“El mesón del gitano”, segunda película para lucimiento de Peret, es la peor de las cinco que protagonizó y un ejemplo claro de lo que representaba el rumbero para según que sectores del público: un reclamo “typical spanish” para atraer a los guiris. Un producto genuinamente rancio y de pandereta. No la salva ni Saza (que curiosamente, estuvo presente en todas las películas de Peret).
En esta ocasión, tenemos a Peret que regenta un mesón que va muy bien porque su compinche Fidel (Saza), es un guía turístico que acaba todas sus rutas allí. Peret, además de tocar la guitarra y cantar, siempre se las ingenia para ligar con alguna ingenua extranjera, poniendo como excusa que la va a llevar a Aranjuez.
La cosa va tan bien, que en un momento dado decide renovar el local, por lo que contratará a una decoradora. El asunto se complica porque, a medida que el negocio funciona, y él se va convirtiendo en un cantante popular, se enamorará perdidamente de la decoradora. Pero la familia de esta se opone rotundamente a que la chica se relacione con un tabernero gitano.
El argumento, poco interesante, nimio, no es más que una excusa para que Peret se eche unos cantes. Ya se que en principio esa es la idea de la existencia de las películas de Peret, pero, por ejemplo, Mariano Ozores en sus incursiones en la dirección de algunas de estas, hacía todo lo posible por darle prioridad al guion y la comicidad, metiendo pocas canciones, situándolas en segundo plano. Amén de darle un agradable toque de modernidad tanto a las películas como al propio Peret.
Sin embargo los números musicales en “El mesón del gitano” por momentos se tornan exasperantes, llegando al borde de lo insoportable en una escena de casi diez minutos, ambientada en el rastro de Madrid en el que una niña pequeña —en la vida real, una familiar de Peret— se pica con este cantando y bailando. Entre que la niña es repelente, y que la escena no termina nunca, uno se ve tentado a darle de facto al stop.
Nada de esto resulta extraño si tenemos en cuenta que tras la dirección se encuentra Antonio Román, director del régimen que, además, participó junto a José Luis Sáenz de Heredia y el propio Franco en la elaboración del guión de “Raza”. De ahí la ranciedad de este producto de Peret, en el que es non grato para la burguesía no solo por gitano, sino también por tabernero.
Como Román le daba a la propaganda que daba gusto, después de la guerra, no tenía problemas a la hora de financiar sus películas ni de recibir premios, así que rodó cosas muy del agrado del fascio como pudieran ser los clásicos “Los últimos de Filipinas” o “La fierecilla domada”. “El mesón del gitano” sería la película que pondría fin a su filmografía.
Junto a Peret en el reparto, además del habitual Saza, tenemos a Eduardo Fajardo, Margot Cottens o José María Tasso y su puto flequillo de los cojones.
Muy mala.