no se viera tan claro que esto era un chorizo. A Guillermo le vimos también en “Los nuevos extraterrestres” donde firmaba como William Anton, en “Al Este del Oeste” con Fernando Esteso o en “Policía” junto a Emilio Aragón. Puede que “Chicano” sea la película donde este tenga más presencia. El resto del reparto, a bote pronto, carece de interés y, la verdad, poco más puedo decirles de una película que, si no existiera, tampoco pasaría nada. Ni tan siquiera se puede permitir el lujo de denominarse “joya del trash español”, porque no llega.
Eso sí, Dum Dum Pacheco, está muy fuerte y lozano.
El film estuvo en salas cinematográficas, por supuesto, e incluso llegó a congregar a 36.000 espectadores. Una minucia para el año en que se estrenó, 1980, pero a día de hoy, esa cifra sería considerada casi un éxito.
Para antropólogos cinematográficos. Aunque desde aquí les recomiendo que, en lugar de ver la película, se lean cualquiera de esos libros que se centran en su figura; seguro que son infinitamente mejores.