Un policía recientemente abandonado por su mujer, y en plena crisis personal, es el blanco de la venganza de una fría y despiadada psicópata a la que años atrás encerró. Esta se lo monta para que sea acusado de los crímenes que ella comete, por lo que es detenido. Naturalmente no durará mucho entre rejas, de donde escapará con el fin de encontrar respuestas y demostrar su inocencia. El problema es que en su huída arrastra a una ladronzuela irritante y cargante (el supuesto contrapunto humorístico) que, seguramente, sea la que arruine el film. Encima, también hay un mafioso de por medio cuya meta es cazar al pobre protagonista.
Bronson da vida a un poli más humano, con sus debilidades y flaquezas, pero sigue siendo un tipo duro, por lo que aunque se aleje medianamente del vengador sediento de sangre de "El justiciero de la ciudad" o el poli dispuesto a todo de "Al filo de la medianoche", convence. Así que, tal y como decía, probablemente el cáncer de "La ley de Murphy" sea la chica chillona de los cojones (encarnada por Kathleen Wilhoite, quien ese mismo año daría vida a la médium de "Witchboard").
Bronson da vida a un poli más humano, con sus debilidades y flaquezas, pero sigue siendo un tipo duro, por lo que aunque se aleje medianamente del vengador sediento de sangre de "El justiciero de la ciudad" o el poli dispuesto a todo de "Al filo de la medianoche", convence. Así que, tal y como decía, probablemente el cáncer de "La ley de Murphy" sea la chica chillona de los cojones (encarnada por Kathleen Wilhoite, quien ese mismo año daría vida a la médium de "Witchboard").
Al film le falta garra y ritmo, aunque no carece de sus aislados buenos momentos (la humillación del jefe mafioso o el desenlace), así que...