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viernes, 4 de diciembre de 2020

ATRACO A LAS 3

Uno de los clásicos indiscutibles del cine español seria esta “Atraco a las tres”. Una película de bajo presupuesto que debido al buen hacer de sus artífices, ya sea en la escritura del libreto como en la ejecución de la dirección, amén de unas interpretaciones memorables, se convierte en una obra maestra atemporal, influencia de varias generaciones de cineastas y una de las mejores comedias españolas de todos los tiempos.
Aunque en su momento tampoco gozó de una taquilla exultante —tan solo acudieron a verla 115.000 espectadores en el momento de su estreno. Poco, pero la película fue tan barata que con esos números rentaron  el presupuesto de sobra—, el paso del tiempo le ha conferido un aire clásico y un prestigio fuera de todo precedente que la hacen encabezar todos los listados de mejores películas españolas de la historia. Quizás por eso, en 1999, se reestrenó 36 años después en los Madrileños cines Princesa —sumándole otros 1000 espectadores más a esos 115.000— en una de sus salas más diminutas, con cierto éxito.
Cuenta la historia de los trabajadores de un banco que aprovechando el injusto despido al ya anciano director del mismo, planean un atraco a la sucursal y así poner fin a todos los problemas económicos que estos puedan tener. Los empleados planean el atraco minuciosamente, hasta que la cosa se complica cuando entra en juego una vedette llamada Katia Duran, a la que uno de los empleados, encoñado con ella, le cuenta todos sus planes.
“Atraco a las tres” surge de la mente de Pedro Masó, que alega que gracias al entusiasmo  y el hambre que había aquellos años por hacer cine, escribió el guion de madrugada y en tan solo 9 días. Después, sus socios Vicente Coello y Rafael J. Salvia  lo pulirían y darían una coherencia. Una vez visto para sentencia, Pedro Masó, en calidad de productor, ofreció rodar el guion a José María Forqué, gran amigo suyo por otro lado. Forqué, en aquellos años estaba hasta arriba de trabajo, su agenda era apretadísima —“Accidente 703” y “La Becerrada” serían los films que le tendrían ocupado, no siendo ninguno de ellos ni la mitad de relevante de lo que fue “Atraco a las tres” a posteriori— y no tenía mucho tiempo para rodar una peliculita menor como la que le proponía Masó. Aun así, y por hacerle el favor a Masó, decidió dirigirla. Y a día de hoy, es por el título por el que, mayormente, se le recuerda.
Según los estudiosos del cine español, la película es una crítica total y absoluta al régimen español, a su jerarquía, y la miseria en la que la sociedad española estaba sumida, que gracias al imperante humor blanco, y a la maestría del director, pasó la censura sin ningún tipo de problemas. Quizás el mensaje implícito hay que leerlo entre líneas, o cogerlo con pinzas, porque, efectivamente, a simple vista no se detecta.
Naturalmente, “Atraco a las tres” no sería lo que es de no ser por sus extraordinarios actores, muchos de los cuales empezaban  a despuntar en esto del cine, eran caras nuevas que seguían el ritmo a la perfección al único actor consagrado en la cinta que es José Luis López Vázquez, así, tenemos secundando al inconmensurable, a Gracita Morales —con la que pronto formaría pareja cinematográfica en infinidad de películas—, Manuel Alexandre, Agustín González que empezaba a llamar la atención, el humorista Cassen, Manuel Díaz González…
Había uno de los papeles, el de Castrillo, concebido inicialmente para un reputado Manolo Gómez Bur, que tuvo que rechazarlo porque tenía otros compromisos firmados tanto en cine como en teatro, y no daban con un actor que tuviera las características del personaje. No fue hasta que un día viendo una comedia de Jardiel Poncela en el teatro, Pedró Masó y José María Forqué vieron, cito, “una cosa pequeña por ahí, por el escenario” que resulto ser Alfredo Landa. Les gustó lo que vieron y sin pensarlo le darían a Landa lo que sería el primer papel protagonista de su vida. Crearon un monstruo, porque desde entonces, Landa no dejaría de trabajar, convirtiéndose, para más señas, en el creador de un subgénero dentro de la comedia española, el “Landismo”.
Por su parte, tanto José María Forqué como Pedro Masó, serían acompañados por el éxito en su profesión durante el resto de sus días.
Una joya imprescindible del cine español, qué les voy a decir.

jueves, 1 de mayo de 2014

VAMPIRESAS 1930

Detecto, tras ver muchas películas del eterno tío Jess, que funciona a base de etapas Es decir, según la época en la que se encuentra dirigiendo, sus películas pillan un estilo u otro. Digamos que en cada etapa hace, pizca más o menos, la misma película. Así que esta entraría de lleno en su “primera etapa" Y todas y cada una de ellas dejan bien claro que estamos ante un verdadero autor, de los de "aquella manera", ya desde esta primera etapa, pues viendo unos pocos planos, sabemos si tal o cual película es suya o si es de otro director. Con esto quiero decir, que las primeras pinceladas de su estilo – puede que un estilo de mierda, si, pero del todo personal-  ya están más que diferenciadas en sus primeras películas, las más académicas.  “Tenemos 18 años” era una cosa rara que iba cargada de unas maneras y un ritmo poco habituales en Franco en su carrera posterior, pero, aún así, podíamos vislumbrar a la perfección, que se trata de una de sus películas. Incluso de las mejores.
Bien pues con esta “Vampiresas 1930” les digo absolutamente lo mismo; era una cosa rara que iba cargada de unas maneras y un ritmo poco habituales en Franco en su cine posterior. Sin embargo, ciertos encuadres, trompicones de la cámara, desenfoques, planos generales exteriores y demás parafernalias, demuestran que es una película 100% Franco. Y es que, si en sus anteriores películas vemos que se ceñía a unas normas establecidas en la realización de películas, aquí ya se pasa todo eso, un poquito, por los cojones. Y añadan, también, que la incapacidad por la que, al menos en mi casa, Franco es famoso, ya es aquí patente.
Imagen, historia, desarrollo, concepción, narrativa… todo eso está ya descuidado, no hasta el límite, pero si haciendo a Jess apuntar maneras, las mismas que le llevaron a ser conocido como un cineasta libre. ¿Qué quiere decir esto? Pues que a principios de los sesenta, cuando en el cine español ya había un “star system” reconocible que hacía funcionar las películas por si solas, Franco tuvo los cojones, la suerte, y la (in) capacidad de rodar un coñazo inconexo. Salvando las distancias, que dentro de los muchos coñazos que el abuelo rodó, este se puede ver. Una comedia musical con Antonio Ozores, Lina Morgan, Antonio Garisa y Manuel Alexandre, que en absoluto funciona, que no tiene gracia, y que está muy, muy lejos de películas de aquella época como “Los Tramposos”, por poner un ejemplo. Como peli de la época, es una pedazo de mierda. Ergo, ahora si, llego a la conclusión que Jess Franco era un inútil que convirtió aquella inutilidad en arte, vendió la moto, hizo creer que lo suyo era otro rollo, nos vendió lo del anti academicismo, y aquí, cuando todavía su forma de hacer cine no era, además, su discurso, queda claro que se trataba de lo peorcito en cineastas vivos. Así que, evidentemente, la película, como comedia española de los sesenta es una porquería. Ahora, como película de Jess Franco… entonces estamos ya ante otro asunto. Y desde luego, hay que verla con las retinas ya hartas de Franco.
Cuenta la historia de unos músicos que se dedican al cine, en plenos años treinta, tienen que enfrentárselas con el cine sonoro que llega con fuerza y se ven metidos en un entuerto con una orquesta de negros llamada Vampiresas 1930… o algo así, porque hay que hacer malabarismos para entender el argumento, y yo ya no puedo hacer muchos…Y si dejamos a un lado esos guiños a “Con faldas y a lo loco” o “El cantor de Jazz” que los estudiosos de Franco se empeñan  en reseñar con el fin de hablar bien de esta mierda,  yo diré que lo bueno no son ni las referencias, ni los guiños. Es más, estos son incluso obvios. Lo bueno de la película, es el propio Jesús Franco, su mundo y su universo. Porque si bien esta película no funciona a niveles de entretenimiento (cosa esta por otro lado, que ha de ser así en el universo Franquiano), si que hay que decir, que Franco era un absoluto adelantado a su época y, en plenos años 60, dónde la mayoría de cineastas hacían algún chascarrillo sobre “lo Beatnick” sin saber muy bien de que iba la cosa en sus películas, Franco se convierte en el director más moderno de aquel entonces, construyendo una película  que gira en torno a unos músicos de Jazz. Tócate los huevos, Manuel. No folclóricos ni nada de eso, músicos de Jazz. Y viendo anoche la película, me di cuenta de eso, que era un adelantado a su época, y  dentro de sus escasas posibilidades y mínimo talento, un innovador.
Con todo, a fin de cuentas, y a pesar de sus casi dos horas, a los fans de Jess, se la recomiendo.
Por otro lado decir que Jess Franco, fue el descubridor de una pareja cinematográfica que sería fructuosa tanto dentro de la comedia española, como de la revista; la formada por Antonio Ozores y Lina Morgan. Él los juntó delante de una cámara por primera vez, él  dio un papel protagonista, por vez primera, a Lina Morgan, en el cine.
Cuando se distribuyó en vídeo a mediados de los años ochenta, todos los protagonistas de esta película ya eran veteranos. Lina Morgan en concreto, daba mucho dinero con su imagen en esos años, más que por su cine, por sus obras de teatro grabadas en vídeo  (“Vaya par de gemelas” o cosas así). Así pues, aprovechando el tirón de estas obras, las distribuidoras, tomando como reclamo una fotografía de alguna de sus revistas a modo de carátula, estrenaron en alquiler la película, haciéndola pasar por una de estas obras de teatro…y varios serían los que picaron, por supuesto.
Como el póster original capitaneado por la supuesta protagonista del film, Mikaela -¿quién cojnes será – es muy feo, adjunto el fraudulento.

lunes, 22 de abril de 2024

FRANKY BANDERAS

El fenómeno de la música infantil tuvo su auge durante la década de los 80 y en nuestro país aguantó hasta la de los dos mil -mucho menos intensamente- cuando, casi sin darnos cuenta, se diluiría por completo.
Sin embargo, en los 90, con la tendencia dando coletazos, a un individuo especializado en producir música dance se le ocurrió grabar voces a su hijo de tres años con el fin de producir un hit, “Dur, dur, d’etre bebe”, que vendió más de seis millones de copias en todo el mundo. Por supuesto, a la masa que demandaba el disco lo que le hizo gracia fue, precisamente, que fuera un bebé el que cantaba. Así, esa lumbrera de la música dance noventera decidió convertirlo en toda una superestrella, Jordy, ¿se acuerdan? Récord Guiness por tratarse del cantante más joven del mundo.  Inevitablemente su carrera funcionaría bien los primeros dos años para luego caer estrepitosamente en el olvido y, lo que es peor, crecer el niño con unas carencias que, ya mayor, harían mella en su personalidad.
Por supuesto, nuestro país no es ajeno a eso de explotar bebés (y copiar al vecino). Así, el 2002 aparece en televisión Raulito. Un niño de cuatro años que canta y baila un tema original de David Civera. El chaval hace gracia a las marujas y, en consecuencia, tenemos a un nuevo bebé estrella con álbum musical en el mercado. Todo versiones interpretadas con el desparpajo de cualquier bebé un poco salao, tampoco es que sea un superdotado ni nada eso (es más, salvo cuando se pone a cantar, por lo demás se le veía poco despierto). Por supuesto el invento duró año o año y medio, nada más. Y es que tan gracioso no era. A Raulito le dio tiempo hasta de protagonizar una película, antes de volverse un adulto con ciertas peculiaridades (haciendo alardes vocales en vídeos colgados en su cuenta de Instagram).
Gracias a la (esta vez sí) despierta mente de Enrique Cerezo, se da luz verde a uno de esos productos que al expresidente del atlético de Madrid tanto gustan, con actores de renombre, mogollón de cameos sin coherencia, e ideas imposibles que pretende servir de lucimiento para Raulito, amén de ser una película de José Luis García Sánchez con guion de Rafael Azcona y todas las de la ley.
A priori, esta extraña mezcla, marciana donde las haya,y aún con el niño cantor de por medio, es una extravagancia condenada al fracaso —de hecho, lo fue, con poco más de 78.000 espectadores—, pero al final, gracias a un argumento más bien destinado al público adulto, unos gags efectivos y ligeras trazas de cine costumbrista, resulta que “Franky Banderas” está muy, pero que muy bien. Vamos, una comedia realmente entretenida y una de las mejores películas españolas de aquella primera década de los dosmiles, repleta de enormes bostas desalmadas y mediocres. Y sin despeinarme lo digo.
La película nos presenta a Avelino Lechuga, un payaso de circo venido a menos que sobrevive gracias a las bodas, bautizos y comuniones. Un buen día descubre a un niño que canta y baila con cierto desparpajo y decide convertirse en su manager con la intención de explotarlo al máximo y forrarse. Así, y en referencia a Joselito, el ruiseñor de las cumbres, nace Franky Banderas; el jilguero de Madrid. Por el camino el crío y el payaso tendrán que deshacer entuertos y vicisitudes.
Da la sensación que en el papel la historia iba a ir por otros derroteros y la inclusión como protagonista de Raulito fue en última instancia, ya que la idea inicial surge directamente del director José Luis García Sánchez, quien leyó en prensa una noticia en la que un cura se ofrecía a participar en fiestas infantiles dando un espectáculo en el que mezclaba el canto gregoriano con el flamenco. Le hizo gracia y se le pasó por la cabeza convertirla en película. De este modo, García Sánchez comienza con el tratamiento del guion hasta llegar a la presente película, donde el cura flamenco-gregoriano tiene un papel secundario en la trama y está interpretado por otro artista de la época que también fue flor de una primavera, Valderrama, el hijo de Juanito Valderrama, que con un disco en el mercado en aquel momento tampoco acabaría de despuntar. Curiosamente se prodiga como un actor bastante eficaz, dando vida a ese cura moderno, hijo del personaje del payaso interpretado por Juan Luis Galiardo, y cuya misión en la película es que su personaje escriba las canciones que deberá interpretar Franky Banderas (uno de los nombres artísticos que el personaje de Raulito tiene en el largometraje).
No solo se cuenta en el reparto con Valderrama (mira que hay que ser rebuscado para llegar a la conclusión de que quieres en uno de los papeles a Valderrama…), también tenemos a Chiquito de la Calzada como el abuelo de Franky Banderas, y aquí la inclusión del humorista me gusta mucho porque Chiquito interpreta, y lo hace bien, es tierno cuando toca, pero sin dejar de ser en ningún momento Chiquito. Se tira toda su intervención soltando sus típicos chascarrillos. Enternece y resulta muy agradable verlo.
Completan el reparto de verdadero lujo Tete Delgado, María Barranco, Manuel Alexandre, Manuel Morón, Pablo Carbonell y Simón Andreu.
“Franky Banderas” es un vodevil clásico, con los inevitables toquecitos berlanguianos que gusta dejar a García Sánchez en todas sus películas y un film que, quizás no cambiará nuestra vida, pero nos va a hacer pasar un rato bastante simpático. Eso no sería algo muy a tener en cuenta de no ser por que, A) se trata de una película para lucimiento de Raulito, cosa que no tiene razón de ser, B) gasta una pinta de rancia que tira de espaldas y, C) hace gala de uno de los pósters más feos de la historia del cine.
También es curioso que García Sánchez y Rafael Azcona, con el sobrado prestigio del segundo y el estilo diferenciable del primero, se tomen en serio lo que es la primera (y única) película de Raulito y la lleven a buen puerto como llevaron, por ejemplo, “La corte de Faraón” o “Suspiros de España (y Portugal)”. Incluso puede que "Franky Banderas" hasta las supere.

viernes, 13 de septiembre de 2019

TAMAÑO NATURAL

“Tamaño natural” es la película que salvó a Luis García Berlanga del ostracismo tras el descalabro artístico y económico de sus dos anteriores películas, “La Boutique” y “¡Vivan los novios!”. Llevaba cuatro años sin rodar, y se presentó el productor Christian Ferry dándole la oportunidad de hacer una película para explotar en el mercado internacional y, en concreto, en el mercado europeo, por lo que proporcionó a Berlanga, que estaba acostumbrado a trabajar en condiciones más precarias, todo un despliegue de medios para que rodase una película que, en su condición de película francesa,  tuviera la mayor libertad posible. Así, y con la ayuda del imprescindible Rafael Azcona al guion, Berlanga concibe la que por un lado es su película más extraña, fascinante, siniestra e inquietante, y por otro, la menos berlanguiana. Incluso, y quizás solo sea por el europeismo que destila toda ella, diría que parece una película de Marco Ferreri. Digamos que se salta la estructura habitual de planos secuencia y muchos actores en cuadro hablando a la vez hasta la recta final de la película y, paradójicamente, esta funciona a las mil perfecciones como el drama bizarro y loco que es, justo hasta que llegan las pinceladas cómico-esperpénticas a la Berlanga en su último tramo. Vamos que es mejor cuanto menos berlangiana es. Con todo, se trata de una película rara, misteriosa y desperada, que califico como una de las mejores de su filmografía —el propio Berlanga así lo creía también— incluso por encima de alguno de sus clásicos incontestables.
Cuenta la historia de un dentista de destacada posición social que hastiado de una vida sexual junto a su mujer, que incluso le consiente que tenga ciertas aventurillas, se compra una muñeca hinchable. Con el uso de esta y, al comprobar que no habla, no se queja y no molesta, acaba enamorándose de ella. No solo este queda encoñado de la muñecaja, sino que su familia acaba aceptando a la muñeca como a su novia. Pero, a posteriori, del uso, acaba cogiendo manía a esta, lo que acarreará funestas consecuencias para ella.
Rara y surrealista, tiene la capacidad de incomodar al espectador, de producirle desasosiego y al mismo tiempo fascinarle ya que, no solo nunca llegamos a aprobar esa relación, sino que la condenamos y se nos antoja antipática, el dentista nos resulta aún más antipático y casi sentimos lástima de la esposa de este, pero queremos seguir sabiendo que pasa con la muñeca y deseando que continúe la irracionalidad del dentista; se casa con ella, pero al igual que algunas de sus amistades, queremos verles tener hijos, y en última instancia, porque, como el personaje, el espectador también coge manía a la muñeca, queremos que por fin la mate y se deshaga de ella.
En definitiva, una extraña película de lo más interesante.
En el momento de su estreno la película pasó sin pena ni gloria en España, y quizás para estar Franco aún vivo, no se trataba de una película muy oportuna. En Europa si funcionó bien. Aquí, 452.000 espectadores la situaban en la taquilla como una película del montón. Se quejaba Berlanga en sus memorias contadas a Jess Franco, que pudiera ser que la película no funcionara todo lo bien que debía, a nivel crítico,  porque a Luis Buñuel le pareció una porquería. La tachó de pornográfica y, en consecuencia, con la opinión de Buñuel muy presente, los estudiantes de cine y los críticos la hicieron de menos. Berlanga se preguntaba que como podía ser posible que Buñuel viera la película de aquella manera, cuando probablemente era la película más buñuelesca que Berlanga había hecho. Y yo digo que quizás por eso mismo le cogió manía.
Después de “Tamaño Natural”, Berlanga retomaría su estructura habitual en “La Escopeta Nacional”, y la elevaría a otra categoría dejando bien marcado, en lo sucesivo, el estilo Berlanga. Pero para mí, esta “rara avis”, es lo mejor de su estupenda filmografía.
En el reparto, enorme, Michel Piccolí, —quizás sea su presencia la que hace parecer a esta película como si fuera una de Ferreri—, Valentine Tessier, Queta Claver, Manuel Alexandre, Julieta Serrano, Luis Ciges, Amparo Soler Leal (luciendo unas estupendas tetas, quien lo diría, de una mujer de su edad…) Rada Rasimov…

sábado, 13 de marzo de 2010

LA GUERRA DE LOS NIÑOS

La primera de las películas de "Parchís" viene con el aval que supone tener tras las cámara a Javier Aguirre, curioso realizador con una extensa filmografía en la que conviven por igual películas de corte ultra-popular -como estas de "Parchís" o, por ejemplo, "Soltera y madre en la vida", alguna de Paul Naschy ("El jorobado de la morgue", "El gran amor del Conde Drácula"), una con Martes y 13 ("Martes y 13, ni te cases ni te embarques"), Landismo puro y duro con "Una vez al año ser hippy no hace daño"... sin olvidarnos del gran "Torrebruno" y su "Rocky Carambola"- con cortometrajes de corte radicalmente experimental ("Espectro Siete: 7 objetos luminosos y 5 complementarios") para nada comerciales, en los que predominan el manejo de los colorines al compás de incomprensibles soniditos. Una carrera y una actitud envidiable que le coloca a la cabeza de los directores españoles que a mí me pueden llegar a interesar.
Y estas “guerras de los niños” reportaron mucho dinero a Bermúdez de Castro y demás productores, que veían en el grupito de sosos críos el cuerno de la abundancia.
Sin hacer referencia en la película a "Parchís" propiamente dicho, como sí ocurría en la anteriormente reseñada, Aguirre se quita de un plumazo a los dos “Parchises” más bobos, Gemma y Oscar (rubito de cara angelical posteriormente sustituido por repelente pelirrojo, Frank…) y, siendo Tino, Yolanda y David los protagonistas, les suma la presencia del gordo Rodrigo Valdecantos (que debía ser familia de alguien de la producción) haciendo de Carlitos “El Flaco”, quien prácticamente, y a posteriori, termina siendo el personaje más querido, y autentico protagonista de las pelis de "Parchís" (memorable la escena en la que, destornillador en mano, fuerza la cerradura de una pastelería y se la come entera).
"Don Matías" es el director de buen corazón de un colegio publico, en el que si las familias no andan bien de pasta, no les cobra la cuota, por lo que un empresario, "Don Atilio", le expropia los terrenos. "Parchís" y "el Flaco" harán todo lo imposible para evitarlo.
Lo que me llama la atención de esta primera parte de los avatares de "Parchís", es que es tremendamente violenta. Hay una escena en la que el perro “Superman” ataca al ayudante de "Don Atilio" y, acto seguido, acuden los "Parchís" a darle una paliza, tirándole al suelo y dándole patadas y puñetazos. En el visionado de anoche me dejó cuanto menos impactado. "El Flaco" resuelve todos sus problemas rompiendo un palo de madera en la cabeza de cualquiera que se pone en su camino y, durante todo el metraje, ¡no dejan de delinquir!, lo mismo dan una curra a alguien, que roban vehículos, que secuestran a un tío y lo torturan físicamente, lanzándole flechas al estomago y cortándole mechones de pelo a tijera. 
En definitiva, un producto que, a pesar de los años, de los momentos edulcorados y del babosismo, sigue entreteniendo, gracias en parte a que no se abusa de las canciones, escogidas con lupa, y se da prioridad a una buena historia y a unas situaciones del todo estimulantes para los niños…. y para los tipos raros como yo.
Además del dominio del tempo del que hace alarde Aguirre, por supuesto.
En el reparto dos de las hermanas Hurtado, Manuel Alexandre y el gran Ricardo Merino.

lunes, 28 de mayo de 2012

LOS PALOMOS

“Los Palomos”, vendría a ser en la cinematografía española, lo más parecido a las películas de crímenes al estilo “Un cadáver a los postres” o “Diez Negritos”, en las que todo se enreda mucho, el espectador se lía, pero forma parte activa de la trama haciendo de detective, por su cuenta y riesgo, durante el visionado.
Un matrimonio de alto copete, invita a cenar en su casa a uno de sus empleados, un zoquete, pelota y lameculos y a su santa esposa, con el fin de liar las cosas, y hacer cargar al matrimonio con un asesinato que ellos habían cometido. En clave de comedia, la madeja se liará, se liará y se liará.
Esta película existe por varios motivos; en primer lugar, la exitosísima obra de teatro en la que se basa, “Los Palomos” de Alfonso Paso. En segundo, el fulgurante éxito de la pareja protagonista que había dado vida a los papeles protagonistas en el teatro, que no son otros que José Luis López Vázquez y Gracita Morales, dando paso a lo que sería una triunfal etapa para ambos actores. Y en tercer lugar, la dirección de Fernando Fernán Gómez, que mientras solventaba los mil y un problemas que tuvo par estrenar “El extraño viaje”, esa obra maestra, y mientras esperaba a que se le diera luz verde al proyecto “Ninette y un señor de Murcia”, se aburría tanto que aceptó hacer esta película de encargo, pero sin que el tuviera mucho aprecio al material sobre el que se pondría a trabajar. Quizás se trataba de una película menor para un autor de tanta prepotencia, y quizás por eso le salió tan divertida.
“Los Palomos”, es una comedia, negra, negrísima, que pasa en un solo escenario, con muy poquitos actores y que se solventa, sobretodo, por la labor actoral de José Luis López Vázquez, que se enfrenta al texto con la eficacia y velocidad de una metralleta. Diálogos absolutamente tronchantes, tramas y subtramas brillantemente resueltas, todo ello concentrado en hora y veinte minutos de metraje, que pasan en un suspiro, gracias al arsenal de carcajadas que nos proporciona. Quizás demasiado teatral en algunos momentos, se le echan en falta algunos escenarios más. Por otro lado, y a pesar de ser una comedia muy española de los sesenta, destaca por encima de otras de mayor repercusión, por la mala leche que se gasta.
Geniales, también, el resto del reparto, Fernando Rey, Mabel Karr, Manuel Alexandre, Julia Caba Alba y Xan Das Bolas. Como detalle fricoso, decir que la banda sonora a base de ritmos jazzeros, la firma un tal Daniel J. White, seudónimo con el que firmaba sus partituras Jesús Franco. Cosa que no es de extrañar si tenemos en cuenta, que mientras que el tío Jess se hacía un huequecito en el mundo del cine y Fernán Gómez triunfaba por todo lo alto, ambos se corrían unas juergas muy gordas, cerraban bares y charlaban acerca de sus aficiones. Vamos, que eran mazo de colegas.
Muy divertida, malsana y recomendable.
Desde aquí quiero dar las gracias a mi amigo Wally Week, que me la descubrió, me la metió por los ojos, y finalmente, me la regaló en dvd para que la disfrute tantas veces como quiera.

viernes, 26 de febrero de 2021

ENSEÑAR A UN SIN VERGÜENZA

Una de las más aclamadas  obras del teatro español, “Enseñar a un sinvergüenza” de Alfonso Paso, obra esta que a pesar de ser estrenada en 1967 se sigue representando en nuestros días y que cuenta con una secuela titulada “¿Qué pasó con el sinvergüenza?” datada cuarenta años después, tiene su propia adaptación cinematográfica en la década de los setenta, homónima,  que se saldaría con un éxito de taquilla.
José Rubio, protagonista de la versión teatral y también de la cinematográfica era un aval, y si la obra teatral ya era un éxito, lógicamente, también lo sería la película. Si además le añadimos la belleza y desparpajo de Carmen Sevilla, pues la cosa acaba arrastrando a  1.073.000 espectadores a las salas, además de contar con todo tipo de críticas —cierto es que en aquellos años, la crítica solía cebarse con nuestro cine de corte más popular—, pero imperando las favorables.
Cuenta la historia de Lorenzo, un vividor que se gana la vida como fotógrafo amateur de modelos y jugador póquer, que un buen día conoce a Rosana, mujer madura y virgen pero terriblemente estricta e inteligente, que se gana la vida como profesora, guía turística y divulgadora cultural en televisión. Lorenzo decide tomar clases particulares ya que se considera un tanto inculto y Rosana accede a impartirle clases a 10.000 pesetas cada una. En realidad se trata de un plan de Lorenzo para llevarla al huerto. De hecho, consigue que Rosana se enamore de él y se convierta en una pizpireta y desinhibida mujer que pide a gritos un buen pollazo. Pronto descubrirá que su galán es más sinvergüenza de lo que ella creía.
Sin ser ni de lejos lo mejor de nuestro cine de comedia, sí que se trata de una cosa de lo más socarrona y dinámica, rodada con solvencia y marcando un tempo de comedia que muy poquitas veces baja a pesar de un guión que, quizás, por ser una adaptación de un libreto de corte teatral, no acaba de funcionar a la perfección en la gran pantalla.
En 1970 el Franquismo estaba  vigente y sin embargo la película se las apaña para esquivar a la censura, dejando ver desnudez parcial en los cuerpos de José Rubio y, sobre todo, Carmen Sevilla, otorgando todo ello a la película un tono suave y semi erótico del que beberían muchas comedias sexy de finales de la década de los setenta. La película, estéticamente, además de precursora, puede darse golpes en el pecho y alardear de su estilo.
Llama la atención, por lo improbable que esto sería en una película de hoy, lo temerario de la actitud de Pepe Rubio en su actuación, ya que durante los títulos de crédito y en algún plano más ya dentro del metraje, este se pone de pie en el asiento de copiloto de un descapotable, con los brazos extendidos por las calles de Madrid. A pelo, sin arneses ni sujeciones. Para haberse matado. Aunque obviamente esto es otro alarde, el de “todo vale”, a la hora de hacer una película de comedia en España. Asimismo también resultarían hoy improbables un par de escenas en las que el protagonista, machista redomado por su propia naturaleza,  invita a los malos tratos dando bofetaditas o en su defecto, golpes de Kárate, a una Carmen Sevilla que no acaba se sucumbir a sus encantos y peticiones.
Por otro lado, resulta curiosa la mala folla que se gasta la película, al ver cómo Carmen Sevilla, prácticamente analfabeta en la vida real, interpreta a una erudita que, precisamente, enseña a hablar con corrección al personal en un programa de televisión. Ay, mih oveitau…
 De secundarios tenemos a Manuel Alexandre, una divertida Mari Carmen Prendes y los cameos siempre estupendos de Rafael Hernández y Tip y Coll, curiosamente por separado e interpretando roles de ficción.
Dirige la película el director y guionista Agustín Navarro, que tras una carrera no del todo destacable, dejaría la profesión con la película que le sigue a esta en su filmografía “La casa de los Martínez”, en 1971. El director falleció en 2001.

miércoles, 11 de junio de 2014

CHELY

Ramón Fernández es ya –por mi parte- un habitual de este blog. Director de comedia que supo dar siempre lo que pedía el público y llenar las butacas de gente.
Pues, además de todo eso, fue percusor del “Cine Quinqui”. Ignoro cual sería la primera película adscrita al subgénero. Decir que "Chely" es la primera, sería muy descabellado por mi parte pero, desde luego, antes de que este explosionara con las películas de Eloy de la Iglesia, en su vertiente más social o  las de José Antonio de la Lomaen su lado más popular, y mucho antes de que cineastas autores como Carlos Saura se infiltraran con la deshonesta intención de dotar de “dignidad” al subgénro con la espantosa “Deprisa, deprisa”, ya estaba el señor Fernández, que venía de generar millones con “No desearás al vecino del quinto” haciendo películas de quinquis en las que el delincuente es el bueno de la función. Como esta “Chely”, que además, por si no funcionaba lo de los delincuentes, ya se encargarían de traer gente a los cines los reclamos de Nadiuska como absoluta protagonista y Fernando Fernán Gómez, que llega, cumple con su contrato de, pongamos, dos días de rodaje y se las pira con viento fresco, quedando ahí en la película, eso si. El guión sería cosa de Juan José Alonso Millán.
Ahora, ¿Cómo siendo precursora es la menos conocida y la única que apenas se reivindica? Pues yo creo que es por su condición de populachera, por ser la menos sensacionalista, y no tener en el reparto delincuentes reales, sino actores que, en esta ocasión, dan el tipo bastante bien.
Cuenta, por un lado, la historia de una jovencita que, muy metida en el mundo de la droga (no sabemos si por consumirla o venderla, la cosa queda ambigua), es encarcelada justo al tiempo que su padre, un viejo profesor, sale de la cárcel. Los amigos de esta, una banda de delincuentes juveniles, se dedican a prostituir a una de las chicas del grupo, para cuando esta está en casa del cliente, irrumpir allí a golpe de pistola y desplumar todo lo que tengan a tiro. Deciden ir a buscar al padre de su amiga y colmarle de atenciones, hasta que este muere en trágicas circunstancias, y la trama se complica.
Desde luego es una obra menor de Ramón Fernández, no es una gran película “quinqui”, y el guión hace aguas por todos lados, así como el ajustado presupuesto. A Fernando Fernán Gómez se lo quitan de encima rápido, quizás porque no  había dinero para pagarle el caché, váyanse ustedes a saber. Sin embargo, el hecho de que esta película apareciera antes que lais famosas, la convierte, sino en pionera, si en algo a tener en cuenta, sobretodo por su carácter de cine palomitero, alejado de malos rollos y amarillismos en pro de la diversión (aunque la chica protagonista ande en movidas de drogas, es muy sutil y no vemos ni gente inyectándose, ni tan siquiera un mal porro que se fumen los chavales) De hecho, "Chely" contiene un sobre exceso de ritmo, pasa todo a tantísima velocidad, que entre eso y lo confuso del guión, hace que te pierdas, pero en absoluto, te aburras.
Así que, se deja ver, sencillamente.
Encarnando a los delincuentes tenemos a Nadiuska, que tiene tanta pinta de quinquillera como yo de sacerdote, Josele Román, que por físico y voz de cazallero sí que da más el tipo, José Maya, y el Aston Kutcher patrio (es clavado), Pedro Mari Sánchez muy popular de niño al interpretar a Críspulo en “La gran familia”. Ya de mayorcito pudimos verle en esa cosa extraña que es “El refugio del miedo” y, paradójicamente, luego trabajaría para Eloy de la Iglesia en algunas de sus películas, sería el doblador de JoséLuis Manzano en “El Pico”. Curioso.
Por la parte de las víctimas de estos desalmados tenemos a  Manuel Alexandre, Ricardo Palacios o Tomás Zori,  y por la de los que simpatizan con los macarras, el antes mentado Fernán Gómez, a Antonio Merino o a Isabel Luque, que no es normal lo buena que estaba esa mujer, y lo bien que está ahora con casi sesenta años El destape, a rasgos generales, está servido.

lunes, 21 de febrero de 2022

UN PASOTA CON CORBATA

Los mayores de 40 años con mejor memoria, recordarán que a principios de los años 80, y durante bastante tiempo, la marca Schweppes bombardeó la televisión con una agresiva campaña publicitaria con el fin de promocionar su famosa agua tónica. Así, comenzaron a producir una serie de spots publicitarios en los que un individuo con gafas de concha ofrecía tónica a sus interceptores en situaciones de toda índole, situaciones que cada vez se volvían más descabelladas cuanto más popular se iba haciendo el spot publicitario. En estos anuncios, el de las gafas podía ofrecer tónica a la gente en la piscina, en un globo aerostatito, en una discoteca o en un pueblo de la España profunda. Fue tal el bombardeo, que no solo la tónica de esta marca se volvió terriblemente popular, sino que el protagonista de estos spots se convirtió en una celebridad a la que el público bautizó con el sobrenombre de “El hombre de la tónica”.  Este caballero era un actor francés acostumbrado a interpretar papeles secundarios en toda suerte de films franceses llamado Bernard Le Coq, que más allá de la popularidad obtenida en nuestro país en los 80 por aquellos anuncios, continuó su carrera actoral hasta nuestros días, llegando incluso a ganar en 2003 el premio César al mejor actor de reparto por su intervención en la película “Acordarse de las cosas bellas”.
Como fuere, tenemos también en 1982 a un cineasta al cual hoy parece que se le ha tragado la tierra, Jesús Terrón, que con su productora Arte 7 produce y dirige lo que a priori parece un éxito seguro: Una película para lucimiento de “El hombre de la tónica”, esta “Un pasota con corbata”. La película pasó en su momento por nuestros cines de manera discreta con casi 250.000 espectadores de la época. Probablemente se estimaba un éxito mayor para este proyecto, y al no obtenerlo, aunque después la película tuvo vida comercial en vídeo de alquiler en una edición de IVS, “Un pasota con corbata” cayó en el más profundo de los olvidos.
Se trata de una película de lo más extraña, una comedia que en principio se pretende sofisticada y que gira en torno al periodismo, con más visos de querer adscribirse a la nueva comedia madrileña o al cine de la tercera vía que a la comedia popular española, pero que al final acaba siendo una especie de híbrido entre todas estas tendencias. El resultado es una cosa marciana, con un guion tan mal llevado a la pantalla que en lugar de contarnos una historia lineal parece que estemos viendo una película de sketchs.
Le Coq interpreta —doblado por el mismo actor que le doblaba en los spots televisivos— a un periodista que, por un lado intenta llevar a cabo su profesión con dignidad, encontrándose siempre con dificultades que le impiden publicar sus reportajes como a él le gustaría, y por otro, soltero empedernido como es, se relaciona con toda suerte de mujeres, siendo seducido por una lolita de 17 años, aspirante a periodista, interpretada por una novatilla Emma Suarez que, asimismo, también era menor de edad. Bajo estas dos premisas, se va desarrollando el argumento sin que haya en realidad una línea argumental clara.
Lo más curioso de todo es que tenemos, en papeles secundarios, a toda una ristra de personalidades del periodismo de la época que aparecen en la cinta en calidad de colaboración especial, así, tenemos a Joaquín Arozamena interpretando a un atracador de bancos, a Jesús Hermida haciendo de sí mismo, a Isabel Tenaille interpretándose también a sí misma, y luego, en otros papeles, a Luis García Berlanga como hombre aburguesado que juega al golf con nuestro protagonista o a Micky (de Micky y Los Tonys) como productor de cine “S” que desprecia un guion ofrecido por el personaje de Le Coq . A esa nómina hay que sumarle las apariciones del popular Doctor Cabeza y del mismísimo Sam Peckinpah, que aunque aparecen acreditados dentro del reparto, sus apariciones forman parte de los reportajes rodados por el protagonista, por lo que es muy difícil adivinar si el material empleado en sus apariciones forma parte de algún tipo de archivo, o si está rodado ex profeso para la película. Mi sensación es que es material insertado. Completarían el reparto actores y actrices nuestros de toda la vida como puedan ser Manuel Alexandre, Ricardo Palacios o Nadine Rochex, una actriz exageradamente tetuda y habitual de las películas de Pajares y Esteso.
No puedo decir que sea una mierda, puesto que algo de oficio hay en ella, pero sí que se trata de una película que, una vez saciada la curiosidad que sin duda suscita por su condición de rareza, deja a uno frío. Básicamente no ocurre nada, es solo una colección de escenas montadas sin demasiada coherencia entre ellas.
Bernard Le Coq con los años volvió a intervenir en nuestro cine y, en la película “GAL” de 2006, que indagaba en las pesquisas del grupo antiterrorista, Le Coq interpreta a una especie de sosias de Felipe González. También se le pudo ver en producciones de prestigio como “Caché” de Michael Haneke.
En cuanto al máximo responsable de "Un pasota con corbata", Jesús Terrón, poco más se sabe. Investigando un ratillo, he dado con su canal de Youtube que lleva por nombre “Círculo Cinematográfico Sam Peckinpah” y en el que sube extractos de cortometrajes o entrevistas que realiza el propio Terrón a distintas personalidades, por lo que parece estar vivo y coleando, pero por lo demás, en IMDB, la única película que se le adjudica como director es la presente.

viernes, 3 de abril de 2015

LA VIOLACIÓN

Cine pre clasificación “S” que proliferó justo tras la muerte de Franco, y que, si el “S” a nivel histórico tuvo su importancia, pero artísticamente era algo nulo y carente de cualquier interés, imagínense este otro sub-género, más light, más soso, que encima camuflaba su condición “Exploited” con aburridos argumentos melodramáticos donde todos sufren mucho.
“La Violación”, se adscribe a este, y la violación a la que hace referencia el título, no llegamos a verla en ningún momento, porque no sucede tal cosa en la película… a no ser que esta hiciera acto de presencia en alguno de los muchos momentos en los que me distraje pensando en mis cosas durante el tedioso visionado, en cuyo caso, esa violación sería aún más ridícula.
Cuenta la historia de un pianista de éxito que conoce a una groupie y se la tira. Pero para más inri, resulta que este ya se estaba tirando desde hace tiempo a la hermana de esta, lo que conllevará que el drama se extienda hasta límites extremos, entre escenitas de cama rancias y situaciones sonrojantes. Además del interminable bla, bla, bla,  un guión estúpido y exagerado y la inevitable comedia involuntaria, esta vez llevándose la medalla un secundario Antonio Mayans, al que le toca algo tan divertido como darle de hostias a su mujer… y tiene excesivo cuidado a la hora de darle los guantazos.
Por lo demás… tentado estuve de quitarla un par de veces… y cuando eso pasa, malo.
En el reparto, además del amigo de la casa, tenemos a  Simón Andreu (como se le echa de menos en el cine español, coño), Paca Gabaldón a.k.a. Mary Francis, Beatriz Rossat, Emiliano Redondo o Manuel Alexandre.
Dirige el, por otro lado, interesante Germán Lorente, director de cosas tan  marcianas como “Adolescencia” con Ramoncín, “¡Qué cosas tiene el amor!” para lucimiento de Peret y con Pajares o “La vendedora de ropa interior”, contemporáneo (en su momento) “Exploitation” del tipo de comedia  que tanto éxito tuvo  y que cultivaba Don Mariano Ozores.
Mala hasta decir basta.

viernes, 27 de abril de 2018

LOS NUEVOS ESPAÑOLES

Roberto Bodegas, irregular director más conocido por la gente de mi generación por haber dirigido en los 80 la película “Matar al Nani”, es un director muy politizado, siempre con unas películas con cierta denuncia social, que sin embargo pertenece a una escuela puramente populista, es decir, no se rige por los cánones del cine de autor, sino por los del de consumo usando este para mostrar metáforas y alegatos. “Los nuevos españoles” es un claro ejemplo de esto.
Bodegas se sirve de una comedia al uso, con actores muy de ese determinado momento, para criticar, en plena dictablanda, lo que viene siendo la imagen de las grandes corporaciones el como un trabajador se puede tornar robot al servicio de una empresa. En defínitiva, nos enseña y critica el nacimiento de los individuos de “las hipotecas de plazo fijo”, para que me entiendan.
Escrita en colaboración con  José Luis Garci y el productor de la misma, José Luis Dibildos,  “Los nuevos españoles”, que toma su título de un slogan creado por la compañía aérea Iberia en la época, bien podría ser una de esas películas progresistas adscritas a aquella corriente de finales de los setenta a la que llamaron “Cine de la tercera vía” que proponía propuestas más politizadas, concienciadas y de autor, eso sí, sin perder la estructura de este tipo de comedietas al estilo “Mi mujer es muy decente… dentro de lo que cabe” con la que comparte tono y maneras.
La película cuenta como una empresa que trabaja en los seguros es absorbida por la Brewster, una corporación americana que someterá a sus trabajadores a duros cursillos en los que les harán perder toda personalidad en pro de la eficacia, motivándoles en el trabajo con premios por sus méritos. Asimismo, conviertes a las esposas de estos individuos en  vulgares criadas que complacerán a sus maridos en todo lo necesario.
Si bien puede que su punto de partida sea interesante, “Los nuevos españoles” se ve lastrada por un efecto reiterativo de lo que nos expone, es decir, que nos presenta la situación y una vez presentada, esta se estanca secuencia a secuencia, contándonos lo mismo durante la mayoría del metraje, para luego el desenlace, casi inexistente, importarnos un bledo.
Floja y con una comedia soterrada que en ningún momento funciona, porque Bodegas en realidad no quiere hacer una comedia, sino un drama social.
Lo bueno es el estupendo plantel de actores compuesto, principalmente, por José Sacristán, Antonio Ferrandis, Rafael Hernández, Maria Luisa San José, Josele Román, Amparo Soler Leal, Manuel Alexandre, ManoloZarzo, Lone Fleming

lunes, 23 de octubre de 2017

PRÉSTAME TU MUJER

Película tardía del “Landismo” con la que Jesús Yagüe, el director, abordaba su enésimo trabajo alimenticio.
Producida por José Frade, Yagüe guarda nefasto recuerdo de la película, y culpa a su producción de que él decidiera abandonar el mundo del cine, cosa que cumplió tras esta película, con creces.
Cuenta la historia de un opulento político del Opus, que tras haber hecho voto de castidad con respecto a su mujer, se hecha una querida. Con el fin de poder tener esta a mano, obliga a su chofer a que se case con ella, y los instala en un pisito por el que de vez en cuando se pasará, con el fin de echarle un caliqueño a la mujer de su empleado.
La cosa se complica, cuando los recién casados, gracias a la convivencia, acaban enamorándose el uno del otro.
Puro destape de la época en la que era lo que primaba en taquilla.
Yagüe, detesta esta película y la tilda de la peor que realizó, sin embargo yo creo que no se trata de una de las peores películas que nos ofreció en género en la época de los 80. Rodada con poco dinero, recursos ajustados al máximo (predomina el plano secuencia y las conversaciones a un único plano medio) y rodada casi en su totalidad en interiores, Yagüe supo sacar partido al guion del mítico Juan José Alonso Millán —según Yagüe, un guion espantoso— y llevar a buen puerto una comedia sin más pretensiones que adaptarse a la corriente imperante de aquellos días.
Contaba Yagüe en la entrevista que le hice —incluida como contenido extra en el DVD de “Los Escondites”— que tuvo que lidiar con un José Frade despótico que le mandaba llamar a su despacho y le recibía con los pies sobre la mesa, fumando un enorme puro, para decirle que en esa misma alfombra en la que Yagüe estaba de pie, otros directores se habían arrodillado suplicándole otra película. Yagüe, visto el percal, se limito a cumplir con su trabajo tal y como quería Frade, para luego desentenderse de la película.
Alfredo Landa, que ya había ganado una palma de oro y había realizado trabajos más prestigiosos, tuvo que volver al “Landismo”, precisamente porque Frade tenía un contrato que le unía a su productora durante tres películas más, así  que, este tuvo que volver a quedarse en calzoncillos en una película, aunque, según Yagúe, “este estaba encantado de quedarse en calzoncillos”. Por lo visto Landa era una estrella caprichosa y megalómana, que no quería ceñirse a un guión que había que cumplir de manera férrea y que le trajo algún que otro quebradero de cabeza a su director, que no logró hacer entrar en razón al divo. Solo Frade, intuimos que a golpe de talón, lo consiguió.
Por otro lado, la dinamita acabó de estallar el día que, promocionando la película, Jesús Yagüe tuvo que ir a un programa de televisión a presentar su inminente estreno, y siendo honesto consigo mismo, dijo en televisión que la película era una soberana porquería, lo que propició su ruptura laboral con Frade y, por voluntad propia, el abandono de la profesión de dirección de cine: “Qué los aguante su padre”, debió pensar.
Por lo demás, ya les digo que a mí “Préstame tu mujer” no me parece ni tan mal, está entretenida, cutrecilla, pero con momentos divertidos. Eso si, no deja de ser una españolada más, adscrita al destape, y del montón.
Junto a Alfredo Landa, tenemos a Juan Luis Galiardo, Norma Duval, Concha Cuetos y Manuel Alexandre. Ninguno está especialmente memorable.
No fue mal en taquilla, casi 600.000 espectadores. Era lo que se estilaba.

viernes, 23 de octubre de 2020

LOS PORRETAS

El director Carlos Suárez parecía dispuesto a adaptar para el cine toda suerte de personajes ajenos al medio; Primero lo hizo con “Makinavaja, el último Chorizo” y “Semos Peligrosos (usease Makinavaja dos)”, con los tan queridos personajes creados por Ivá y provenientes del cómic — y con los que consiguió un gran éxito de taquilla, sobre todo, con la primera de las películas— y, después, con la película que nos ocupa, esta “Los Porretas”, adaptando un serial radiofónico en un film que supuso, por un lado, el testamento de Carlos Suárez que no volvería a dirigir, para luego continuar con su labor habitual de director de fotografía y, por otro, un fracaso de taquilla estrepitoso, mayor incluso que el de su anterior película, “Adiós Tiburón” concebida inicialmente para que fuera un gran éxito. Dos fracasos en un año, a lo mejor son una excusa perfecta para que Suárez decidiera plegar la silla de director.
“Los Porretas”, como ya he dicho, adapta las aventuras de la familia Porretas, familia esta que alcanzó la fama desde el dial de Cadena Ser con el serial titulado “La Saga de los Porretas”, a base de capítulos diarios de diez minutos de duración, durante un periodo de tiempo comprendido entre los años 1976 y 1988. El motivo de su éxito, a pesar de que en plena transición ya empezaba a estar desfasado el serial radiofónico, radica en que tras muchos años de seriales dramáticos al estilo de “Ama Rosa” —que también conoce su adaptación cinematográfica de la mano de León Klimovsky—, “La Saga de los Porretas”, creado por Eduardo Vázquez —que ya triunfó en la radio con la radio novela, “Matilde, Perico y Periquín”— y José Fernando Dicenta, quien además se encargó de dirigirlo, apostaba por un tipo de comedia blanca y costumbrista con la que, sin duda, el oyente podía sentirse identificado. En ella, los absolutos protagonistas eran el abuelo Segismundo, su nuera Candelaria, que siempre estaban en pie de guerra por problemas económicos y domésticos, y los amigos del abuelo, Matías y Pernales, que se pasaban el día en el casino del jubilado. Muy bien para los años 70. Pero claro en la segunda mitad de los años noventa, década infausta en la que se rodó esta ranciedad, ¿Quién se acordaba de “La saga de los Porretas”? yo creo que ni tan siquiera los más viejos del lugar.
Carente de todo sentido y lógica, Carlos Suárez comienza con el proyecto que, inicialmente, iba a ser televisivo y en formato serie —medio este en el que yo creo que sí que hubiera funcionado—y, sin conseguir llevarlo a cabo, tras mucho tejemaneje, finalmente se fragua en película con un reparto de verdadero lujo; Alfredo Landa como el abuelo Segismundo, Manuel Alexandre y Lázaro Escarceller como Pernales y Matías respectivamente, y, con su limitado talento interpretativo, Mirian Díaz-Aroca haría lo que pudiera con el personaje de Candelaria, la nuera. Así, tomando como base los muchos capítulos existentes del serial, y adaptándolo todo a los tiempos que corrían, los noventa, Suárez construye una película en su línea, en la que un ligero hilo argumental casi inexistente nos sirve como excusa para dar paso a lo que realmente interesa que es la retahíla de gags protagonizados por los personajes, como ya hiciera con “Makinavaja, el ultimo chorizo” y su secuela.
Por lo tanto, Segismundo Porretas, tras enviudar, se traslada a casa de su hijo, su nuera y los retoños del matrimonio, donde las estrecheces económicas están a la orden del día. Candelaria, la nuera, intenta hacerle ver a Segismundo, que ya que le están dando cobijo y manutención este debería colaborar económicamente en los gastos familiares con la mitad de su pensión, cosa que el abuelo, intentará evitar durante todo el metraje. La cosa se complica cuando Segismundo, en compañía de sus inseparables Pernales y Matías, harán todo tipo de gamberradas como, por ejemplo, mendigar en la calle, lo que provocará no pocos quebraderos de cabeza a Candelaria, y las —supuestas— situaciones cómicas e hilarantes.
Desde luego, se trata de una comedia absolutamente fallida, donde la dirección de actores es penosa (Landa, soberbio casi siempre, actúa en esta como con desgana, como si, para él, estuviera interviniendo en una mierda), donde la planificación es desastrosa, el montaje torpe y carente de todo ritmo. Una comedia tan alocada como esta acaba convirtiéndose en un aburrimiento interminable, a pesar de su más que ajustada duración. Un fracaso en el más amplio sentido de la palabra, hablando en términos artísticos y monetarios. Pasó inadvertida en las salas, luego, tuvo una edición para alquiler en vídeo y algún pase televisivo. Y después, ya nadie se acuerda de la película, ni los programadores televisivos, que no la programan nunca, ni el sector del vídeo doméstico, no habiendo conocido la cinta distribución en venta directa ni en VHS, ni en DVD. No obstante, había que dejar constancia escrita de la película en nuestro blog, ya que es una adaptación de un serial radiofónico de éxito y, por ende, una españolada de última hornada con signos más que característicos. Si me apuran, podríamos, incluso, adscribirla al “Landismo”.

miércoles, 23 de enero de 2013

PAREJA ENLOQUECIDA BUSCA MADRE DE ALQUILER

Aunque se podría considerar que la peor etapa de Mariano Ozores es la perteneciente a las producciones para vídeo club, lo cierto es que el maestro facturó sus menos agraciadas películas en los años noventa, durante una efímera vuelta a la pantalla grande.
Sigue manejando presupuestos irrisorios, y sigue construyendo tramas de enredo, rodando casi en exclusiva en interiores.
La película nos cuenta la historia de una pareja que, por un problema de compatibilidad, no pueden concebir un hijo. Lo desean tanto, que deciden buscar una madre de alquiler para hacer una inseminación. El varón se une a su ayudante en la búsqueda de esta madre, hasta que deciden que la novia de este es la mejor candidata. Mas adelante, se irá  enmarañando la trama.
En un principio, esta película fue concebida con el título de “Madre de alquiler”, de hecho, en la canción principal de la banda sonora, compuesta a muy mala gana por Nacho Cano, en la letra se hace referencia a esa frase, “Madre de alquiler”.
Lo que pasa en que a primeros de los noventa ya se imponía en España un estilo de comedia que poco o nada tenía que ver con el de Mariano Ozores, y puesto que la película de Almodóvar “Mujeres al borde de un ataque de nervios”, había sido un éxito un año y poco antes, la productora decidió cambiar el título por uno con tirón más comercial, actual y largo, “Pareja enloquecida busca madre de alquiler”, y desde luego, atinaron, es un título de lo más dinámico y comercial. No así la película, que como todo lo demás que Ozores estrenó en los noventa, con la excepción de “Disparate Nacional”, resultó ser un fracaso de taquilla.
Como todas las de Don Mariano, esta se deja ver, pero su humor en los noventa ya era demasiado trasnochado y vodevilesco para los gustos del publico de aquella época. Incluso, si muchas de sus películas de los setenta y ochenta vistas hoy aún permanecen frescas, es curioso como esta, mas reciente, resulta hoy del todo desfasada.  Estamos quizás ante el film menos eficaz y más aburrido de Mariano Ozores.
En el reparto José Luis López Vázquez, Willy Montesinos, Lola Forner, la muy de moda en la época Virginia Mataix, Hega Line, Manuel Alexandre y María Isbert.
Muy, muy flojita. Y es un lástima.

lunes, 5 de octubre de 2020

EL ARBOL DEL PENITENTE

“El árbol del penitente” es una de las películas más extrañas del cine español. Una de las comedias más inusuales y diferentes. Ópera prima del director José María Borrell y única película de ficción en su filmografía. Cuenta la historia de un par de mafiosillos de poca monta, un cubano y un ruso, que se pelean por el dinero conseguido en una operación de tráfico de “algo” que el espectador nunca llega a saber del todo porque no se le da información al respecto. Un andaluz que les sirve de traductor, utiliza su conocimiento sobre el idioma para engañar a sus jefes y así quedarse con el dinero que anda escondido en algún lugar del desierto donde se encuentra el árbol del penitente, lugar dónde él, y el mafioso cubano, van a parar cuando a estos se les acaba el combustible del vehículo en el que viajan. Atrapados junto al árbol, se complicará el asunto al recibir las visitas de un cura arrepentido que, tras considerarse pecador, decide suicidarse allí mismo. También llegarán a ese lugar la novia del traductor y el otros tantos mafiosos. Y se monta un señor pifostio. Una comedia de acción y aventuras con un único escenario y con unos personajes cuanto menos curiosos. Nada como el desierto de ¿la Andalucía profunda? como fondo para la historia, así como ese árbol dichoso que da título a la película como absoluto protagonista. Alrededor de él, sucede toda la enrevesada trama. Lo bueno es todo lo referente a la estética, a medio camino entre el western y el cartoon. De hecho, la estética cartoon se impone, llegando nuestros actores a parecer en según que momentos, y marcados por el tempo, absolutos personajes de la Warner. Sin embargo a la película le falta solidez. Se nota que es la obra de un principiante cuando después de una primera media hora gloriosa la película entra poco a poco en una peligrosa decadencia; decadencia que le hace perder el ritmo y lo que es peor, el interés. Pasada esa magnífica media hora, nada de lo que sucede en “El árbol del penitente” importa un pimiento al espectador y el resultado general es bastante mediocre. El guion pendulea y, al final, para justificar el visionado lo único que destaco sería lo bizarro de la estética. En ese sentido, no he visto una película española igual. De hecho, gracias a esto, la película se vuelve interesante. “El árbol del penitente”, que se promocionó poco y mal, lo hizo teniendo como principal reclamo la vuelta de Alfredo Landa a la comedia pura y dura desde que hiciera aquél papel en “Los Porretas” años atrás. Landa, deja claro que la comedia le sale sola, incluso teniendo dificultades para decir su texto a la perfección. En algún momento, el actor de equivoca, y el director da la toma por buena porque, como fuera, la toma sigue siendo efectiva. Por otro lado, Landa como reclamo comercial salió rana, ya que, probablemente, al público de cine español del año 2000 le importaba Alfredo Landa tres pimientos. Así, la película fue un fracaso en toda regla que logró congregar en salas, según los poco fiables datos del ministerio de cultura, poco más de 64.000 espectadores. Su posterior explotación videográfica fue con cuentagotas y, si existe a día de hoy edición en DVD de la película, es de esas piratillas destinadas a rastrillos y badulaques varios. No hay una oficial. Javier Manrique, actor discreto y tirando a malo, está en su papel de traductor de ruso que se mete en el lío, precisamente así, discreto y tirando a malo, mientras que la hoy súper popular —y deseada— Elena Anaya, que interpreta a su novia marujil, está directamente para prohibirla volver a trabajar en el cine, basando su actuación en desgañitarse sin que se le entienda ni una sola palabra de lo que dice. Está fatal. Ninguno de los dos actores son andaluces, pero ambos tienen que figurar como que lo son. Ninguno sale airoso. Sin embargo, el rey de la función, el que hace que el visionado merezca la pena, es Idelfonso Tamayo, actor afro-cubano afincado en Madrid, que con un montón de papeles secundarios en películas españolas, su carisma y saber hacer lo convierten en lo mejor de la película que decida tenerle en su reparto (que son dos o tres, que yo recuerde, en el cine español). Aquí, de mafioso cubano, pegando tiros de escopeta como un loco, blasfemando y soltando palabrotas cada dos minutos, mostrando una agresividad y una violencia tan imponentes como su propio físico, se lleva a la película de calle haciendo que esta carezca de todo interés cuando el cubano no está en pantalla. Tamayo, por derecho propio, se debería convertir en uno de nuestros secundarios de lujo a la altura de Manuel Alexandre o Pepe Isbert, al menos en el cine contemporáneo, pero, no está el cine de los últimos años para andar descubriendo joyas como esta. Sin Tamayo, la película no tendría ni el más mínimo interés más allá de lo estético. Con todo, es lo suficientemente rara y extraña como para tenerla en cuenta.

lunes, 11 de enero de 2021

TOCANDO FONDO

José Luis Cuerda, de tanto prestigio que su mera presencia casi ofende, que cuando hace comedias las hace surrealistas, peculiares y sofisticadas como  por ejemplo “Amanece que no es poco”, también tuvo su película de derribo, su comedieta chusca, vulgar y ramplona… sólo que fue un fracaso (de 175.000 espectadores) y es una de esas películas que hoy permanecen invisibles, como bloqueadas, váyanse ustedes a saber por qué.
“Tocando Fondo”, la que nos atañe, es una película, no obstante, simpática porque no solo no vemos en el resultado a José Luis  Cuerda por ningún lado, sino que parece una película realizada por un principiante, y, a pesar de que no fue una película de bajo presupuesto precisamente —costó la friolera de 1.000.000 de euros aproximadamente—, todo en ella se ve cutre y barato. Como si el dinero se esfumase a los bolsillos de alguien y no a la película. A saber.
El guion es francamente malo, tomando para sí todos los clichés de la comedia española clásica, como emulando a los tiempos del destape,  pero olvidándose de construir una trama de enredo, quizás por estar rodada en plenos 90 y no querer desviarse del estilo de comedia imperante en el cine español de la época. Es como si Cuerda estuviera haciendo una película que le importa un bledo. Es toda ella tan mala, que el resultado final del film es, tan solo, un muestrario de escenas. Y esto no la deja exenta de ser una curiosidad interesante.
“Tocado Fondo” toma, como acontecimiento social del que servirse, la crisis vivida por el país en los años noventa que, dicho sea de paso,  fue una tontería comparada con la que estamos viviendo actualmente. Fulgencio (que nombre de protagonista más “ozoriano”, por cierto) es un joven de provincia que, teniendo en Madrid a su novia licenciada en veterinaria trabajando, decide trasladarse a la capital con el fin de empezar a trabajar en el negocio de su tío. Este posee un almacén de productos de papelería que está más lleno de abrigos de pieles, latas de fabada o animales vivos que del material  del que principalmente se sustenta, y es que el señor tío se está enriqueciendo gracias a la crisis existente, haciendo chanchullos varios con mercancías de toda índole. Y listo.
“Tocando Fondo” fue concebida sobre el papel bajo el título de “Crisis”, pero el Ministerio de Cultura no permitió este título, en principio, para no coincidir con una película francesa llamada igual, aunque creo intuir que podría ser por cautela; no resultaba muy oportuno una película titulada “Crisis”, dada la crisis que el país atravesaba. Así pues, finalmente se  tituló “Tocando Fondo” y,  para mantener incólume el espíritu de la película, a este se le añadió el subtítulo “La película de la crisis”, resultando esto igual de incauto que el título inicial, pero de mayor comicidad.
Con todo el desbarajuste, resulta una comedia efectiva sin ser una cosa disparatada y que, gracias a sus millones de defectos y chapuzas, a día de hoy cobra un valor trash añadido, que en su momento no poseía.
Contradictoriamente, José Luis Cuerda, afirmó durante la rueda de prensa en su estreno, que se trataba de una película de la que estaba plenamente satisfecho, y no como con “El bosque animado” de la cual quedó insatisfecho a los pocos minutos de verla proyectada para el público —curiosamente, hoy, “El bosque animado está considerada un clásico de nuestro cine, mientras que de “Tocando Fondo” no se acuerda ni el Tato—. Quizá lo dijo en beneficio de la (truncada) carrera comercial de la película. También pecó de arrogante al afirmar con total convicción que con “Tocando Fondo” había realizado una película dentro de los registros de Billy Wilder. Con dos cojones. Sin embargo, muchos años después, poco antes de su fallecimiento, en una entrevista en la que se le preguntaba por todas sus comedias, al llegarle el turno a “Tocando Fondo”, el director, intentando pasarla por alto, afirmaba que no recordaba nada del rodaje de aquella película.
El reparto destaca por la sensación que dan  todos los actores de estar ahí por el cheque, porque si Antonio Resines, como el dueño de este almacén de la discordia está dentro de lo que se puede esperar de él y resulta efectivo, también es cierto que Jorge Sanz, posiblemente sea uno de los peores actores de este país y, aquí muy particularmente, está para matarlo. Hay una escena en la que tanto el personaje de Jorge Sanz como el de Resines se emborrachan, desembocando esto en un diálogo de corte filosófico-etílico-barato, que provoca bochorno.
Asimismo, Icíar Bollaín, actriz que todavía no había desempeñado la tarea de directora por la que hoy es famosa —de hecho, ese mismo año rodaría el que fue su segundo cortometraje, “Los amigos del muerto”—, está igualmente espantosa. Eso sí, podemos ver sus domingas al aire, que son chupadas por Jorge Sanz en una escena de un gratuitísmo feroz. También tenemos como secundario a Manuel Alexandre.  Completan el cast Sancho Gracia, Lola Baldrich y Fiorella Faltolyano, todos actuando con una desgana que casi dan ganas de invitarles a una mariscada, a ver si así se animan.
Si pueden échenle un ojo. No les hará ningún mal

miércoles, 20 de noviembre de 2013

PESADILLA PARA UN RICO

Parece mentira que en 1996 un director entonces veterano, prestigioso y hasta con un público adepto como era Fernando Fernán-Gómez, rodara semejante despropósito. Un truño de tal calibre que, sin duda, por derecho propio, entra en la categoría de “Tan malas que son buenas”. Porque se trata de una película -con un presupuesto, se me antoja, paupérrimo- mala a rabiar, estúpida y desfasada, pero concebida para el gran público y con afán de cine negro. Quizás Fernán-Gómez ya estaba gagá y no atinaba,  o es que nunca tuvo talento y lo camuflaba el respaldo de un equipo de profesionales, porque esto parece la obra de un desquiciado, de un loco.
Fernán-Gómez se quejaba de que nunca había tenido la completa libertad para hacer una película como a él le hubiera gustado, donde lucirse como director, que jamás le habían dado ofertas ni presupuestos acordes, pero que, cuando alguien le requería, siempre se le llamaba para parir algo de autor, lo que le cabreaba sobremanera. El hombre se moría por poder facturar algo de género puro y consumo masivo listo para ser degustado por una platea satisfecha. Hasta que por fin ocurrió con, justamente, "Pesadilla para un rico". La idea consistía en fabricar un “hit” del cine español.
Así, creyendo ingenuamente que lo que funciona en televisión ha de funcionar también en taquilla, Fernán-Gómez contrató los servicios actorales de Carlos Larrañaga, entonces muy popular gracias a su papel en la serie “Farmacia de Guardia” y a Beatriz Rico, también muy famosa por el programa juvenil “Hugo” de "Tele 5".
Además, como para darle el sello de calidad al producto, este parte de un argumento que nunca llegó a convertir en libreto el guionista habitual de Luis Buñuel , Luis Alcoriza, que falleció años atrás. Partiendo de esa idea, Fernando Fernán-Gómez elaboró el mongoloide manuscrito de esta película.
Cuenta la historia de un individuo que va a ascender a presidente en una gran corporación empresarial, con el poder que eso conlleva. El día de una fiesta que organiza en su casa para políticos y demás entes, una muchacha proveniente de un ambiente marginal se le sube al coche ya que está siendo perseguida por su pareja y sus amigos delincuentes. Ella y el protagonista terminan follando en un apartamento. Todo va de perlas hasta que la muchacha aparece sin vida en el lecho. Ante tal tesitura, el hombre tendrá que ingeniárselas para hacer desaparecer el cuerpo y que su vida, y sobretodo, su estatus, no corran peligro.
Rodada con una torpeza de principiante, iluminada con linternas y montada por un tipo que, o bien se estaba vengando por algo que le habían hecho en el pasado o como le pagaban poco primaba la desgana, esto es una autentica joya del cine “trash” -del involuntario, el de verdad-, puesto que, aunque inevitablemente con el tiempo sus autores debieron percatarse de que aquello que habían creado era un pedazo de mierda cuyo interés brillaba por sus ausencia, se rodó con idea de hacer un producto, no ya comercial, si no super comercial.
Es el típico guión escrito por un señor ya muy mayor, que al introducir en la trama personajes jóvenes y de ambientes marginales, escribe los diálogos de estos como él cree que se expresan, alejándose tal jerga millones de kilómetros de la realidad y provocando la vergüenza ajena del espectador. Así, si encima vemos como escupe esas mamarrachadas una actriz, follable, eso sí, pero tan limitadita como es Beatriz Rico, las risas están aseguradas. A saber: “Para el carro, que yo de prosti nada”, “¿No tienes un refu al que podamos ir?”, “Me gustas hasta mojarme, pero ahora tengo el Niagara entre las piernas” o, sobretodo, “¿En que estás pringado?” para preguntar que a qué se dedica, son las perlitas que asoman por la boca de la actriz, dando vida a su personaje. Personaje que, por otro lado, proviene del macarrerío y los barrios bajos, dónde los raterillos de unos quince años llevan coleta, suelen violar a sus novias saliendo indemnes y amenazan con una navaja a una Beatriz Rico que rondará los 30 tacos, pero que rula con ellos aquí y allá e incluso es pareja de uno. Las conversaciones que tienen en la discoteca a base de jerga de esta inventada por Fernán-Gómez, que se creería muy probo pero demostró ser un ignorante por lo menos a lo que marginalidad se refiere. Por otro lado, la voz en off de Larrañaga que, de vez en cuando, aparece para contarnos lo que va a hacer o la escenificación de sus pensamientos son pura vergüenza ajena.
Además, diré que la iluminación es nefasta, y si en las escenas nocturnas no se ve absolutamente nada, las de día tampoco mucho más… eso sí, lo suficiente para percatarnos de que, cuando Larrañaga conduce, está en lo alto de un trailer, eso o los neumáticos de su "Jaguar" descapotable han de medir dos metros.
Y ya para rematar, la banda sonora de un tal Alexander Lubomirov Kandov. Se compone de metálicas melodías de sintetizador, cercanas a las canciones de Luixy Toledo pero con intención de Walter Carlos, que no solo no pegan con las imágenes que estamos viendo, sino que, además, son una porquería. Unos chirridos que no dejan de sonar, prácticamente, durante todo el metraje, llegando a poner de los nervios al espectador.
Y es que todo en “Pesadilla para un rico” es ridículo, estúpido, lamentable y risible, situaciones, diálogos, interpretaciones… ¡Todo! Lo que, por otro lado, significa que para los amantes del cine malo esto es una delicatessen. Fíjense que en España se han hecho toneladas, incluyendo las de Michael Skaife (o Miguel Madrid) o las de Germán Monzó. Bien, pues “Pesadilla para un rico” es peor que todo eso y, encima, los responsables en ningún momento son conscientes de ello.
No me despeino afirmando que, probablemente, sea la peor película del cine español. Les invito a comprobarlo. Y no la dirigió ningún “outsider” un poco “borderline” ni ningún paleto, la dirigió Fernando Fernán-Gómez, al que los plumillas tienen mucho respeto y consideran películas suyas como “El Extraño Viaje” o “El viaje a ninguna parte” obras maestras. Pero pasan por alto esta, y cuando no, se refieran a ella como “La película más maldita de Fernán-Gómez” cubriéndola así con una pátina de misterio. Hipócritas
Fue un fracaso absoluto que consiguió congregar en salas únicamente unos 80.000 espectadores en tiempos en los que el cine español estaba de moda y en alza.
En el reparto, haciéndolo igual de mal que todos, Álvaro de Luna, Carmen Elías, Manuel Alexandre (este lo hace bien, como siempre), y como macarrilla violador, el “triunfito” Naim Thomas.
A descubrir.