viernes, 9 de septiembre de 2022

LA LÍNEA DEL CIELO

Una de las películas más olvidadas a nivel popular de la denominada comedia madrileña de los ochenta, es esta película de Fernando Colomo —probablemente la cabeza más visible del movimiento—, “La línea del cielo”, que tras una serie de éxitos en taquilla de cintas adscritas a esta corriente, pasó inadvertida para los espectadores españoles del año 1983 y a duras penas se la reivindica a día de hoy, ni tan siquiera en ambientes eruditos de la comedia española. Y, hablando en retrospectiva, puede que sea una de las mejores muestras de aquello. No en balde es la favorita de Colomo dentro de su filmografía.
Y es que “La línea del cielo”, moderna en su momento a rabiar, es también una película libre que se rodó casi a modo de guerrilla en la ciudad de Nueva York, con un equipo reducido de 5 personas y con el Antonio Resines de los ochenta, aún a medio camino de convertirse en una estrella, totalmente entregado a la causa.
Se rodó en Nueva York, sí, al menos los exteriores, pero no hay nada pomposo en lo que a la producción se refiere. Por no haber, no había ni focos y se aprovechaba la luz natural para poder rodar. Si no fuera porque se trata de una producción media del cine español de los ochenta, aquél que con juicio elitista intentaba desbancar el cine popular dando voz a la progresía, “La línea del cielo”, ejecutada casi con lo puesto, estaría muy cercana de ser una película underground, pero se quedó sencillamente en una pequeña película española de tantas en la época. Y es una lástima porque, vista por primera vez en un reciente visionado, sí que creo que efectivamente es la mejor película de Colomo.
La historia se centra en los avatares de Gustavo, un fotógrafo español que considera que en su profesión, y en su país, ya ha tocado techo. Así que se traslada a la ciudad de los rascacielos con la finalidad de probar fortuna allí y ver si es capaz de trabajar para alguna revista de tirón. Su gozo caerá en un pozo cuando se da cuenta de que los americanos no entienden el contenido de su fotografía y que, no sabiéndose defender en inglés, la cosa no hace más que empeorar. No obstante, se queda por allí porque conoce a una catalana que está aprendiendo el idioma y se enamora de ella.
Está graciosa esta “La línea del cielo”. Está resuelta prácticamente a costa de conversaciones y de planos fijos, y estos cobran mayor interés cuando estas conversaciones se dan en exteriores neoyorquinos en los que, me da la sensación, no se utilizaron permisos ni nada por el estilo para ser rodados. La historia asimismo es sencillita y amena, con algunos momentos verdaderamente descacharrantes, siempre dentro del orden instaurado por el Colomo de entonces —el actual rueda cosas tan impostadas y ridículas como “Cuidado con lo que deseas”… ¡Ugh!— y el tono naturalista propio de la ya añeja nueva comedia madrileña. Quizás “La línea del cielo” sea el canto de cisne de todo aquello, ya que a partir de entonces el estilo de Colomo iría dando palos de ciego hasta acomodarse en el tipo de comedia que desarrolló a finales de los ochenta.
La siguiente película que rodó tras esta, quizás para desquitarse de los pocos espectadores conseguidos en las salas (178.000), fue “El Caballero del Mother Fucking Dragón”.
Pero con todo, y con los prejuicios que yo pueda tener sobre la denominada Escuela de Yucatán, Colomo es de los que mejor me cae y cuyo cine me cae en gracia.
En el reparto, a parte de no salir Resines de plano y de amigos culturetas de Colomo y extraños actores yankees que chapurrean castellano, tenemos a Whit Stillman que debutaría como actor secundario en la nueva comedia madrileña (también salía en “Sal Gorda” del Trueba) para pronto convertirse en productor y autor de películas tan distintas a estas en las que participó como “The last days of Disco” o “Amor y amistad”. Ahí es nada.