sábado, 30 de noviembre de 2019

LOS MUERTOS NO MUEREN

Que Jim Jarmusch hiciera una peli de vampiros melodramáticos ("Sólo los amantes sobreviven") tenía cierto sentido. Pero que se apuntara, aunque tardíamente, a la moda del cine de zombies o, si lo prefieren, la comedia zombie, fue algo que, cuando me enteré, no me podía creer. Daba la sensación de que el cineasta, auténtico estandarte de lo que algunos consideran discutiblemente cine "independiente", había tirado la toalla. ¿Estaba Jarmusch deseando meterse en terrenos más comerciales?. ¿Buscaba alguna clase de éxito "mainstream"?. Era todo muy raro. Y más cuando al repasar el reparto encontrabas una ristra de nombres realmente impresionantes, muchos de los cuales llevaban colaborando con el cineasta desde hacía lustros: Bill Murray, Adam Driver, Tom Waits, Chloë Sevigny, Steve Buscemi, Danny Glover, RZA, Rosie Perez, Carol Kane, Tilda Swinton, Sara Driver, Iggy Pop, Selena Gomez y Larry Fessenden (que de alguna manera vendría a ser "el Jim Jarmusch del cine de terror"). ¿Y qué me dicen de su público?. Jarmusch lleva haciendo el mismo tipo de película desde que destacó en sus tiempos con "Extraños en el paraíso" y recuerdo perfectamente, en los 90, una revista super-pedante -"Kinos"- con unos "diez mandamientos cinéfilos" donde encontrabas uno que decía "Adorarás a Jarmusch, Hartley y los Coen". ¿Qué pensarían esos gilipollas de semejante proyecto? Me habría encantado conocer la respuesta.
Aquí la gran incógnita consistía en saber si "Los muertos no mueren" iba a ser una peli muy Jarmuschiana o no. Con sus habituales ritmos reposados, su estética elemental pero elegante y esos diálogos a medio gas tan característicos. ¿Habría gore, habrían imágenes de zombies devorando entrañas?. El trailer no aclaraba mucho la situación y echaba más leña al fuego, especialmente viendo a una Tilda Swinton vestida de samurai dispuesta a recortar extremidades de muertos vivientes. Todo muy muy loco. Me moría de ganas de saciar mi curiosidad.
"Los muertos no mueren" cuenta la historia de un pueblecito asediado por una horda de cadáveres resurrectos. Se han levantado de sus tumbas porque el eje de la tierra se ha desplazado. Veremos como los diferentes y peculiares habitantes, desde el sheriff al racista de turno, pasando por un "fricazo" fan del cine de terror, afrontan tan apocalíptica situación.
¿Por dónde empezar? Sí, Jim Jarmusch se mantiene fiel a sus preceptos. Aunque de un modo más ligero, no tan extremo. Tal y como he leído por ahí, puede que sea su película más accesible. Y es cierto. Pero también que sigue habiendo mucho del cineasta en ella. En esencia es una comedia, rara, como lo eran algunas de sus pelis precedentes, solo que en este caso el humor es increíblemente tonto. Chorra incluso. Con gags elementales, casi infantiles. Completan la tarta unas pocas coñas de metacine y gotitas de ciencia-ficción.
Pero la verdad es que todo ello mola. Funciona. No aburre, lo que en una obra Jarmuschiana ya es mucho. Y dispone de algunos momentos muy inspirados, y divertidos, como la secuencia en la que los policías descubren unos cadáveres en la cafetería. Puro Jarmusch. O los pasajes truculentos, que los hay y no son moco de pavo, aunque cuando los zombies mueren no sueltan sangre, sino polvos negros.
Sorprenden también los guiños "friquis". Desde posters en paredes, a citas directas. La más llamativa es que Adam Driver tenga como llavero una nave imperial de "Star Wars". Más propia de Kevin Smith que de Jarmusch. Aparece Selena Gomez interpretando a lo que uno de los personajes tilda de "hipster", irónico "palo" viniendo de un cineasta que en su época era un "hipster" puro cuyo cine atraía, esencialmente, a los "hipsters" del momento.
Tal vez lo peor sea el extremadamente evidente, básico y previsible elemento crítico contra la sociedad consumista. No sabemos si es parte de la guasa como guiño al cine zombie de George A. Romero o algo genuino que Jarmusch pretende expresar. Pero se perdona, porque, al final, resulta que "Los muertos no mueren" está un rato bien. Te entretiene, te hace reír, goza de un excelente desenlace y, en definitiva, disfrutas semejante marcianada que, no por saciada la curiosidad, deja de ser un perro verde en la filmografía de su director. 

viernes, 29 de noviembre de 2019

LA MÁSCARA DEL ZORRO

No había vuelto a ver “La máscara del Zorro” desde el momento de su estreno, con lo que he de decir que en esta revisión me he dado cuenta de muchas cosas, como por ejemplo que estemos ante, posiblemente, la última gran película de aventuras del cine moderno. Y es que estamos a finales de los 90, con la infografía más al pie del cañón que nunca, usándose, aún primigenia, en la gran mayoría de súper producciones de aquella época. “La máscara del Zorro” en cambio es una película de estudio de corte clásico, y donde no existen los chromas, es decir, que está todo construido y  elaborado de forma artesanal, las explosiones son provocadas, y las piruetas y acrobacias realizadas por los propios actores o especialistas (y no como en “Aquaman” que, vale, todo es por la dificultad que conlleva que se encuentren en un universo submarino, pero es que es todo animación…), y más que el hecho de que este tipo de cine ya no se haga, lo que me llama la atención, y puede que esté equivocado, es que creo que es la última película rodada en esa tesitura. Y como tal, la he disfrutado soberanamente.
Y es que se echa de menos ese Scope, esas ópticas utilizadas que ya se antojan añejas y la aventura de capa y espada tan espectacular, tan de toda la vida.
Lo curioso es que la película se aloja en tierra de nadie en el sentido de que ya se la ve antigua (tiene veintidós años, aunque parece que fuera concebida en los 80) pero, sin embargo, mantiene un ritmo que yo diría que es muy actual. Como fuera, la cosa es que verla de nuevo me ha gustado un montón, porque, como señor de mediana edad que soy, aplicaré sin tregua ese tópico de “ya no se hace cine como el de antes”. Pero porque es que es verdad, ya no se hace.
La cosa está, en que siendo esta una producción de Steven Spielberg que en un principio iba a dirigir, pero que dejó a un lado para hacer “Salvar al soldado Ryan”, confió en que Robert Rodríguez la llevaría a buen puerto. Por suerte, este no se encargaría de dirigirla y si lo haría  Martin Campbell. Lo cierto es que si la hubiera dirigido Rodríguez, hubiera sido una puta mierda Rodriguiana, pero Campbell, le da ese aire de clásico que solo puede darle un buen director de estudio.
En definitiva, que me ha gustado mucho verla, que la he valorado más que en su momento, que Banderas está que se sale como El Zorro y que probablemente, “La máscara del Zorro” sea su mejor película. Del resto, ya saben;  El zorro original es encerrado por un potentado español que le secuestra la hija. Pasan veinte años y este planea su venganza, por lo que adiestrará a un joven bandido para que se convierta en el nuevo Zorro. Y comenzarán las aventuras.
En el reparto, además de Antoñito, tenemos a Anthony Hopkins y Catherine Zeta Jones (a la cual, poco después, Banderas presentaría a Michael Douglas para pasar a convertirse en marido y mujer por un lado, en adictos al sexo por otro).
Campbell por su parte, es popular por haberse sentado en la silla de director en films como “Golden Eye”, “Escape de Absolom”, “LinternaVerde” o la secuela, fracaso a todas luces de esta, “La leyenda de Zorro” que aunque en España se estreno en cines con más de millón y medio de espectadores (la que nos ocupa pasó de los cuatro) en el resto del mundo no hizo el ruido que sí que hizo esta “La máscara del zorro”.

miércoles, 27 de noviembre de 2019

LOS FOTOCROMOS DE "LA REVOLUCIÓN DE LOS NOVATOS"

Y seguimos reciclando fotocromos originalmente publicados en el libro de nuestro amado Don Olid, "Screwballs, 101 comedias sexuales". En este caso se trata de la célebre -primera- secuela de todo un clásico, "La revancha de los novatos". Hablamos, obviamente, de "La revolución de los novatos". ¿Quieren saberlo todo sobre la interfecta? fácil: echen mano del libro.













lunes, 25 de noviembre de 2019

FIEBRE DE NOCHE DE VERANO

Comedia alemana que aprovechaba para explotar el éxito que un par de años antes tuvo en todo el mundo “Fiebre del Sábado noche”, y aunque en un principio pueda parecer que nos encontramos a ante una Disco Movie europea vulgar y corriente, en realidad estamos más ante una sexy comedia bávara al uso que ante un exploit de la película de Badham; Todo parecido con esa película se queda en el título concebido a tal efecto y los primeros cinco minutos iniciales donde nuestros protagonistas aparecen en una discoteca ataviados con la misma ropa que los de la película de John Travolta. A partir de ahí la cosa cambia para pasar a convertirse en una especie de Road Movie con un par de amigos y la hermana de uno de ellos viajando en coche desde Italia hasta Ibiza. En el trasiego les ocurrirá toda suerte de desavenencias a la par que los dos amigos aprovecharán para tirarse a todo lo que se meneé, motivo por el cual vemos tetas de los  más variopintos tamaños.
“Fiebre de noche de verano” no es más que una de tantas alemanadas de finales de los 70 y primeros ochenta que equivaldrían al destape español, a las jaimitadas italianas o a las ficheras mexicanas, esto es, películas de tetas tan inherentes a un momento concreto de la historia del cine.
Por lo demás, aburrimiento somero en una película en la que lo que predomina es el diálogo que se va combinando con las escenas de folleteo y que ayudan a ir avanzando una trama que consiste en ir avanzando, valga la redundancia, en coche, hacia algún lugar.
Nada del otro mundo ni nada destacable en más aspectos que los que aquí cuento.
Decir, eso sí que el director Siggi Gotz, es también el responsable de una comedia de similares características, pero más divertida, como era “Ríete como puedas” donde podíamos disfrutar de las dotes cómicas de Michael Winslow, David Hasselhoff y el israelí Zachi Noy. Gotz es uno de esos artesanos acostumbrados a hacer films de este tipo, de corte comercial, en su Alemania natal.
En cuanto a “Fiebre de noche de Verano”, más que para pasar el ratillo, se le debe echar un ojo si pica la curiosidad que suele suscitar el producto exótico.
Llegó a nuestros cine en la época congregando a más de 139.000 espectadores en las salas, así como se editó en vídeo vía Video Disco, sin que fuera una cinta que a posteriori haya tenido mayor repercusión.

sábado, 23 de noviembre de 2019

UN HOMBRE PELIGROSO

Por norma general, los días que mi pareja y yo solíamos reservar para ver "otra de Steven Seagal" eran los domingos por la tarde. Sin embargo, aquel fin de semana, algo hastiados ya con el gordo de la coleta, decidimos hacer un pequeño "break". Llegada la noche, y en pleno ataque de zapping, súbitamente nos topamos con una película del 2009 del amigo Seagal. Maldita sea, no había duda que estábamos destinados a consumirla. Y eso hicimos, empujados por la curiosidad extra que suponía ver una de la época decadente del actor, a pesar de que me había jurado a mí mismo que ni lo intentaría.
"Un hombre peligroso" narra la historia de "Shane Daniels", un tipo que, por aquello de defender a su querida novia de una agresión callejera, persigue y ahostia al culpable con tanta mala pata que... ¿lo mata? Ahora no lo recuerdo. Pero el caso es que acaba con sus huesos en la cárcel. Y encima, la mujer por la que se jugó el pellejo se aburre de esperarle y le abandona. ¡Harpía! Libre de nuevo, "Shane" vagabundea de aquí para allá, luciendo un horrible pañuelo en la cabeza que incrementa su nulo atractivo (aunque le tapa el escaso pelo). Intenta no meterse en líos, pero su condición de buen samaritano se lo impide. Terminará hasta las trancas en una movida con la mafia china, el secuestro de uno que conoce secretos de su país, su hija y unos rusos con muy mala folla. La verdad es que el argumento está explicado de manera un tanto liosa, pero da igual, porque esto es una peli de Steven Seagal. Y lo que queremos, incluso aunque pertenezca a su época de vacas flacas, es ver hostias, ver tiroteos y verle a él. Y a él se le ve, ya lo creo, que ocupa mucho espacio.
De hecho, no solo somos testigos de cómo mata con saña, también de cómo ama. Pero al estilo Seagal, es decir: Ella es mucho más bella y joven y se contonea en pelota picada ante sus ojos, calentándole. Él está sentado, completamente vestido, puede incluso que con una chaqueta, mirándola a ella con cara de bobalicón y, en un momento dado, osa tocarle una tetilla. La verdad es que la expresión de deseo que gasta el actor es la misma que tiene cuando corre, mea o duerme. Pero claro, es que es Steven Seagal. A todo esto mentar que Aidan Dee es la churri del destape, y tuvo papelito en "Gutterballs 2", secuela del popular slasher medio guarro de Ryan Nicholson (RIP).
Sin embargo, a pesar de una escena tan sórdida, del tono costroso, apelmazado y desalmado del film, y de un Seagal infladísimo y muy desganado (me recuerda al David Carradine de los ochenta, igual de amplio y actuando con idéntico nulo interés, sin disimularlo, algo que también afectaba a sus pocas ganas de correr y las nada lustrosas muestras de lucha karateka, lo mismo que Steven), resulta que "Un hombre peligroso" se deja ver. No es tan aburrida como me temía. Ni tan chapuzas. De hecho, todo el tramo final viene bien repleto de acción, disparos y un ritmo dinámico. Así que, perfecta si no hay nada mejor que hacer un insípido domingo por la tarde.
Del resto del personal implicado, poca cosa a destacar. Mucho asiático (supongo que es el mercado que mantiene viva la carrera del actor) y un director/guionista, Keoni Waxman, especializado en cine de acción de segunda y que ha currado con Seagal un montón de veces más. Debe ser su hombre de confianza (o el único que le soporta).
Resumiendo: En peores plazas he toreado.

viernes, 22 de noviembre de 2019

LEPRECHAUN, EL DUENDE ASESINO

Curiosamente, la franquicia “Leprechaun”, con tantos fans como detractores a lo largo y ancho del mundo, es ya una clásica de los direct to vídeo.
Tras un par de escarceos en la gran pantalla con las dos primeras partes, “Leprechaun, la noche del duende” y “Leprechaun 2” se pone de manifiesto, y teniendo en cuenta que ambas películas funcionaron mucho mejor en los estantes de los videoclubes que en las salas, que las cómico-sangrientas aventuras del duende asesino son más carne de videoclub que de celuloide, por lo que a partir de esta “Leprechaun, el duende asesino”, que es la que hace tres, todas las películas de Leprechaun salen exclusivamente en vídeo. Y hasta el día de hoy. Durante el periplo, al Leprechaun le ha pasado de todo; desde  moverse a sus anchas en getos negros donde engatusa a propios y extraños con sus dotes de  rapero, hasta convertirse en un monstruo terrorífico que no respeta la estética folclórica del personaje en un reboot que resultó ser de lo más detestable en 2013. Por otro lado, al tratarse de un personaje del folclore irlandés, no tiene derechos de autor, por lo que a la franquicia le salieron títulos apócrifos de calidad ínfima para, en sus últimos movimientos, y ya sin Warwick Davis a la cabeza —actor que diera vida al duende desde la primera hasta la sexta entrega—, protagonizar una pedazo de mierda de remake que sitúa la acción 30 años después de la primera película, retomando personajes y obviando lo acontecido en el resto de películas.
Y haciendo balance de toda esta suerte de películas, como fan que soy del personaje, llegó la hora de calibrar cual de todas es la mejor película de Leprechaun. Y sin desdeñar la quinta y sexta entregas, que me parecen divertidísimas, la mejor de todas, la más “leprechauniana” y la más gore, es la tercera esta “Leprechaun 3” que la Vidmark lanzó directa a vídeo en 1995 y que se convirtió en la cinta más vendida de ese año.
En España, distribuida en nuestros videoclubes por BMG, quizás sin conciencia de que existían otras dos películas anteriores —de hecho, “Leprechaun 2” no ha gozado de una edición domestica en España, hasta que hace poco ha sido editada de manera pirata en Blu Ray—, llegó a nuestros videoclubes, omitiendo en la carátula el 3 del título, pasando a llamarse “Leprechaun, el duende asesino”. Y resulta la mejor de la saga, la favorita de Warwick Davis, porque además de contener las dosis exactas de humor y horror que requiere el personaje, la película cuenta con la dirección del más ferviente fan y seguidor del personaje, el artesano de la “Ozploitation” Brian Trenchard-Smith, un director de exploits de lo más solvente. Y es que Trenchard-Smith, es un tío que sabe lo que hace, sabe dirigir. El caso es que este director que realizó títulos míticos de la ultra violencia Australiana como puedan ser “El imperiode la muerte” o  “El día de los asesinos” (o la taquillera en nuestro país ¡“Los Bicivoladores”!) pero en los 90 el cine de explotación estaba ya ninguneado, por lo que no trabajaba con la frecuencia que debiera, así que, siendo prácticamente un apestado en Australia, se afincó en los USA y comenzó a hacer películas de apestado para la tele o el videoclub, entre ellas, esta “Leprechaun, el duende asesino”.
La cosa es lo de siempre. A una casa de empeños de Las Vegas, llega un vagabundo con el Leprechaun hecho estatua. El señor de la casa de empeños se lo compra por 20 dólares y, al quitarle el medallón del cuello, despierta al Leprechaun. Este se marcha de allí con su olla de oro, con la mala suerte de que durante la huída se le cae una monedita, que se queda el de la casa de empeños, por lo que decide recuperarla y, en consecuencia, el Leprechaun realizará una carnicería por todas Las Vegas mientras una parejita intenta frenarle durante su cruzada.
Además de lo anteriormente expuesto, lo que convierte esta entrega en una película muy superior al resto de la saga es que Brian Trenchard-Smith, con un presupuesto de mierda (tan escueto que siendo un film que al principio se iba a rodar en 3D, hubo que desechar esa posibilidad porque no había pasta suficiente para hacer el relieve) y con solo 14 días para rodar la película entera, consigue facturar la más entretenida de toda la saga, la que más sangre tiene y, también, la que mas risas. Muy disfrutable.
Trenchard-Smith se encargaría posteriormente de la secuela, “Leprechaun 4: In Space” que se encargaría de trasladar las fechorías del duende al espacio y que es infinitamente inferior a esta de Las Vegas, y ahí pondría fin, por desgracia para él, a su relación con Leprechaun. Sin embargo, en su travesía americana, continuó con su carrera de manera imparable hasta nuestros días, siendo el responsable de cintas como una de las más significativas de la decadencia de Jim Belushi, “Sahara”, suya es también “Night of the Demons 2” y ha ido compaginando trabajos televisivos con otros direct to video, siendo lo más marciano que ha hecho en los últimos 10 años una secuela tardía de “Porky’s” titulada “Pimpin’ Pee Wee” y que, con un presupuesto de un millón de dólares, se estrenó un solo día en Pay per view, y para de contar, porque se concibió única y exclusivamente para conservar los derechos de la franquicia. Y quien mejor que Trenchard-Smith para sacar a flote esa empresa.
Por lo demás, “Leprechaun, El duende asesino”, con todos esos asesinatos, y un Leprechaun rimador que se encuentra en su salsa en un escenario como el de las Vegas, pues está francamente bien.

miércoles, 20 de noviembre de 2019

LOS FOTOCROMOS (Y LAS CARATULAS DE VÍDEO) DE "DESPELOTE EN EL CAMPAMENTO / CAMPING DE VERANO"

Ahora que el librazo "Screwballs, 101 comedias sexuales" de nuestro querido Víctor ya tiene un añito y pico de vida, ha llegado el momento de reciclar algunos de los excelsos fotocromos que salen en sus páginas. Todos ellos, obvio, dedicados a la comedia sexy de universitarios calientes y/o campistas salidos. Comenzamos pues una mini-serie dedicada a los mismos con "Despelote en el campamento", también conocida como "Camping de Verano". Una de las primeras en su especie dirigida por Chuck Vincent (RIP), pornógrafo a jornada parcial. ¿Quieren saberlo todo sobre la interfecta? fácil: echen mano del libro.













lunes, 18 de noviembre de 2019

EL SEXO QUE HABLA

Intento tardío de sexploitation que pretende ser, a su vez, una desmadrada comedieta números musicales incluidos, capaz de divertir a unas audiencias que en realidad, ávidas de sexo en la pantalla, ya estaban ocupando las plateas de las salas X. “El sexo que habla” no resultó muy oportuna en su estreno y fue recibida por el público con bastante frialdad. Y es que, aún con sus buenas dosis de destete, lo que pretende la película es bastante absurdo. Es una chorrada…
Una peluquera, tras mantener sexo con un individuo, comienza a escuchar toda suerte de improperios. Pronto se da cuenta de que posee una vagina parlanchina que tiene autonomía propia. Incluso, le pide a su dueña que le traiga maromos para paliar sus ansias. Pronto nuestra protagonista es examinada por su psiquiatra que al ver que posee una vagina parlante no se le ocurre otra cosa que explotar ese don en los medios de comunicación, máxime, cuanto esta vagina posee deseos de cantar. Este hombre convierte la vagina de la peluquera en una famosa cantante.
O sea, que estamos ante una película sobre ¡un coño que canta! No es poca cosa, porque a finales de los setenta una cosa así, medio hippie, podía ser, cuando menos, divertido. No lo fue, el público dio la espalda a una película que ni siquiera ha obtenido un culto competente años después. Sin embargo, en una entrevista, el actor Russel Crowe afirmó que es la primera película que vio en un cine en su Nueva Zelanda natal, y que fue la pura y dura calentura la que le instó a elegir esta película en su primera visita al cine. Y ese es uno de los motivos por lo que es famoso este film.
También, siendo justos, podemos colgarle la medalla de tratarse la primera película de ese extraño subgénero que es el de aparatos reproductores parlanchines; no son muchas las películas, pero suficientes para considerarlo un subgénero, siendo la más famosa de todas “Lo mío y yo” con Griffin Dunne como protagonista, que tiene largas conversiones con su pene, de la misma manera que el marqués de Sade, en forma de extraño ser amarionetado, las tenía en la estupenda “Marquis”.  Aquí, el coño de la protagonista, más que conversaciones se podía decir que tiene insoportables monólogos.
A priori la película es amena y promete algo de sana y morbosa diversión, pero a medida que avanza la trama, verdaderamente, tiene la misma estructura de una película porno a la que han eliminado el sexo y, por reiterativa, el espectador acaba bostezando. Y de tanto oír cantar al coño, el espectador acaba hasta las narices de este sexo que habla.
Se trata de uno de los últimos sexploits dirigidos de por Tom DeSimone, que emprendería en los ochenta una carrera zetosa tocando todos los palos y con películas hoy míticas y muy divertidas como puedan ser la estupenda “Motín en el reformatorio de mujeres” , “Angel 3” o “Noche Infernal”. En esta “El sexo que habla”, podríamos decir que encontramos el peor y menos inspirado DeSimone.
También conocida como “Virginia, The talking vagina”, pero de título original “Chatterbox!”, se estrenó en nuestro país sin la clasificación “S” que por derecho propio, temática y despelote se merecía, ya que justo ese 1978 de su estreno es cuando entró en vigor dicha clasificación y entre unas cosas y otras, en pleno mes de agosto, la película se escapó por los pelos. Y fueron a verla a los cines los 197.000 espectadores de rigor.
Poco después, apareció en vídeo una película pornográfica del mismo título, “El sexo que habla” que llevó a equívoco a los cinéfilos más desprejuiciados que querían alquilar esta o viceversa. Y es que, en ambas cintas, unos sugerentes labios rojos —y parlantes— eran el principal reclamo.
Curiosa, sin más, pero también, una pedazo chorrada como un piano sin el más mínimo interés.

sábado, 16 de noviembre de 2019

BLISS

Joe Begos me caía simpático a pesar de las dos películas que había hecho hasta la fecha, "Casi Humanos" y "Poder Mental". No eran gran cosa ni soportaban un segundo visionado. Supongo que, pésimamente aconsejado por alguien, un mal día se dio cuenta de que para conseguir destacar entre la ingente cantidad de aspirantes a cineasta tenía que convertirse en un personaje (como hicieran en su momento Albert Serra y Lloyd Kaufman, ¡toma mezcla indigesta!). Así que se dejó barbas y greñas a lo Charles Manson, desgarró sus tejanos a la altura de la rodilla y comenzó a aparecer en las fotos sujetando un vaso de whisky. Sí, Joe Begos pasó de humilde filmmaker a "chico malo del fantastique", enfatizando un empolillado macarrismo barato a base de mucha mucha pose, lenguaje lumpen-ero y constante esputación del término "fuck". Pero lo peor llegó cuando decidió aplicar todo ese carrusel a su cine, dando como resultado una cosa titulada "Bliss".
A "Bliss" le ha pasado lo mismo que a "Mandy", que la desesperada necesidad del fandom por descubrir una película de culto, SU gran clásico generacional con el que marcarse un tanto en las redes, la ha empujado a un estatus totalmente descontrolado, trufado de sobrevaloraciones ciegas, desmedidas y volátiles. A "Mandy" y a "Bliss", que guardan un leve parecido estético, no las recordará nadie dentro de una década. Pero ahora, toca sufrir a todos esos visionarios que las califican absurdamente de obras maestras.
Una artisssssta (así, con muchas s) sufre mogollón porque tiene un bloqueo creativo. No consigue tirar adelante su nuevo cuadro. Así que hace lo que hacen los artistas secos de ideas, se mete todas las drogas que encuentra (y que le vende un Graham Skipper cada día más tonel). El problema es que estas no solo la estimulan y proporcionan viajes interestelares, además se convierte en una especie de vampiro deglutidor de sangre humana que actuará cuando se encuentre en pleno trance creador.
Nadie le niega un puñado de virtudes técnicas al film de Joe Begos. La fotografía, la paleta de colores y el montaje están estupendos. Inevitablemente contribuyen esos 16 mm con los que ha sido rodada y que tan bien le sientan. Pero salvo eso, lo demás es vacuo hasta el dolor. Peor aún, "Bliss" combina dos características detestables: Por un lado, la pose barata. El director y guionista aplica toda su filosofía carnavalesca, cosa que se traduce en una larga serie de cargantes diálogos remozados en "fucks" y más "fucks", y un puñado de personajes insoportables, tan poseurs como él, que en su "desarraigo callejero" rozan casi la parodia. Algo aguantable si no fuese por la característica number two: la pretenciosidad. Sí amigos, "Bliss" es pretenciosa. Y gasta un nivel mil de soberbia a base de discursillos de manual del tipo "soy artista, ergo, sufro creando, ergo, soy mejor que tu", absolutamente patéticos.
Y no, el gore no es pa tanto, ni pa la mitad. Básicamente queda reducido al último tramo.
En resumen, "Bliss" es la típica peli diseñada para hacer flipar al elemental e impresionable público yanki. Y a su director le funciona. El disfraz ha dado resultado. Quien me iba a decir a mi que echaría de menos al Joe Begos humilde, fan del terror y que compensaba su torpeza con nítida pasión. 
A este nuevo no lo quiero ni en pintura (nunca mejor expresado). Gracias.

viernes, 15 de noviembre de 2019

ANTONIO BANDERAS, UNA VIDA DE CINE

“Antonio Banderas, una vida de cine” es una biografía que cada 10 años se revisa y amplía, porque se escribió muy temprano, allá en los 90, cuando la verdadera carrera de Banderas no había hecho más que comenzar. Así, yo me encuentro de bruces con la editada en 2004, justo cuando el actor está viviendo su momento más álgido de gloria, en los momentos en los que triunfaba en Broadway con el musical “Nine”, y cuando todavía no había comenzado a protagonizar toda esa ristra de mierdas entrañables que tanto nos gustan, o no había reculado y regresado a España a poner negocios vinícolas, rodar “El camino de los ingleses” con el dinero del contribuyente, montar un estudio de animación o ponerse de nuevo a las órdenes de Pedro Almodóvar en tres ocasiones más.
No se puede decir que la carrera de Antonio Banderas se encuentre en decadencia, es más, yo diría que es el actor que mejor ha sabido lidiar con los cánones que rige Hollywood, no ha dejado de trabajar jamás a pesar de qué dirán, y cuando vuelve a trabajar en España lo hace como un triunfador, no como un apestado de la industria, pero el Banderas actual dista mucho del actor latino de carácter que triunfa en Hollywood con películas de calidad y, en segundo término, como una estrella del cine mainstream.
La edición que he tenido a bien leer, concluye en un momento dulce y, desde luego, estaría bien hacerse con la más reciente de las ediciones, para ver que dice de ese descenso que les acabo de describir, en absoluto decadente, pero si envuelto en menor prestigio del que hacían presagiar los textos de la edición de la que les hablo.
Escrito por la periodista (y fan de Banderas) Ana Oliva, lo único que nos ofrece “Antonio Banderas, una vida de cine” es puro y duro entretenimiento. Porque está muy bien servido, muy bien narrado y nos hacemos una visualización de lo que cuenta el libro —la vida de Banderas— que propicia que leamos centrados y poniendo máxima atención. Al no ir el libro contado de manera cronológica, se hace muy ameno, ya que los capítulos van saltando en el tiempo sin orden ni concierto y si el libro comienza, por ejemplo, explicando como Banderas sorteaba lo envites de Madonna para llevárselo a la cama, el siguiente nos explicará como jugaba a las chapas en su Málaga natal, para pasar a hablarnos de la era Almodóvar, de la movida madrileña, de las noches de Antonio, para volver atrás en el tiempo y terminar contando como fueron sus inicios en el teatro de aficionados. Tampoco deja de lado su affaire con Melanie Griffith (de la que recientemente se divorció) ni su primer matrimonio con Ana Leza y, en general, el libro es altamente disfrutable e ideal para leer en cualquier momento, la lectura es fluida y serena. Sin embargo, en la parte mala —y lógica por otro lado— tenemos la biografía menos valiente que uno se puede echar a la cara, puesto que es una de esas biografías que se escriben con el actor delante, dando este su visto bueno y sin teclear ni una palabra hasta que el actor no esté contento con el escrito, e incluso excusa de alguna manera sus malas películas o meteduras de pata,  con lo que el libro se convierte, al final, en una enorme felación a Banderas, de esas que continúan incluso cuando este ya se ha corrido. Pero esto, supongo, es lo que el lector se espera cuando abre una de estas biografías tan formales, autorizadas  y en las que el protagonista está encima todo el rato.
Por otro lado, la autora, Ana Oliva, lleva en conversaciones con Banderas desde el 94, lo conoce bien, e incluso Banderas decía en una entrevista que después de tanto tiempo, Oliva no es que fuera su biógrafa, sino que ya era su amiga,  por lo que no descarto que la última de las ediciones de “Antonio Banderas, una vida de cine” sea igualmente amena, o al menos, tan interesante como esta. Por lo menos, en esta biografía, se habla de cine, y no como en la de tantos otros, actores, directores o productores.

lunes, 11 de noviembre de 2019

NIGHTMARE ON DRUG STREET

Se estilaba en Norte América, a mediados de los 80 con el incremento de crack y cocaína en las calles, el uso de las cintas de vídeo para  prevenir a los posibles consumidores potenciales (¿los usuarios de los video-clubes?) sobre los efectos devastadores del consumo de drogas, por lo que se lanzaban en VHS documentales o películas destinados a esta labor, y que evocan directamente a las películas de propaganda antidroga de los años 30 y 40 (y 50 y 60), que se concebían con idéntica mentalidad. Ya saben, las películas de Dwain Esper y todo aquello. Por supuesto, el material que se ofrecía siempre era de una calidad ínfima, de un contenido entre lo exagerado y lo sensacionalista que más que alentar a los jóvenes para que no se drogasen, casi parecía que se estaba haciendo mofa de la situación per se. Claro que todos esos vídeos, a día de hoy son las joyas de la corona de los coleccionistas de rarezas en VHS.
Así, bajo esa premisa, nos topamos con este “A Nightmare on drug Street”, mediometraje de 40 minutos de duración dirigido por una tal Traci Wald Donald —que nunca más volvió a dirigir— que nos narra en forma de episodios el cómo tres jóvenes de edades comprendidas entre los 11 y 16 años acaban muertos de la peor manera por culpa de las drogas. Así, tenemos a un latino de 16 años, que tras fumarse un canuto y tomarse unas birras, se mata en un accidente automovilístico causado por el consumo de estas drogas. En la segunda historia una joven de 14 años asiste a una fiesta donde un tipo algo más mayor le da un par de rayas de cocaína, esta se vuelve tarumba con esta droga y, tras arruinarse —porque en seguida se vuelve adicta— muere de sobredosis (en la autopsia le encuentran cocaína, pero también todo tipo de pastillas). Y en la tercera y última historia, tenemos a dos individuos que instan  a un tercero a que consuma crack. Hasta ahí todo bien… salvo porque los consumidores de crack son ¡¡¡niños de 11 años!!!. El niño (negro, para más señas) decide meterse un pipazo para el cuerpo y cuando llega para casa, lógicamente, sus papás lo notan, así que al chaval no se le ocurre otra cosa que meterse en el baño y llamar por teléfono a sus amiguitos para que le cuenten que puede hacer para contrarrestar los efectos de haber fumado crack. Y le dicen que para que se le quite el pedo ¡¡que se fume otra pipa!! El chaval hace caso a los otros niños y se enchufa un segundo pipazo. Cuando sale del cuarto de baño completamente colocado y sus papás preguntan que qué le pasa, le da un infarto y muere ante nuestros ojos. Luego, los fantasmas de los tres protagonistas, nos darán unos cuantos consejos a nosotros, tontos espectadores, por si necesitamos la ayuda de alguien en el caso de que consumamos drogas. Dan ganas.
Como ya he dicho antes, todo muy exagerado, muy pasado de rosca y, por lo tanto, extremadamente divertido, aunque sea de manera involuntaria.
Ahora, la película es tosca y cutre; como hay un mensaje que dar al espectador, y únicamente por eso existe esta cinta, se descuida en exceso todo lo demás, por lo que no hay ni transiciones entre historia e historia y al espectador le cuesta distinguir cuando acaba una y comienza otra. Todo material de derribo sin más interés. Lo interesante es saber que esto existe, y que existe solo para decirle a la audiencia que si se droga, morirá. Todo muy bizarro y muy loco.
Por supuesto, al principio del film, los tres protagonistas nos indican que lo que vamos a ver es una verdadera película de terror y con estructura de film de terror transcurre toda ella, resultando especialmente hilarante el título de la película, que tomando prestado el del uno de los grandes éxitos de la época “A nightmare on Elm Street” (“Pesadilla en Elm Street”) cambia sin ningún sentido la palabra “Elm” por la palabra “Drugs” y ya tenemos una pesadilla en la calle de las drogas. Para descojonarse de la risa.
En el reparto, la única cara semi-conocida, sería la de Raymond Cruz, que luego aparecería, siempre en calidad de secundario, en mogollón de películas (“Gremlins 2”, “Buscando Justicia”, “Alien: Resurrección”…).

sábado, 9 de noviembre de 2019

HERIDA ABIERTA

Tal y como comenté en la reseña anterior de este escueto y atolondrado mini-ciclo Steven Seagaliano, "El último patriota" fue el principio del fin de la carrera del astro. Aunque si lo miramos detenidamente, descubriremos que la cosa ya venía de antes. Digamos que se masticaba la tragedia. Tras "Glimmer Man", Seagal intervino en el sitcom televisivo "Roseanne", para luego emprenderla con "En tierra peligrosa 2", que no funcionó lo que se esperaba (reseña en breve). El actor se encontraba al borde del abismo. Suerte que el legendario productor de "actioners" Joel Silver, con quien Steven Seagal ya había currado en "Decisión Crítica", aunque interpretando un rol secundario, vino en su ayuda ofreciéndole el protagonismo absoluto de "Herida Abierta". Eso sí, con condiciones: Se acabó el rollo jipi, nada de panfletos ecológicos, nada de misticismos, ni trajes de monje, ni collares... ¡ni siquiera una coleta!. El film iba a ser una historia clásica de policías en la que Seagal daría vida a uno lo más común y corriente posible.
La trama gira en torno a un servidor de la ley algo conflictivo (inevitable escena del jefe abroncándole por sus métodos poco ortodoxos) al que le cambian de distrito. En la nueva comisaría las cosas tampoco le irán demasiado bien (acabará incluso como guardia de tráfico), aunque su obsesión por pillar a un supuesto traficante de drogas le meterá en una espiral de corrupción dentro del mismo cuerpo que, inevitablemente, acabará en tiroteo y muerte. Como veis la historia no es que brille por su originalidad, pero sí depara un giro sorpresivo y está narrada de manera menos convencional de lo habitual. Aunque me queda la duda de si es un mérito que podemos achacar a su origen literario, incluidos unos sobrios y ajustados diálogos, o está narrada con el ojete y lo confundo con genialidad por parte del guionista, que también podría ser.
De entre medias, pues no faltan unos contadísimos numeritos de lucimiento para el amigo Seagal, aunque, teniendo en cuenta el tono "realista" de la historia, resultan bastante flipados e inverosímiles, con el actor, ya entrado en carnes, dando saltos y giros más bien imposibles en los que cantan un huevo los -gruesos- hilos que le levantan. El toque de humor lo pone una reunión a la que Steven Seagal es obligado a acudir para rebajar su ira interna. Estupendo el momento en el que, sin mover una ceja, mira a la moderadora y le esputa "¿Ve esta cara? Esta es una cara feliz". Es aquí donde aparece Tom Arnold (supongo que él y Seagal harían buenas migas en "Rosanne"), dando vida al inevitable personaje gracioso/cansino. A uno de los dos, el otro es el gorderas negro Anthony Anderson. Al final, durante los créditos, ambos se reservan un especie de show conjuntado con pinta de estar improvisado, más vergonzante que divertido. 
Desconozco si fue hecho a posta o no, pero igual que en "Glimmer Man" le pusieron un comediante negro a Seagal, por aquello de compensar su falta de gracejo, en "Herida Abierta" le cuelan de comparsa a otro negro con otra cualidad: ser aún más inexpresivo que él. Y ya es decir. Hablo del rapero convertido en actor DMX (quien por lo visto no se llevó nada bien con Seagal).
Otros seres humanos reconocibles que aparecen a lo largo de la función son Isaiah Washington, Michael Jai White, Bill Duke, Bruce McGill y papelito para Eva Mendes (a quien doblaron por considerar que no sonaba como una persona inteligente -¿?-. Lógicamente molesta, la actriz echa pestes de la peli).
Dirige Andrzej Bartkowiak, con una carrera lustrosa en el campo de la dirección fotográfica pero más bien poco llamativa en la de director a secas.
"Herida Abierta" no fue el éxito que se esperaba, por lo que la carrera de Steven Seagal siguió su imparable camino descendente.

viernes, 8 de noviembre de 2019

PULSACIONES

Durante los tiempos de bonanza de José Frade, aquellos en los que hacía películas a la americana, no tuvo el productor el más mínimo pudor en poner el capital que estimó oportuno para producir un film americano. Frade, que siempre tenía muy buen ojo en cuanto a los expolios, se fijó en que una película de John Travolta sobre clubes de gimnasia estaba funcionando muy bien. Se trataba de “Perfect” y decidió poner sus pesetas en una producción de similares características.
Obviamente, muchas de sus coproducciones con América, resultaron un negocio redondo debido a la venta internacional de estas películas, (aunque en cines de nuestro país, “Pulsaciones” congregó a unos nada despreciables 245.000 espectadores)  y en ese sentido la calidad de las mismas daba un poco lo mismo. Bastaba con una estrella en el reparto y un póster llamativo. En esta ocasión, la estrella era Daniel Greene, actor musculado que descubrió Frade para el cine —seguiría vinculado al productor en películas como “Elvira, Reina de las tinieblas”— y que en los videoclubes funcionaba a la perfección gracias a films como “Destroyer (brazo de acero)” de Martino o “Hammer” de Castellari, pero el primer papel importante se lo daría Frade en esta “Pulsaciones”. Luego hizo un poco de serieZ, y acabó sus días en producciones mainstream, eso sí, en calidad de, prácticamente, extra cinematográfico.
Entonces aquí tenemos a Daniel Greene, interactuando con actores españoles de la factoría Frade como Helga Line, Alicia Moro o Alex Intriago, y queda todo de lo más extraño y bizarro.
Greene, es un armario. Su capacidad como actor es tan nula que no queda más remedio que esgrimir media sonrisa al verlo (solo media sonrisa, que para tanto no es) hacer exhibiciones de su fortaleza, o interactuando con otros actores.
Por otro lado, tenemos una historia absolutamente estúpida, con un gimnasio de fitness que regenta el personaje de Daniel Greene dónde se suceden secuencias de entrenamiento con pesas (esos títulos de crédito…) de dos o tres minutos, o numeritos musicales que sirven para rellenar metraje y en la que no pasa nada. Un par de amoríos, protagonistas que entrenan, que van y vienen y, por supuesto, una competición de fitness que sirve como hilo conductor de las demás chorradas que van ocurriendo y que pondrá el colofón a tal desaguisado.
En su momento ya debió ser mala de pelotas, de hecho, no trascendió como sí lo hicieron otras coproducciones de Frade como por ejemplo “Los gusanos no llevan bufanda” de Javier Elorrieta, pero a día de hoy, ver “Pulsaciones”, incluso aunque nos sentemos ante la pantalla con toda la predisposición del mundo, es un autentico suplicio.
Para dirigir la película, Frade, contrató a Maurice Tobias, señora esta que no se había puesto jamás detrás de las cámaras y que nunca más lo volvería a hacer, aunque sí que se dedicó a la dirección de doblaje en los USA muchos años después.
“Pulsaciones” es motivo de chanza y de mofa en los USA. De hecho, Steven Puchalski de "Shock Cinema Magazine", se dirige a ella despectivamente como “esa película que produjeron españoles en Miami”, pero más allá de la curiosidad que pueda suscitar, la verdad es que no hay nada que haga a la película merecedora de un visionado.
El póster americano es de lo más espectacular, pero he preferido adjuntar el que se estrenó en España, mucho menos sugerente (el otro búsquenlo en la red bajo el título de “Pulsebeats”), pero con una frase promocional que tratando de ser moderna y enrollada, finalmente, parece la sentencia de cualquier border line: “La película que se mueve al ritmo de tu música y hace vibrar todo tu cuerpo”. Ni que te estuvieran pegando un polvazo.
Horrorosa.

miércoles, 6 de noviembre de 2019

MIS FOTOGRUMOS FAVORITOS 2- DE CANÍBALES, ED WOOD, VIDEO NASTIES, PROGRAMAS DE MANO Y POSESIONES.

Hoy venimos con un popurri. De las páginas de "Fotogrumos" rescatamos varios articulillos en torno a temáticas que nos tocan muy de cerca: Caníbales, Ed Wood, Video Nasties, programas de mano y posesiones diabólicas.
Disfruten pues cual antropófago devorando minúsculo pene blancucho...

En sus mejores tiempos, la revista "Fotogrumos" dedicó un recuadro a los lanzamientos en vhs entonces novedosos de películas de/con caníbales. Que época aquella en la que nadie iba de enrollado y resabiado respecto a temáticas tan extravagantes, el tono siempre era despectivo y, en esencia, no decían absolutamente nada. Solo relleno.


Aunque parezca mentira, hubo un tiempo en el que la prensa especializada no daba la chapa continuamente con el llamado cine trash o gente como Ed Wood. Años felices aquellos!. Por eso, cuando una noticia como esta aparecía en las páginas de "Fotogrumos", los aficionados sedientos de datos nos volvíamos locos de alegría. Claro que anduve buscando esa supuesta edición en vídeo de "Plan 9..." pero jamás di con ella. Cosa esta que también era lo habitual!.


Siempre se habla de los "Video Nasties" británicos, pero según informó en su momento "Fotogrumos", también a los Australianos les entró la vena puretilla. Especialmente en lo que se refiere a dos clásicos del cine de justicieros.


En este recorte se comenta el "regreso de los programas de mano".
¿Lo recuerdan?. Yo tampoco.
Lo interesante del caso es ver que la nostalgia siempre ha sido
algo recurrente, no solo un mal de estos asépticos tiempos que vivimos.



Y nos despedimos con esta página donde se anuncian, mediante inocuo y absurdo texto, varios lanzamientos en VHS de películas sobre cuestiones demoníacas.

lunes, 4 de noviembre de 2019

"G", EL PUNTO CALIENTE

Peli franchute de mediados de los 80, basada en el cómic “Amor Limpio” de Martin Veyron, de cierta fama a nivel internacional, que en un intento por ser una pieza de alta comedia, con personajes intelectuales y bien posicionados socialmente, acaba resultando todo lo contrario por una serie de chistes zafios que pegan bastante poco con el tipo de comedia que pretende ser. Y por otro lado, no es lo suficientemente cafre como para acabar siendo una comedia gamberra. Con lo cual, “G, El punto caliente” resulta una comedia fallida. Cómo película, tampoco posee muchos atributos destacables. Demasiados planos largos y una estructura muy lineal que intentando emular la narración secuencial de las viñetas, lo que se consigue es dejar la película parada, muerta, y termina convirtiéndose en un producto de lo más tedioso. Por lo demás, una comedia muy afrancesada y políticamente incorrecta, donde además del “Punto G” femenino que sirve para dar título a la película, todo gira alrededor un chiste muy malo sobre un monito que llega a la barra de un bar donde un individuo se está tomando un whisky y le mete los cojones dentro del vaso. Algún gag  muy cruel sobre travestís merece la pena, pero poco más.
La cosa va de un individuo que al llevar a cenar a una mujer con la sana intención de tener sexo con ella después, acaba descubriendo, según las indicaciones de esta, las bondades del denominado “Punto G”. Al encontrarlo y proporcionarle máximo placer a esta señorita, nuestro individuo se obsesionará con esta zona erógena, y pasará a buscárselo a toda mujer con la que se acuesta. Mientras, las conversaciones en torno al “Punto G” y a la sexualidad en general, se irán desarrollando en distintos ambientes sofisticados.
Dirige la película el propio autor del cómic, Martin Veyron, cuya experiencia tras las cámaras se limita únicamente a esta película aunque con anterioridad había escrito algún que otro guion para otras películas.
Curiosamente, y supongo que sin tener en cuenta a los posibles lectores ibéricos del cómic, “G, el punto caliente” se estrenó en su momento en nuestros cines dónde tan solo la vieron 70.096 espectadores.
Échenle un ojo tan solo si, como yo, sienten curiosidad por el, por otro lado, sugerente cartel. Luego la peli no tiene mucho que ver, pero bueno.

sábado, 2 de noviembre de 2019

BACANAL DO DIABO!

Junto al inevitable José Mojica Marins / Ze Do Caixao, Iván Cardoso es uno de los rostros más reconocibles del cine fantástico Brasileño. Tras varios años rodando cortos, debutó en 1982 con un largo entre el terror, la comedia y el erotismo, manteniéndose fiel al estilo hasta que concluyó la década. A partir de ahí, y como suele pasar, su decadencia se vio compensada por un tardío descubrimiento en la escena "amateur / underground" aficionada al género, lo que le llevó a contar con integrantes de esta como colaboradores para tirar adelante sus nuevas epopeyas. Dejó de facturar largometrajes y se centró en el formato corto. Cosa que me parece estupenda. Tanto como el hecho de que, a pesar de la predilección de Cardoso por el terror y, sobre todo, los clásicos de la "Universal", no le hizo ni le hace ascos a tocar otros palos más, digamos, experimentales (aunque lo suyo sería usar el término "creativamente libres").
Y, justamente, "Bacanal do Diabo!" (seguido de "E Outras Fitas Proibidas de Ivan Cardoso") es buena muestra de ello. Una curiosa compilación, prolongada durante 60 minutos, de algunos de los cortometrajes del cineasta. Tanto de su etapa clásica en Super 8, como mucho más recientes de tirón videográfico. Montado todo ello con muchísimo brío y dándole un aire como a catálogo de falsos trailers, incluidos rimbombantes titulares y exageradas voces narradoras. El show lo componen desde filmaciones/grabaciones caseras sin mayor aparente interés (el recorrido de una montaña rusa, las cataratas de Iguazú, una actuación de Bob Dylan que da pie a una coña muy graciosa...), a ficciones propiamente dichas, ninguna de ellas narrativa del todo pero en las que abundan el tono verbenero y, sobre todo, tetas y felpudos. Ya sabemos lo cochinos que son los brasileños (¡y que envidia me dan!). En este apartado podemos destacar el del regordete que se beneficia a una chica de buen ver (da la sensación de que el material iba para hardcore y fue recortado durante el montaje) y otro, más alucinante si cabe, con un primerísimo primer plano de una vagina siendo pulidamente afeitada. Sin más.
Completan el sarao una divertida entrevista a José Mojica Marins, algunos simpáticos intentos de animación artesanal, un montón de canciones pop brasileñas muy bien elegidas y bastante material mangado que se pasa el copyright por el forro de los cojones. Algo maravilloso. Tal es así, que la peli resultante no ha tenido una carrera comercial muy prolija, ni siquiera en ambientes marginales.
A pesar de lo difícil que a ratos puede ser el viaje, no negaré que "Bacanal do Diabo! e Outras Fitas Proibidas de Ivan Cardoso" tiene gracia. Una reconfortante muestra de cine experimental patillero, totalmente alejado de la versión más pedante y elitista del gremio. Recomendada para seres inquietos y con ganas de probar cosas distintas.
¡Ah! Y lo mejor es que, a día de hoy, Iván Cardoso continúa pariendo sus cortos. Bien por él.

viernes, 1 de noviembre de 2019

COME WITH ME MY LOVE

Se puede decir que, a día de hoy, no podemos considerar el porno un género cinematográfico. Hoy se va a lo práctico; se busca una escena a nuestro gusto en internet, te haces el pajote y aquí paz y después gloria. Y en cierto modo lo prefiero así. Una cosa es el cine y otra es el porno con fines onanistas.
Sin embargo, el porno, que en ámbitos pseudo intelectuales todavía puede funcionar como es el caso de la activista feminista Ovidie, en los años setenta, no solo funcionaba a la perfección como género cinematográfico sino que, incluso, se podían llenar las salas de cine, e incluso, acaparar la atención de los medios de comunicación como fue el caso de “Garganta profunda” de Gerard Damiano. Los hermanos Mitchell experimentaban y dejaban el sello de autor con su porno sofisticado, se rodaban absurdas comedietas con argumentos propios de la mejor Screwball comedy y se flirteaba con el cine de terror, como en el caso de la película que nos ocupa, sin por ello descuidar las múltiples combinaciones de las que un pornete tiene que hacer gala.
“Come with me my love” tiene sello de autor de todas, todas. Aunque sea un autor de mierda. Y es que, aunque en los créditos del film la dirección la firme un tal Luigi Manicottale, no hace falta más que echarle un vistazo a la peli para darse cuenta de que se trata de una película de DorisWishman. Es como si a “Una noche para descuartizar”, le metiéramos unos insertos pornográficos. Misma textura, mismo ambiente sórdido, mismo tipo de película casi velada y misma inutilidad tras las cámaras, pero semejantes buenas intenciones.
Y es que al folleteo de esta “Come with me my love” hay que añadirle la trama de cine de terror que, junto a una atmosférica banda sonora, acompaña a esta película entre polvo y polvo. No es que deje de ser una puta mierda, pero tiene su gracia.
Resulta que un individuo descubre a su mujer follando con otro tipo y decide pegarles un tiro a cada uno para después pasar a suicidarse también. Cincuenta años después, una muchacha se muda a la casa donde sucedió esto y se encuentra con que el espíritu de este individuo mora por allí a sus anchas, hasta el punto de que este se la folla cuando le apetece y la chavalita cree estar delirando. Para más inri, esta se trae a casa todo lo que pilla para follárselo, y el espíritu de la casa, celoso, irá asesinando a todos los hombres que osan meter su polla en la vagina de nuestra protagonista. Y todo ello servido con una pericia tan propia de una deficiente mental, que por momentos creemos estar viendo una muestra de cine porno experimental. Pero no, lo único que pasa es que Doris Wishman es tan inútil que saca planos desenfocados, o borrosos, o mal iluminados como consecuencia a su poca destreza.
Lógicamente, el porno de estos años, rodado en costroso ¿16mm? con tanto pelo y tan poca higiene, está lejos de parecernos sexy. La trama fantástica por si sola tampoco se sustenta, sin embargo, la combinación de ambos conceptos hacen que esta película, porno duro, zetosa, llena de fluidos color marrón y penes fláccidos que brillan en la oscuridad —y ente tanto fluido y tanta viscosidad, sin embargo, nada de sangre— resulte cuanto menos curiosa. Y además, según nuestros gustos, podemos hacer dos cosas: Pasar para adelante en las escenas pertenecientes al hilo argumental y pasar directamente al porno, o pasar el porno para ver la trama terrorífica.
Luego, más adelante, la Wishman renegó de toda esta pornografía que rodó tan mal.
Y sí, cuando el porno era así, podíamos considerarlo género cinematográfico, y “Come with me my love” una buena muestra de lo más chungo, cutre y cerdo del porno con argumento.
Curiosa.