Uno de los clásicos indiscutibles del cine español seria esta “Atraco a las tres”. Una película de bajo presupuesto que debido al buen hacer de sus artífices, ya sea en la escritura del libreto como en la ejecución de la dirección, amén de unas interpretaciones memorables, se convierte en una obra maestra atemporal, influencia de varias generaciones de cineastas y una de las mejores comedias españolas de todos los tiempos.
Aunque en su momento tampoco gozó de una taquilla exultante —tan solo acudieron a verla 115.000 espectadores en el momento de su estreno. Poco, pero la película fue tan barata que con esos números rentaron el presupuesto de sobra—, el paso del tiempo le ha conferido un aire clásico y un prestigio fuera de todo precedente que la hacen encabezar todos los listados de mejores películas españolas de la historia. Quizás por eso, en 1999, se reestrenó 36 años después en los Madrileños cines Princesa —sumándole otros 1000 espectadores más a esos 115.000— en una de sus salas más diminutas, con cierto éxito.
Cuenta la historia de los trabajadores de un banco que aprovechando el injusto despido al ya anciano director del mismo, planean un atraco a la sucursal y así poner fin a todos los problemas económicos que estos puedan tener. Los empleados planean el atraco minuciosamente, hasta que la cosa se complica cuando entra en juego una vedette llamada Katia Duran, a la que uno de los empleados, encoñado con ella, le cuenta todos sus planes.
“Atraco a las tres” surge de la mente de Pedro Masó, que alega que gracias al entusiasmo y el hambre que había aquellos años por hacer cine, escribió el guion de madrugada y en tan solo 9 días. Después, sus socios Vicente Coello y Rafael J. Salvia lo pulirían y darían una coherencia. Una vez visto para sentencia, Pedro Masó, en calidad de productor, ofreció rodar el guion a José María Forqué, gran amigo suyo por otro lado. Forqué, en aquellos años estaba hasta arriba de trabajo, su agenda era apretadísima —“Accidente 703” y “La Becerrada” serían los films que le tendrían ocupado, no siendo ninguno de ellos ni la mitad de relevante de lo que fue “Atraco a las tres” a posteriori— y no tenía mucho tiempo para rodar una peliculita menor como la que le proponía Masó. Aun así, y por hacerle el favor a Masó, decidió dirigirla. Y a día de hoy, es por el título por el que, mayormente, se le recuerda.
Según los estudiosos del cine español, la película es una crítica total y absoluta al régimen español, a su jerarquía, y la miseria en la que la sociedad española estaba sumida, que gracias al imperante humor blanco, y a la maestría del director, pasó la censura sin ningún tipo de problemas. Quizás el mensaje implícito hay que leerlo entre líneas, o cogerlo con pinzas, porque, efectivamente, a simple vista no se detecta.
Naturalmente, “Atraco a las tres” no sería lo que es de no ser por sus extraordinarios actores, muchos de los cuales empezaban a despuntar en esto del cine, eran caras nuevas que seguían el ritmo a la perfección al único actor consagrado en la cinta que es José Luis López Vázquez, así, tenemos secundando al inconmensurable, a Gracita Morales —con la que pronto formaría pareja cinematográfica en infinidad de películas—, Manuel Alexandre, Agustín González que empezaba a llamar la atención, el humorista Cassen, Manuel Díaz González…
Había uno de los papeles, el de Castrillo, concebido inicialmente para un reputado Manolo Gómez Bur, que tuvo que rechazarlo porque tenía otros compromisos firmados tanto en cine como en teatro, y no daban con un actor que tuviera las características del personaje. No fue hasta que un día viendo una comedia de Jardiel Poncela en el teatro, Pedró Masó y José María Forqué vieron, cito, “una cosa pequeña por ahí, por el escenario” que resulto ser Alfredo Landa. Les gustó lo que vieron y sin pensarlo le darían a Landa lo que sería el primer papel protagonista de su vida. Crearon un monstruo, porque desde entonces, Landa no dejaría de trabajar, convirtiéndose, para más señas, en el creador de un subgénero dentro de la comedia española, el “Landismo”.
Por su parte, tanto José María Forqué como Pedro Masó, serían acompañados por el éxito en su profesión durante el resto de sus días.
Una joya imprescindible del cine español, qué les voy a decir.