Ya es una cuestión de masoquismo —y de completar la gran colección de cromos que al final es el blog de AVT— el sacar las dosis de paciencia justas para sentarte frente a la pantalla para ver una película que de antemano sabes que va a ser horrorosa.
Y es que algo (y nada bueno) había leído yo anteriormente sobre el director de este “Vampiyaz”, Zachary Snygg, que cámara de vídeo barata en ristre, y mezclando siempre los géneros de “gangstaz” y horror, se saca de la manga unas piezas amateur de dejarle a uno pasmado.
No obstante, Znygg tuvo un pasado un pelín (solo un pelín) más relevante dentro del cine erótico de tercera categoría, en el que, firmando bajo el seudónimo de John Bacchus, dirige el que probablemente sea su título más popular, “Play-Mate of the Apes”, semi parodia erótica de “El planeta de los simios” que es para mear y no echar gota y que, si me animo, lo mismo algún día cae reseñada por aquí. También hizo lo propio con “El proyecto de la bruja de Blair” con su “The Erotic Witch Project” y, ya centrado en el subgénero que nos ocupa (y con el que se desvirgó en 1998 con “In The Hood”), durante la primera década de 2000 realiza clásicos del cine tercermundista facturado en Nueva York con las insufribles “Zombiez” o “Bloodz vs Wolvez”. En los últimos años ya expolia lo mismo que expolian todos, con cosas que no pienso ver jamás como “Bravengers: Age of Buldgetron” (parodia semi-erotica de “Los Vengadores: La era de Ultrón”) o “Mad Maxine: Frisky Road” (jodiendo la marrana con “Mad Max: Fury Road”).
“Vampiyaz” es lo peor de lo peor. Lo único que podría destacar de esta infra-producción es su tosquedad: Cámara de vídeo que traquetea, efectos especiales realizados con palos y piedras y nulo sentido del ridículo. Es una película amateur con todas las de la ley, incluso muy por encima de cosas ya tan pobres como el Zen filmaking. Y encima de vampiros, con sus dientes de plástico y todo. Y la sangre es ketchup.
Unos atracadores de bancos (que además son raperos) con cierta destreza para abrir cajas fuertes sin necesidad de recurrir al uso de herramientas (que de hecho, las abren fácil porque ya están previamente abiertas) se dedican a lo suyo. Uno de sus atracos sale mal, por lo que uno de ellos acabará metido en el trullo. Cuando sale de prisión unos años después, se encuentra con que su compañero es ahora un vampiro. Y ahora tenemos un montón de negratas cazando vampiros en el gueto (con pistolas de pistones).
Ciertamente, no hagan mucho caso a la sinopsis porque el argumento en realidad brilla por su ausencia. Sí que hago especial hincapié en lo de las cajas fuertes porque estos ladrones las abren con el clásico truco del estetoscopio pegado a la puerta; un clásico del cine amateur, así no es necesario romper la caja fuerte a la que han tenido acceso, ni partirla con una radial, ni explotarla con dinamita.
En definitiva, “Vampiyaz” es una de estas películas sin demasiada razón de ser, primero, porque esto, aun estando comercializado en diversos formatos —y ahora disponible en plataformas—, dudo que genere dinero. Y segundo, porque difícilmente Zachary Snygg (entre tantísimos otros directores) verá cubiertas ciertas inquietudes creativas con esto. No debe dirigir por amor al arte porque esta película, al igual que tantas otras de la misma índole, carecen absolutamente de alma.
“Vampiyaz” es, simplemente, una cosa que existe, pero que muy bien podría no haber existido.