Prosigamos.
Los noventa fueron una buena época para los títulos de esta
categoría, cosas como “Dr. Lamb”, una especie de explotación ultra–gore de “El
silencio de los corderos”, la sobrevalorada “Run & Kill”, o esta “Ebola
Syndrome”, se hicieron muy famosas a lo largo y ancho de este mundo, por su
contenido violento y extremo (más o menos, como le pasó a “A Serbian Film”). De entre todos los “artistas” que cultivaran el género, destacarían precisamente el director y el actor de esta película, porque se especializaron, así Herman Yau
(hoy, con la “Categoría III” ya pasada de moda, es muy popular por sus películas
de “IP Man”) rodaría todas las aberraciones que se le ocurrieran, y el
asqueroso (y con rasgos occidentales) de Anthony Wong, interpretaría siempre a
psicópatas, degenerados y sin vergüenzas.
Y aunque mucho se puso el grito en el cielo con “Ebola
Syndrome”, recién vista, la galería de atrocidades, y las barbaries que nos
muestra esta película es tal, que al final se torna parodia, si bien es cierto que
toda ella está rodada con cierto cachondeíto al respecto. Vamos, que es una
jodida comedia negra.
Kay es un personaje totalmente amoral, todo lo malo que se te ocurra, él lo va a
hacer sin remordimiento alguno, así que, cuando se está follando de manera muy
violenta a la esposa de su jefe, son sorprendidos por este mismo, quien le propinará
a Kay una paliza de órdago e intentará castrarlo. Pero será más hábil y
logrará zafarse, matando a su jefe, a su secuaz y a su mujer, de la manera más
violenta imaginable.
Así, huye a Sudáfrica, dónde otro fugitivo tiene un
restaurante Chino y le da trabajo como cocinero. En un viaje a un poblado
para comprarle cerdos a una de las tribus locales, Kay, salido como una mona,
viola a una negra que agoniza a orillas del río, contrayendo el virus del Ebola,
con la suerte de que solo será portador, no lo padecerá, pero si podrá contagiarlo.
Como siempre fue humillado por la mujer de su jefe, decide
violarla, y al ser sorprendido por su marido, no tiene más remedio que matarlos
¿Y que hacer con los cuerpos? Pues despiezarlos y hacer hamburguesas con ellos,
que servirá en el restaurante. Como esa carne está mancillada por él, acabará
contagiando el Ebola a todos aquellos que la comieron.
Por si esto fuera poco, les roba el dinero a sus jefes y regresa
a Hong Kong, dónde follará, escupirá y estornudará impunemente, con las
consecuencias que eso acarreará.
Vamos, como pueden leer, un absoluto cachondeo.
La cosa está en que la película, a pesar del gratuitismo de
su violencia (presenciamos un par de muertes de ratas y ranas que son
absolutamente prescindibles, y que hacen que toda ella, de primeras, caiga
mal), funciona perfectamente por lo exagerado de la acción, por una trama
interesante y porque, desengañémonos, tanta violencia y amoralidad es
divertida. Además, todo sucede de manera increíblemente fluida, así que, si no
tienes el estómago un poco delicado, la película es puro entretenimiento.
¿Aberraciones? Déjenme memorizarlas: Amputación de lengua,
lluvia dorada, reventamiento de cabeza con una mesita plegable, intento de
quemar viva a una niña, sustracción de globo ocular con la boca succionando,
partimiento en dos a una fémina con una tabla de una mesa, violaciones, folladas de carne de cerdo,
canibalismo, esputos, corridas, contagio del virus a sabiendas, autopsias,
racismo… vamos, toda la mierda que se les ocurra, bien servidita por los putos
chinos. Como ya les digo, tan extremo es todo, que resulta paródico. Ergo,
funciona, pero no a niveles de dejar la sensibilidad hecha polvo como sí lo
hacía la anteriormente mentada “Dr. Lamb”.
Es asquerosa, pero seamos serios; muy entretenida. Y hasta
graciosa.