Con ese título castellano, “Charlie y sus dos chavalas”, esta película parece sugerir un tórrido romance entre un señor de mediana edad y dos jóvenes desinhibidas y complacientes que le hacen la vida más placentera al interfecto. Puede parecer una suerte de película clasificada “S”, pero nada más lejos de la realidad, ya que aunque en esencia trata sobre eso, estamos ante una película franchute de autor donde toda referencia sexual aparece de una forma muy sutil y sofisticada, y donde, por encima del sexo, prima la amistad.
Su director Jöel Série, uno de tantos autores franceses con cierto prestigio de los 70, generó cierta controversia con su primer film, “Mais ne nous délivrez pas du mal” por presentar a jovencitas adolescentes adorando a Satán y haciendo guarrerías en su nombre, lo que costaría la prohibición de la película en Francia y el culto hacia la misma por parte de ciertos sectores finos de la cinefilia. Más tarde vendría su gran éxito “Las Galettes de Pont –Avent”, film más ortodoxo que los anteriores que condicionaría en adelante su carrera, pero entre medias se rodó la película que nos ocupa que se centraría en algo tan francés como es el “ménage à trois”, que aunque su acepción popular hace referencia al mero triangulo sexual, en realidad la expresión se refiere al poliamor, siendo el significado de esta frase “hogar de tres”. Así que en cierto modo “Charlie y sus dos chavalas”, podría parecer el sueño húmedo y pervertido de todo caballero de mediana edad en formato road movie, pero en realidad se trata de una oda a la libertad desde un punto de vista hippie, setentero y afrancesado.
Cuenta la historia de Charlie, un individuo cuarentón que conoce, en la oficina del paro, a dos jóvenes veinteañeras, también paradas, con las que hace buenas migas. Como no tienen nada que hacer, deciden ponerse a vender hules de manera ambulante por los mercadillos de toda Francia, ocasión esta que les servirá para conocerse mejor y, con el tiempo, vivir una situación romántica entre los tres. Y todo va viento en popa hasta que, en uno de los mercadillos a los que acuden para subsistir, hace acto de presencia un señor calvo y con bigote, de gran apetito sexual, que romperá con malas artes ese hogar de tres, con trágicas consecuencias.
Cine de autor en el más estricto sentido de la palabra, que más allá de un título curioso y atractivo, lo que trae son conversaciones acerca de la vida y el amor, con un inevitable tufo francés setentero, rancio y de puto viejo verde que, por otro lado, no está mal del todo. Vamos, que está entretenida la cosa.
Por supuesto, todo acto erótico es tan solo sugerido, aquí no se ve ni una mala tetilla, aunque sí que hay mucha intencionalidad de folleteo por parte de los tres protagonistas.
El tal Charlie que se va de picos pardos con las chavalitas estaría interpretado por Serge Sauvion, que pese a contar con una larga carrera como actor en películas desde la nouvelle vague, alcanzó cierta notoriedad como actor de doblaje, dando vida en francés a personajes tan populares como Colombo. También sería recordado por ser la voz del César en las películas animadas sobre Astérix. Nathalie Drivet y Jeanne Goupil, habituales del cine de "serie b", serian las pizpiretas chavalitas que confraternizan con Charlie, mientras que el calvorota revienta familias estaría interpretado por Jean-Pierre Marielle, un actor tremendamente popular en Francia cuya fama y estatus se podría equiparar aquí con la de nuestro José Luis López Vázquez, por ejemplo.
Sin más, una película entretenida y con un título castellano que me encanta (aunque no me desagrada la traducción literal que sería algo así como “Charlie y sus dos pollitas”).