
Recuerdo yo en mi niñez el haberla visto en algún
pase de televisión, y dejarme totalmente indiferente. De hecho los veintipico
años que han pasado desde entonces, los he pasado sabiendo de su existencia,
pero importándome un bledo la misma. Hasta que el otro día a Naxo le dio por
preguntarme que por qué no la había reseñado todavía. Y cierto era… así que la
localicé y me la puse.
La película traslada la leyenda de San Jorge y el dragón a
un ambiente de ciencia ficción, teniendo como punto de partida una historia, a
priori, interesante. Una nave espacial
que baja a la tierra en el medioevo y que, por sus características, es
confundida con un dragón. En su interior viaja un alienígena con aspecto de
homosexual que se acaba enamorando de la princesa protagonista. Un caballero
que la pretende y un fraile, intentarán enfrentarse al supuesto dragón y el marciano que lo controla.
Era 1985 y la cartelera se llenaba de películas de ciencia
ficción y fantasía; “E.T. El extraterrestre”, “La princesa Prometida”, “Lady
Halcón”… de todo eso se nutre "El caballero del dragón" y lo explota.
Cierto es que se trata de una súper producción, y dentro del
cine español, en aquellos tiempos, no hay muchas en las que se vea un gasto de dinero. Sin embargo, fuera de nuestras tierras, “El
Caballero del Dragón” recibe trato de serie Z, porque, efectivamente, los
resultados son de espeluznante serie Z.
Mala es decir poco. No llega a comedia involuntaria, porque aunque toda
ella sea ridícula, es demasiado sosa para provocar la risa (salvo en una escena
en la que, se supone, una cabra es abducida. Ahí te descojonas, con el
efecto de la cabra levitando, y con el paleto del pastor) y, a parte, ya se
encarga su director, Fernando Colomo, que poco después triunfaría con todo aquel
rollo de la comedia madrileña, de añadir
las dosis justas, y sin venir a cuento, de humor. De uno con el que no te
ríes, claro. No funciona en absoluto. Aunque hagamos un esfuerzo por
encontrarle algo divertido a la peli, no encontramos más que soberano
aburrimiento y mucha, mucha… toneladas de vergüenza ajena.

Por otro lado tenemos a un teñido, anoréxico e inexpresivo
Miguel Bose (que el espectador bien sabe que está haciendo una interpretación
lamentable, pero que él creía estar haciendo la hostia en verso…) al que el
vestuario le hace flaco favor… parece un retrasado. Digamos que el traje de
este extraterrestre (llamado, según los títulos de crédito IX, pero cuyo nombre
no sale de boca de ninguno de los personajes, ni para dirigirse a él, ni para
nada) es una especie del traje del bicho de “Alien, el octavo pasajero” al que le han arrancado la cabeza, han metido
ahí dentro a Miguel Bose y después me le han plantado un casco de astronauta.
Una remierda.
De vez en cuando la dan en la tele, pero parece como si se
quisiera olvidar esta película, como si fuera una vergüenza para el cine
español, que lo es, pero no más que cualquiera de esas que gozan de prestigio. Además, por lo menos
se trata de una película de puro género. Eso no óbice para que esta sea antipática, rancia y caiga mal.
Me hace mucha gracia el desenlace, abierto, dejando
entrever que volverán con una segunda parte, creyendo que esto sería un éxito.
Todavía se tienen que estar dando de cabezazos contra la pared.
Como el reparto es internacional, esta se
estrenó, a destiempo, en gran parte del planeta, siendo un fracaso allá donde la vieran por mucho Kinski que asome la polla por ahí.
En 1993 la película pasa a ser de dominio público, lo que
hace que, edición cutre y cochambrosa en dvd de nuestro país aparte, la edite
todo dios en los estados unidos por el morro (aunque de manera legal),
consiguiendo una galería de caratulas a cual más delirante, destacando una en
la que, para aprovechar el protagonismo de Klaus Kinski, roba una imagen suya de “Aguirre, la cólera de Dios”, la colocan al lado
de la nave espacial, se inventan un dragón mecánico y tirando millas.
En resumidas cuentas, esta mierda es curiosa, pero no es ni
lo suficientemente buena, ni lo suficientemente mala, como para evitar el que
si estamos cagando y no tenemos papel a mano, utilicemos el dvd, la caratula o,
incluso, su póster para limpiarnos el ojo del culo.
Colomo nunca
más volvió ha hacer cine fantástico. Una vez declaró, en referencia a lo mala que es “El
Caballero del Dragón”, que da igual el género que cultive, al final todas sus
películas, por los motivos que sean, acaban siendo comedias. Pobre. En este
caso, yo diría que, más bien, le salió un drama.
¡Ah! También sale por ahí Fernando Rey, perdiendo en pocos
minutos de actuación todo el prestigio ganado a lo largo de su carrera.