Una mujer un tanto tiesa y antipática hereda una enorme residencia de ancianos. El mismo día que llega a echar a un vistazo a su propiedad, ingresa una vieja de aspecto un tanto escalofriante. Con la llegada de ambas, se comienza a respirar un extraño ambiente en la residencia cuando, para más inri, un día aparece un anciano ahogado en la bañera. La muchacha no le da más importancia al asunto que la justa, pero se empezará a acojonar el día que encuentra un diario que perteneció a su madre y en el que dice sentirse acosada por presencias indeterminadas. Y a nuestra protagonista, le comenzará a pasar lo mismo. Por supuesto, la sensación de ser observada por lo que ella cree que es el espíritu de su tía, irá acrecentando con cada nuevo viejo que aparece muerto en la residencia en extrañas circunstancias.
Título clásico del ozploitation, “Angustia a flor de piel”, que en 1982 ganó el premio a la mejor película y al mejor director en el Festival de Cine Fantástico de Sitges, el mismo año que andaba por allí Sam Raimi con “Posesión infernal” —esta obtendría premios menos ostentosos, como el de efectos especiales y una mención especial del jurado, pero, a posteriori, saldría ganando—, más cercana al thriller psicológico que al de terror, tendría en su atmósfera reposada y la creación de expectativas su mayor baza. Se trata de una de esas películas que se toma su tiempo en avanzar y cuyos momentos más inquietantes son aquellos en los que parece que va a pasar algo pero luego no pasa nada, recordando ligeramente y, precisamente, a los mejores momentos de “La casa del diablo” de Ti West, intuyendo que, quizás, West hubiera podido inspirarse en este clásico de la explotación australiana. En ese sentido “Angustia a flor de piel” tiene media hora central absolutamente excepcional e inquietante y que hace justo honor a su título en castellano. Sin embargo, en la otra mano, como el resto de la película es asimismo lenta y reposada —cosa que es necesaria para llegar con cierta coherencia a esos momentos angustiosos—, extiende secuencias relativas a la residencia de ancianos y, si hacemos un balance global, es mayor el tiempo que pasamos aburridos que acongojados, pero en resumidas cuentas la película es como artesanal, está bien dirigida y, pese a todo, yo creo que bien merece la pena un visionado completo.
Por supuesto, a “Angustia a flor de piel”, “Next of kin” en su versión original, se le comenzó a procesar culto en el momento en el que al Tarantino de los cojones se le ocurrió compararla con “El resplandor” en el célebre documental “Not quite Hollywood”. Hombre, no creo que “Angustia a flor de piel” sea mala, pero tampoco creo que tenga que ver nada con la de Kubrick. Lo que sí que creo es que a Tarantino le gusta hablar y hablar, y a veces demasiado.
Dirige el asunto el extraño Tony Williams, que previamente —y valga la redundancia— solo tenía una película previa titulada “Solo”. Y después de esta, ya no volvió a dirigir cine. Aunque también es cierto que la explotación australiana estaba respirando sus últimos estertores por aquél entonces.