Rodada en Bilbao, de producción eminentemente vasca y basada en una novela, “Los cuerpos de las nadadoras” de Pedro Ugarte que asimismo co-firma de la paternidad del guion, “Entre todas las mujeres” es una comedia ligera que gira en torno a un individuo que, asociado a un estafador, acaba en prisión por culpa de los negocios ilegales de este y desde allí rememora sus relaciones sexuales y/o amorosas con las mujeres. Sin más.
Una sucesión de secuencias en las que Ramón Barea interactúa con féminas o con extraños poetas pervertidos que le dan al sado maso.
Yo a esta película la descubrí una tarde tonta, dando una vuelta nada menos que por un “Boom Vídeo” a finales de los 90. Entonces veía todo lo que oliera a comedia española y “Entre todas las mujeres”, aunque a priori no me decía nada, apestaba a eso. Sobre todo destacaba su cartel, cutre donde los haya, y la presencia en el reparto de Antonio Resines, aunque el protagonista era Ramón Barea. La alquilé, la vi, recuerdo que no me pareció mal y le perdí la pista.
Lo curioso del asunto es que se trataba de una película muy rara de la que no había escuchado hablar previamente. Y después del visionado de aquel alquiler, tampoco volvería a hacerlo jamás. Si en mis conversaciones alguna vez la saqué a relucir, nadie tenía ni pajolera idea de lo que les estaba diciendo.
El otro día me acordé de ella y, no sin cierta dificultad, me agencié un ripeo del VHS de la época con la firme decisión de volver a verla, porque lo cierto es que ya no me acordaba de ni un solo fotograma de la película. Solo que en su momento me había gustado ligeramente. No me dejó indiferente de alguna manera.
Y resulta que se trata de una película bastante ignota, que tuvo ciertos problemas de promoción y propiciaron que en su estreno, allá en 1998, se lanzara totalmente de tapadillo, en un año en el que la entrada media de una película española casi llegaba al medio millón de espectadores. Esta no llegó ni a los ochocientos. O sea, que se trata de una de las películas “de verdad” con menos recaudación de nuestra historia. Y hago hincapié en lo de “de verdad”, porque en la era digital han llegado a las pantallas un buen número de títulos de carácter amateur que se han llegado a estrenar en salas con cifras estúpidas de uno o dos espectadores, ya que ahora es más fácil exhibirlas (otra cosa sería la promoción y demás). Pero “Entre todas las mujeres” es una de verdad, de industria, y rodada en los 35mm cada vez más añorados por mí. No la vio nadie.
Al margen de los tejemanejes de pudiera (o no) tener la productora, es curioso lo escondida que ha estado siempre esta película. Cuando la lanzaron en vídeo tampoco pusieron en circulación demasiadas copias, por lo que al final somos cuatro gatos los que la hemos visto. Y dos a los que, además, nos ha gustado. Y me gusta, por su condición de rareza, por extraña, por diferente… y por sosa. “Entre todas las mujeres” es rematadamente sosa. Y montada con muy poca destreza. Está construida a base de flashbacks y, aunque contada con voz en off (ya que se opta por hacer que el protagonista explique su historia en primera persona, como en la novela), al espectador le cuesta enterarse de si la narración es aquí y ahora o tiempo atrás, lo que le otorga un aire aún más extraño. El prota parece entrar y salir de la cárcel a antojo cuando lo que de verdad sucede es que nos habla desde la prisión y el resto de lo que vemos son flashbacks. No se entiende nada, pero por algún motivo, aun consciente de todas estas cagadas narrativas, la película me funciona. Y también me funcionan esos aires tragicómicos que se trae, que muchas veces ni ella misma sabe dónde va a ir a parar.
Como digo es sosa y deslavazada, pero en conjunto se deja ver con agrado. Ramón Barea por lo general suele estar bien y, aquí, con su bigotazo y su cara de sorpresa, se echa a la espalda la película que si en algún punto decae, desde luego no es por él.
Le secunda Resines, que como siempre hace de Resines, y gente como Juan Viadas o Saturnino García, habituales del cine vasco de los 90.
El director, Juan Ortuoste que ejerce además de productor, en esta y en otras tantas, previamente dirigió una película a medio camino entre el thriller y el cine quinqui titulada “7 Calles”, otra cosa que también parece que se le haya tragado la tierra titulada “El mar es azul” (y que no hay forma de encontrar) y la que nos ocupa. Tras esta, el señor Ortuoste no ha vuelto a dirigir película alguna. No me extraña… si se estrenan y no se entera ni dios…