“El carnaval de las almas” como todo buen clásico del cine
de terror independiente, tiene cosas buenas y cosas malas.
Las buenas son una atmósfera inquietante en sus momentos de
mayor suspense, una cámara colocada estupendamente en los lugares más raros, un
tempo más o menos adecuado, cierta incorrección política en lo referente al
tema sexual y en general, la intención con la que está hecho este film.
Las cosas malas en realidad se reducen a una; que te aburres
mortalmente. Nada nuevo, lo mismo ocurría con “La noche de los muertos
vivientes” de Romero. Entiendo la importancia que tiene en la historia del cine
de terror —y más concretamente en el género de zombies—, entiendo que sea un
título de culto, pero señores míos, es una película muy aburrida.
Pues con “El carnaval de las almas” pasa lo mismo. Pero el
hecho de que sean films poco entretenidos no les exime de ser títulos claves
para el fantástico, precisamente por los otros atributos positivos que poseen, que suplen los
negativos.
Cuenta la historia de una mujer que tras sobrevivir a un
accidente de coche, comienza percibir las cosas que suceden a su alrededor de
una forma un tanto extraña. Tras llegar a un nuevo pueblo, la interacción con
los habitantes se torna insoportable hasta que pronto es acechada por los
espíritus de los muertos.
Curiosamente, y estrenada en programa doble junto con “The
Devil’s Messenger” con Lon Chaney Jr., en su momento no obtuvo ni el más mínimo
éxito, ni la más mínima repercusión, siendo el paso de los años el que la
convirtió en el título de culto hoy
imprescindible para el aficionado.
La curiosidad radica en que su director Herk Harvey,
director que se dedicaba a rodar películas educativas con fines promocionales,
ideó esta historia de fantásmas un buen día que se dio un rulillo por un parque
de atracciones que había sobrevivido a la segunda guerra mundial. Reunió la
pasta que pudo y se puso a filmar la única película de ficción de su carrera en
el corto espacio de tiempo que comprenden tres semanas.
Por otro lado, la verdadera fama mundial le viene a la
película el día que George A. Romero la citó como una influencia a la hora de
rodar “La noche de los muertos vivientes” al mismo tiempo que, ya en los 90, la
citó asimismo el pesado de David Lynch como una de sus grandes influencias. Y a
partir de ahí, todas las pajas mentales que se marcan los eruditos entorno a la
película.
El posible parecido que pueda existir entre la composición
de planos de esta película y los de “Psicosis” de Alfred Hitchcok, yo diría que
no son más que una coincidencia, por mucho que el director británico tuviera
las miras puestas en el cine de serie B.
Porque aunque el film nos pueda sugerir cierta maestría en
las formas, la verdad es que es una película montada de aquella manera. A Herk
Harvey se le veló un rollo entero de película cuyo material contenía un buen número de escenas de esos
espíritus haciendo de las suyas. Un material crucial que se perdió, y no se
incluyó ya que solucionaron ese montaje con una chapucilla. ¿De verdad una
chapucilla como esta va a ser una influencia real en todos esos cineastas de
renombre? Yo creo que es “Cool” decirlo y ya está.
Sin embargo mi veredicto es favorable, porque salvo los
momentos coñazo, que son muchos, si que es un film cuya importancia hace que
nos sentemos a verla con interés, y que al final haya una o dos cosas que hagan
que merezca la pena su visionado completo. Incluso se puede revisar con el paso
de los años.
¿Lo mejor? Sin duda alguna, la actriz Candance Hilligoss
¡madre mía, qué buena estaba! No obstante, también hay que decir que derrocha
carisma y su actuación se antoja como un elemento clave de la inquietud que
destila la película. Sin embargo, tras rodar la película su representante dejó
de representarla, por lo que le costó hacerse un hueco en la industria del cine.
De hecho, tan solo llegó a rodar un par de películas más sin la menor
relevancia. Una autentica pena. Qué rica estaba, y que gusto daba verla.