“The Evil Within” es una mediocridad como tantísimas que
pululan en el cine de terror de segunda categoría a la que se le ha querido dar
un halo de malditísmo y misterio en torno a su producción, que es a su vez es
lo que ha servido como promoción de la película.
Quiero decir, que desde el minuto uno este film se vendió
por la fascinante historia que hay detrás de ella. Claro, con esas
credenciales, ya lo de menos es la
película, el cinéfilo inquieto va a querer verla. Yo piqué (como el futbolista…
si me permiten el chiste).
La historia detrás de la película, no esta mal. Lo malo es
que esta, de puro mediocre me deja indiferente, incluso, los efectos especiales
animatronicos están bien, por lo que no me sorprendo ni un ápice viéndola.
Entonces el fin no justifica los medios, quiero decir ¿De qué me sirve que
durante el rodaje, las circunstancias de la película sean una cosa excepcional
cuando el resultado de la misma no lo es? Porque “The Evil Whitin” es una
película corriente y moliente, tirando a aburrida, pero sin nada especial.
Cuenta la historia de un joven retrasado mental —no lo digo
en el sentido de otras veces en las que trato de hacer humor, lo digo porque el
personaje es un discapacitado mental— que comienza a hablar con su reflejo en
el espejo. Este reflejo, en realidad una especie de demonio deformado, insta al
discapacitado a que mate, primero animales domésticos y después personas, lo
que desembocará en una vorágine de monstruos, babas y gore que no están ni tan
mal.
Y punto. No tiene más. He visto cientos de película mejores
y otros cientos de películas peores.
Ahora resumamos los hechos por los que es popular la cinta,
que en un principio pueden parecer interesantes, pero si lo piensas con
frialdad, ni siquiera son para tanto.
Tenemos a un familia que se dedica a los negocios petroleros,
los Getty. Forrados hasta la médula. Estos se aparean y de esa unión nace el compositor Gordon Getty
y este señor se casa, folla, y nace así el director de esta película, Andrew
Getty. Andrew, hereda de sus abuelos una importante fortuna de más de 1000
millones de dólares, lo cual le sirve para costearse un ritmo de vida
endiablado en el que predominan el consumo de drogas y el sexo desaforado. Como
se droga mucho, se vuelve adicto en concreto a la meta anfetamina, lo que
genera en él, en los peores momentos de bajón, una serie de pesadillas muy
chungas. Aunque esto le venía de serie,
ya que todas esas pesadillas, dicen otras fuentes, que las sufría cuando era
niño.
Como Getty es un individuo con inquietudes creativas y fan
del cine de terror, decide invertir 5 o 6 de esos millones heredados en autoproducirse
una película de ese mismo género, que en un principio se iba a titular “The
Storyteller”, en la que plasmar en imágenes esas pesadillas que ha estado
viviendo durante años, así que, escribe un guion que él mismo dirigirá. Mientras
se pone hasta el culo de anfetas, inicia su rodaje en 2002 y se tira 15 años
rodando y montando lo que será su ópera prima. Mientras, problemas con la
financiación, con el equipo, con los actores… finalmente en 2015 logra
completarla. Poco después Andrew Getty muere en circunstancias extrañas. Su
exnovia se le encuentra muerto y
desangrado en los pasillos de su mansión (la misma mansión donde se rodó “The
Evil Whithin”). Pronto se descubre que fue consecuencia de una hemorragia
gastrointestinal forjada a base de una alta ingesta de su droga favorita, las
anfetas. Y en 2017, con el cadáver medio fresquito y con medio Estados Unidos
pendiente de esa película que dejó acabada, se estrena en plataformas digitales
generando un éxito a nivel nicho que propicia que se ruede una secuela.
Esa es la historia. Cuando la lees, quieres ver la película,
por supuesto, quieres ver que desbarajuste ha podido concebir un cerebro tan
podrido por las drogas durante el transcurso de 15 años. O qué clase de delirio
podía haber filmado. O cual genialidad… Y cuando ves la película resulta que es
insulsa, que ni siquiera es excesivamente mala, que es súper aburrida y que no se detecta ni el paso del tiempo en
los actores, ni el exceso de drogas en la concepción…¡ni nada! Es una
peliculita de terror del montón que de no haber sido la obra del tal Getty, no
habría tenido ni la mitad de trascendencia que ha tenido.
Me huele a camelo. Es una tomadura de pelo.
Como el demonio del espejo tenemos a
Michael Berryman. Como
de tíos feos va la cosa, también contamos en un cameo con Matthew McGrory
(visto en “
Los Renegados del diablo”) que está ahí como podía no haber estado,
porque, si ven la película, ya me dirán que pinta ahí su escena.
En definitiva, me deja indiferente, que es lo peor que puede
hacer una película, y más cuando te venden una moto como la del tal Andrew
Getty, sus adicciones y su muerte. Pues casi mejor si hacen un biopic ¿no?