sábado, 5 de octubre de 2019

GLIMMER MAN

Lo divertido de estar consumiendo una película de Steven Seagal por semana, es que notas con mayor claridad los distintos cambios de tono de un film a otro. Y no me refiero al producto en sí, sino más bien al propio Seagal. De tipo duro y frío en "Señalado por la muerte", pasamos al intento de humanizarlo con "Buscando Justicia". Pues bien, algo me dice que la productora haría un estudio de mercado para ver qué opinaba el público sobre él. Recibiría algunas críticas descontentas calificándolo de macarra y bruto, por lo que decidieron "suavizar" su imagen. ¿Y cómo? Pues rebajando el sadismo de la violencia y, sobre todo, recurriendo al humor. Todo apuntaba a que Steven Seagal no sería demasiado convincente en ese terreno, por lo que habría que ponerle a un comediante de comparsa.
Solo son conjeturas mías, pero me encanta pensar que así es como fue. En parte ello explicaría el irritante tonito bufo de "Glimmer Man" y, claro está, la presencia de uno de los hermanos Wayans, en concreto Keenen Ivory (director de las dos pelis que harían de oro a la familia, "Scary Movie 1 y 2"). A lo largo de "Glimmer Man", Seagal, ya del todo metido en su rol místico y budista repartidor de galletas (luce un horrible collar jipi y se pasa el rato con las manos juntas, en plan gurú. ¡Ah! y ya comienza a dejarse ver con unos quilos de más), no solo es blanco de chistes, también los hace sin mucha fortuna (salvo uno, ojo a la escena del taquígrafo). Y por si fuera poco, sonríe más que en ninguna otra de sus aventuras cinematográficas. ¡Ay!.
Pero no termina ahí la cosa. Resulta que, comedia aparte, "Glimmer Man" también se apunta a dos subgéneros. Uno recurrente y consecuente -las "buddy movies", historias de polis/compañeros antagonistas obligados a llevarse bien- y el otro muy de moda gracias al entonces reciente exitazo de "Seven": el psycho-thriller con asesino en serie perpetrador de espectaculares crímenes rituales.
De entrada eso es lo que nos venden. Hay un psicópata en la ciudad que se dedica a machacar parejas católicas, a las que crucifica. Del caso se encarga un policía negro que, a regañadientes, debe compartir labores con ya sabéis quién. Pero no debemos olvidar que esto es una película de Steven Seagal, así que pronto descubrimos que lo del asesino loco solo es una tapadera para confundir a la policía, detrás se oculta lo habitual: Mafia, en este caso de procedencia rusa. Y tiene máximo sentido, porque de otro modo no habría mucha peña a la que ahostiar. ¿Solo un criminal? ¡que aburrido!. Resuelto el problema, ya tenemos la agradecida ración de piños y la inevitable escena de macarrismo desaforado en la que el gordo Seagal parte huesos por doquier.
Acompañan a la pareja de polis una ristra de rostros carismáticos y estupendos en lo suyo como los de Bob Gunton, Brian Cox, Peter Jason y Stephen Tobolowsky.
Dirige el impersonal y televisivo John Gray.
"Glimmer Man" es un poco chorras, sí, pero entretiene lo suficiente. Nada que objetar.