“I Spit on Your Corpse, I Piss on Your Grave”, producida por una de las cabezas visibles del SOV de los 90 aún operativo, Ron Bonk, nace por un lado con la idea de homenajear el rape & revenge clásico, con esa obvia referencia a “I Spit in Your Grave” —aquí, “La violencia del sexo”— en su título y, por otro, con la idea de, al no tener un mínimo presupuesto (esto es una película amateur con todas las de la ley), escandalizar al personal aprovechando al máximo los pocos recursos de los que se dispone, y teniendo siempre en cuenta que la mierda es gratis. De hecho deberían ver las reseñas que se le dedica a la película en esos foros Incel españoles que pululan por la red, donde destacan lo ofendidos que están sus miembros por culpa de las imágenes / intenciones de esta película obviando todo lo demás. Ya lo decía Umberto Eco: Internet da voz al tonto del pueblo que antes solo podía opinar en la barra del bar donde rápidamente su voz era acallada por el resto. Ahora no los calla nadie.
También se trata de un pecadillo de juventud de su realizador, Eric Stanze quien, siendo uno de los directores más respetados del horror independent de Houston, en su página web, cuando se consulta su filmografía en la que incluso aparecen sus trabajos como segunda unidad para películas profesionales como por ejemplo “Somos lo que somos”, rechaza, desprecia, obvia la película que aquí nos ocupa. Y es que, cuando la rodó con 30 años de edad en 2001, quizás para él era una molonidad una película como esta, pero hoy con casi 50 palos, que mete el cuezo cuando puede incluso en terribles películas de perritos protagonizadas por una decadente Elisabeth Shannon, una película como esta en la que una jamona casi clónica de Kristen Dunst (llamada Emily Haack, que tiene un morbazo que te cagas, con esa pinta de redneck tejana llena de tatuajes y entrada en carnes) se mete un palo por el coño a pelo y sin lubricar en explícito primerísimo primer plano, puede resultar ofensivo para aquellos que, con intención de ofrecerle un trabajo en una película decente, pudieran detenerse a echar un vistazo a su portafolio. Así que la excluye en su currículum. Quizás por eso mismo en su ficha de IMDB cambia el título bajo el que se comercializó la película, pasando a llamarse “The Captives”.
Pero “I Spit on Your Corpse, I Pis son Your Grave” existe, y no solo eso, sino que además salió en DVD vendiéndose una cuantiosa cantidad de unidades, excepto en Alemania, donde tras el holocausto están especialmente sensibilizados con la violencia en el cine y censuran este tipo de propuestas —a pesar de tener su estúpido ultra-gore y su brutal cine porno—, por lo que mucho me temo que, aunque lo intente, ya no podrá escapar de ella. Sin embargo, en el fondo, salvo por la escena que les he descrito más arriba, el mal rollo que da el cadáver que vemos justo después de los créditos que de bien hecho que está da cosica verlo, y un micro-pene a punto de ser quemado por un cigarrillo en una determinada secuencia, lo demás no es para tanto. Solo mediocre vídeo amateur con un sentido estético de lo más cutre y, por otro lado, estándar. Solo podemos decir que, para ser un producto de estas características, a Eric Stanze se le ven trazas de cineasta, como se comprobaría más adelante. De ritmo y montaje no andaba mal servido el gachó en esta temprana película.
El argumento, por supuesto, se lo pueden imaginar ustedes; Una joven que durante toda su vida ha tenido que soportar los abusos de los hombres (su jefe sobón, varios intentos de violación por parte de algún mastuerzo) es secuestrada y llevada a una guarida. Con artes amatorias y persuasivas consigue escapar de su captor y, a partir de ahí, secuestrará a los agresores que ha tenido durante toda su vida, los meterá en el sótano de su casa y allí los humillará y torturará hasta la muerte.
Poco más. Dura una hora y poco, y como no está especialmente mal montada ni es en exceso aburrida (quizás un poco en esos fragmentos involuntariamente vanguardistas y eternos en los que Stanze superpone imágenes en movimiento de cementerios), pues la vemos, la soportamos, y si estamos especialmente enfermos o somos los suficientemente retorcidos, hay suficientes tetas y felpudos en pantalla como para que nos hagamos una manolilla, amén de la anteriormente citada escena en la que nuestra protagonista se mete un palo por el coño.
Con todo, no es lo peor que me he echado a los ojos en absoluto.