El largometraje/desvirgue de Kevin S. Tenney fue en el momento de su estreno –segunda mitad de los 80- lo que se dice un auténtico éxito sorpresa. Aún lo recuerdo, podías ver el cartel pegado a los lados de los autobuses, y cuando acudí al pase en la añorada sala “Continental”, estaba petada de peña, peña que lo pasó muy bien/mal durante la proyección. Además, le joda a quien le joda, gracias a este film muchos supimos de la existencia de la famosa tabla Ouija, con la que incluso yo mimmo llegaría a jugar dando pie a algunas experiencias bien interesantes... y escalofriantes.
La peli narra la historia de un especie de triangulo amoroso. Hay una pava (Tawny Kitaen, que en “Gwendoline” me había puesto farruco, aunque aquí me decepcionó), que está liada con un actor horrible (Todd Allen, sorprendentemente todavía activo), pero a su vez mantiene amistad con un ex novio que aún está que lo flipa por ella (Stephen Nichols, hoy más joven que entonces). Los dos maromos eran superamigos y ahora se odian. Total, en una fiesta el ex inicia a la chica en el vicio de la Ouija. Esta se engancha tanto que comienza a cambiar de carácter. Se supone que mantiene contacto con un niño muerto... cuando en realidad se trata de algo mucho más peligroso y mucho más Brasileño.
La modestia de medios reinante se nota en que Tenney prefiere liarse con los personajes y sus movidas antes que echar mano de cuestiones sobrenaturales. Ello en principio sería genial para hacernos conectar más con los protas y sufrir junto a ellos... el problema es que los tres son lo bastante gilipollas y antipáticos como para que no nos digan absolutamente nada. Aún así, vamos viendo la peli que, sin brillar mucho, sabe mantener el tipo. Hay algunas muertes guapas (la de los tablones caídos del cielo aún funciona muy bien), un poquito de sangre (el hachazo en primerísimo primer plano, muy efectivo), unas buenas dosis de misterio (descubrir que el fantasma no era un niño bueno si no algo mucho más aterrador me sigue pareciendo un giro bien chulo... de chaval realmente me impactó), alguna escena para el recuerdo (la visita al cementerio de noche fue muy celebrada por el público que acudió al pase que yo presencié) y un personaje francamente simpático, la coñera médium de extravagante aspecto (calificada en su día de “punki”, aunque yo la veo más “gothic”) interpretada por Kathleen Wilhoite, la niñata irritante que daba la vara a Charles Bronson en “La ley de Murphy”.
Todo ello hace de “Witchboard” un entretenimiento ligero, sin pretensiones y bastante agradable de ver. No es un peliculón, pero funciona a su manera... más aún si la viste/viviste en su época. A todo esto, y como datos fricosos, mencionar que en la prensa del momento salió una foto promocional que luego no aparecía en la peli, la de una mano surgiendo de la tabla, y que no mucho después fue editada en vídeo “El secreto de la ouija”, producción Mexicana de terror dirigida por Rubén Galindo Jr. (el mismo de “Cementerio del terror”) con una cubierta que imitaba sin vergüenza alguna la del film de Tenney destinada a salas –que no es la aquí expuesta- (la trama algo también, pero menos... su objetivo apuntaba más hacia el fenómeno Freddy).
Total, el éxito de la peliculilla generó varias secuelas y ofreció a Tenney la oportunidad de tener una carrera que, después de títulos más o menos flojeras como “La noche de los demonios”, “El sótano prohibido”, “El pacificador” o “Pinocchio´s Revenge” (un ridículo exploit de “Muñeco Diabólico”), se fue al garete. Intentó recuperarse echando mano de algo que nunca había sido santo de su devoción, el gore desquiciado con -la otra- “Brain Dead”, pero tampoco le sirvió de mucho.
En cuanto a las secuelas, tenemos “Witchboard 2: the devil´s doorway”, del 93, de nuevo con Tenney a los mandos. Por lo visto no quedó demasiado contento con el resultado, así que para “Witchboard 3: The possession”, del 95, se limitó a tareas de guión. Es posible que viera ambas, pero no me acuerdo de nada, así que, o ando errado y no se editaron en España o me aburrí tanto con ellas que mi cerebro ha borrado todo rastro.