viernes, 15 de abril de 2022

PÁNICO EN BEVERLY HILLS

Extraño slasher tardío y concebido justo en la decadencia del subgénero, que destaca, más que por su condición, por dos motivos concretos: Se trata de una película que sabedora del poco tirón que tiene ya en 1987 el slasher, apuesta por combinarlo con el thriller. Ese sería uno, el otro es que es una película que está espantosamente dirigida. De hecho, posee tanto raccord, que cualquiera diría que se han montado escenas de distintas películas, pero nada más lejos de la realidad. “Pánico en Beverly Hills” es un perfecto ejemplo de la incompetencia de su director, Jag Mundhra, y de la distribuidora que decidió quedarse con los derechos de explotación, Intercontinental Releasing Corporation.
La cosa va de una serie de agentes inmobiliarios que se dedican a vender casas de lujo. Por otro lado tenemos a un locutor de radio nocturno, de esos que abren las líneas telefónicas y a los que los oyentes cuentan sus intimidades. finalmente tenemos un corpulento asesino al que no le vemos la cara hasta el final, que matará a tantos agentes inmobiliarios como se le ponen a tiro, utilizando para ello —entre otras cosas— un arma de su invención: El palo de un desatascador al que le ha pegado unas enormes cuchillas de afeitar en el extremo.
La policía comienza a investigar el caso, que se va esclareciendo cuando descubre que el asesino es uno de esos oyentes que llaman por teléfono al programa del locutor antes mencionado. La policía se pondrá en contacto con este con el fin de encontrar al asesino, que para más rasgos, come comida para perros con sabor a pollo en lata.
“Pánico en Beverly Hills” es un desastre absoluto, larga como un día sin pan sobrepasando la hora y media de metraje, y tan mal rodada que casi parece una cosa intencionada.
El director, Mundhra, de ascendencia hindú, enamorado del cine, creció bajo la disciplina de una estricta y conservadora familia que, prácticamente, le prohibía ver películas. Desarrolla así su amor por el cine hasta llegar a convertirse en director de toda suerte de subproductos estadounidenses que rara vez se dejan ver fuera del mercado del direct to video, todos muy sosos y muy malos. A nuestro país llegó en su momento en vídeo esta “Pánico en Beverly Hills”  (“Open House” en su versión original) que, como ya les he dicho, está tan mal dirigida que bien merece un visionado, si bien, los efectos especiales que usa, artesanales, son de primero de educación básica —ya saben, los dos deditos cortados que se mueven sobre la mesa, etc…— y más que asustarnos nos provoca las tan agradecidas risas involuntarias… pero no muchas ni muy intensas. Al final la sensación que nos deja la cinta es más de sopor y agobio, que de cualquier otra cosa. Parece un mal telefilme.
El caso es que cuando se entregó la película terminada a los señores que se iban a encargar de ponerla en las estanterías de los videoclubs (no llegó a estrenarse en cine), la Intercontinental Releasing Corporation, el vicepresidente de la compañía, Richard Casares, se percató de que el material que le habían entregado era demasiado malo, no servía ni para tirarlo a la basura, por lo que sabiamente decidió rehacer por completo la película. Este quería que alguna de las nuevas escenas que iban a rodar las protagonizara su esposa Tifanny Bolling, actriz proveniente de la televisión a la que hemos podido ver en cosas para todo tipo de paladares, ya sea el clásico de la serie B “Tarántula”, ya sea una sex comedy de tercera como lo era “Las chicas del Valle”. Bolling en un principio se mostró reticente a hacer un papel vista la calidad de la película, pero al final tragó, pasó por el aro y ahí la tenemos en la película. Una vez montado el nuevo corte, este es el que se comercializó (el que pudimos ver en España). Esto hace preguntarme que, si este despojo en celuloide es el rehecho por la distribuidora, el dado por bueno, ¿Cómo sería la versión que desecharon? Me gustaría verlo.
Entre un reparto plagado de rostros desconocidos destacan las presencias de Joseph Bottons (“El abismo negro”) y Adrienne Barbeau cuyo papel es bastante destacado y de la que dice la leyenda, que aceptó porque no estaba muy boyante en 1987 y necesitaba pasta para pagar la matrícula del colegio de su hijo.
Poco más. Hay muchos slashers malos, pero quizá este se lleve la palma. Ciertamente, y pecando el género como peca de aburrido, esto está a otro nivel.