Película Argentina de terror, de esas tomadas tan en serio que pasman, por no decir que aburren hasta dormirnos, con fantasmas de por medio. Se mantiene en la línea de otros productos de la época aunque españoles, como este, este y este, que aun aburridos y contemplativos, tenían algo que los convierte en títulos a tener en cuenta. Este no. Los otros son carentes de medios, pero suplen todo eso de forma valiente y osada con algo de imaginación y gracia, y sobretodo, no quieren parecer productos intelectuales. Aquí, al carecer de medios, basta con colocar la cámara en algún sitio y filmar el aburrimiento argentino, para justificar el arte, que no el terror.
Dos tiparracas están soltando sandeces que no interesan en una casa. Cuando llega el maromo de una de ellas, comienzan a pasar cosas inexplicables, fantasmales, e incomprensibles (como el mismo argumento), bien dentro de la casa, bien en el bosque de los alrededores. Se ve que en la casa que habitan, según un vagabundo que ilustra a unos niños, hubo en la parte posterior un cementerio en el que los muertos de sus siete tumbas, se levantaron para chupar la sangre de los vivos. El resto de la película transcurre a caballo entre el melodrama barato y el cine experimental, mezclado con el terror.
Muy poquitas son las películas en las que yo acabo usando el avance rápido. Inevitablemente, esta es una de ellas.
De F/X, la cosa anda flojita, así como de todo lo demás, pero si he de destacar algo, serán dos cosas; el maravilloso poster, que nos promete algo potable, y el protagonista masculino, el respetado, prestigioso e intelectual Miguel Angel Solá, que antes de dedicarse a aparecer en películas Españolas trascendentes y quedarse calvo, tenía una buena mata de pelo, y participaba en productos abiertamente comerciales y de dudoso gusto.
A todo esto, decir que todavía no he encontrado una producción Argentina de terror que merezca la pena por buena, o por mala, aunque como curiosa, les diría que le echaran un ojillo a esto.
Dirige un tal Pedro Stocki. Nada que nos interese, ni a mí ni a ustedes, queridos lectores.