miércoles, 30 de septiembre de 2009

LA LEY DE MURPHY

"La ley de Murphy" es una película literalmente afectada por lo que su propio título significa. De entrada tiene todo para triunfar: Charles Bronson metido de lleno en su etapa ochentera, Cannon a la producción, J.Lee Thompson a la dirección, violencia, frases macarras ("¿Recuerdas lo que te dije sobre la ley de Murphy?.... ¿Recuerdas lo que te dije yo?, ¡Bang!" o "¡Vete al infierno!... Las damas primero"), en fin, nada que no estuviese en "El justiciero de la noche", "Justicia Salvaje" o "Kinjite"... sin embargo, no funciona como debería, el aspecto negativo de ella acaba resaltando sobre el positivo.
Un policía recientemente abandonado por su mujer, y en plena crisis personal, es el blanco de la venganza de una fría y despiadada psicópata a la que años atrás encerró. Esta se lo monta para que sea acusado de los crímenes que ella comete, por lo que es detenido. Naturalmente no durará mucho entre rejas, de donde escapará con el fin de encontrar respuestas y demostrar su inocencia. El problema es que en su huída arrastra a una ladronzuela irritante y cargante (el supuesto contrapunto humorístico) que, seguramente, sea la que arruine el film. Encima, también hay un mafioso de por medio cuya meta es cazar al pobre protagonista.
Bronson da vida a un poli más humano, con sus debilidades y flaquezas, pero sigue siendo un tipo duro, por lo que aunque se aleje medianamente del vengador sediento de sangre de "El justiciero de la ciudad" o el poli dispuesto a todo de "Al filo de la medianoche", convence. Así que, tal y como decía, probablemente el cáncer de "La ley de Murphy" sea la chica chillona de los cojones (encarnada por Kathleen Wilhoite, quien ese mismo año daría vida a la médium de "Witchboard"). 
Al film le falta garra y ritmo, aunque no carece de sus aislados buenos momentos (la humillación del jefe mafioso o el desenlace), así que...