lunes, 25 de diciembre de 2023

EL ESPIRITISTA (EXORCISTA III)

Coproducción hispano-portuguesa a mayor gloria de un ya decadente Vicente Parra, despropósito fílmico que hace sonrojar al más avezado, “El espiritista (Exorcista III)”, con voluntad, puede llegar a ser un divertimento de medianoche más que encomiable.
Se trata de un exploit de “El Exorcista” rodado en Lisboa a mediados de los setenta con tres pesetas, cuya principal baza para hacer picar al espectador incauto —argumento semejante aparte— es el parecido que guarda su título original con el de la película de William Friedkin. Por supuesto, el público era tonto pero no tanto, y el número de espectadores que acudió a los cines fue nimio. Además, digo yo que quienes fueran a ver la película atraídos por la presencia de María Kosty, anunciada entre los protagonistas en los afiches, se cagaría en la puta madre del espiritista, porque esta no aparece por ningún sitio… (Yo supongo que, probablemente, sea debido a que el póster estaba diseñado y fabricado desde la primera claqueta de la producción y que la Kosty estuviera en un principio en el proyecto. Seguramente no llegarían a un acuerdo y para cuando ella ya no estaba, los pósteres habían sido hechos… y cambiarlos supondría un gasto extra. Pero a saber).
No contentos sus distribuidores con esta estratagema comercial, años después de su estreno, cuando la película se editó en vídeo durante los primeros años del videoclub, y aprovechando que ya se había estrenado “El Hereje (Exorcista II)”, ni cortos ni perezosos, decidieron poner en la caratula el subtítulo de “Exorcista III”, de muy mala manera y escrito con letraset, con el fin de hacerla pasar por otra secuela de “El Exorcista”. A José Frade le saldría bien aquello con “Tiburón 3”, pero esta no se a cuantos engañaría.
Al margen de toda esta chapuza, la película, como digo, tiene momentos de comedia involuntaria gracias principalmente a la interpretación de Vicente Parra —cuya voz ha sido doblada— quien, muy entregado él, nos ofrece una secuencia de posesión como pocas se han visto en una pantalla. Solo por eso, "El espiritista" merece ser consumida.
Un fotógrafo de moda, bastante pijo, tiene aptitudes de médium. De esta forma, en sus ratos libres se dedica a hacer sesiones de espiritismo para que sus adeptos contacten con sus seres queridos en el más allá. En una de estas, una beatorra va a verle para que le ponga en contacto con su difunto marido. Vicente Parra hace lo suyo y, al contactar, el muerto toma posesión del cuerpo del espiritista, convirtiendo su vida un calvario, ya que se manifiesta cuando le da la gana, le atormenta con maullidos de gato y, además, le da de hostias. El desenlace será de lo más desconcertante.
Una rareza del cine español (y portugués) que, pese al aburrimiento y al bochorno, consigue por otro lado momentos inquietantes —un extraño niño que aparece sin demasiado orden ni concierto al lado de la cama de la viuda protagonista y parece drogado, da bastante canguelo— gracias a una iluminación austera a base de alumbrar solo a los personajes haciendo que el resto del encuadre se vea negro, que consigue, al menos ambientar la historia más que dignamente. Por lo demás, un folletín melodramático que tontea con el erotismo de la era del destape, un poco antes (quizás unos meses) de que naciera la clasificación “S” y este tipo de productos tuvieran su nicho natural en los cines, que como material de derribo, de una manera u otra, por demencial o estúpida, acaba funcionando.
Vicente Parra, con su cabezón, su leve estrabismo y su boca de piñón, es el motor de la película con sus aspavientos y cabriolas, pero además, tenemos en el reparto a gente como Carmen Carrión, Antonio Mayans que aparece casi en calidad de figurante, Fabian Conde o Norma Kastel.
En cuanto a su director, Augusto Fernando, portugués del que no hay más datos que su crédito en esta cinta, jamás volvió a dar señales de vida. Ni aquí, ni en su Portugal natal.