Peakviewing Transatlantic es una curiosa productora independiente británica fundada por los hermanos Paul y Elisabeth Mathews. Se trata de una empresa familiar. Dando sus primeros pasos en los años 90, sus primeras producciones eran de terror, que se supone que es el tipo de producto que dejaba algo de pasta. Sin embargo, la providencia quiso que tras un par de películas de horror se fueran desviando poco a poco hacia al cine familiar y de corte fantasioso, pasando por el western e incluso llegando a tontear con el drama, en pequeñas producciones en las que alguna vez se contó con alguna estrella (asequible) que, supongo, fueron tirando durante un tiempo en el mercado del vídeo.
La primera de todas estas producciones es esta “Grim” —y no se dejen engañar, como reza la frase promocional: “No es ningún cuento de hadas”— de 1996, que vendría a ser una suerte de plagio de “Rawhead Rex” (película sobre monstruo del folclore perpetrada por George Pavlou) ambientado en un escenario típicamente británico como son las cavernas.
En ella, un grupo de personas practican la ouija, dejando salir algo maligno. Tiempo después, un grupo de espeleólogos bajan a esas mismas cavernas a estudiar el entorno, cuando se encuentran con un salvaje monstruo con pinta de ogro que, además, puede teletransportarse. Dará buena cuenta de algunos de ellos.
Naturalmente “Grim” es una de las infamias más grandes que se puede echar uno a los ojos, con menos originalidad e inventiva que un lapicero sobre un pupitre. Para más inri, añádanle a eso que los FX, una extraña combinación de efectos tradicionales con otros digitales totalmente arcaicos (realizados con ordenadores de los años 90, presumo intuir, que ni tan siquiera de primera gama) no son del todo sorprendentes. Por supuesto, el monstruo, que va tranquilo por la vida durante todo el metraje, es un señor disfrazado en la línea de “Depredador”, pero con un disfraz de saldo a cuya careta animatrónica parece que de vez en cuando se le acaban las pilas y el rostro se queda inmóvil.
Un rollo de los de hasta resoplar… pero sucede una cosa bastante curiosa con “Grim” y es que, al tratarse de una película de mediados de los 90, el formato vídeo no está tan impuesto ni bien visto como lo estaría la década posterior en lo que a películas de bajo presupuesto se refiere. “Grim” está rodada en esplendorosos 35 mm, supongo, que de la película más barata que había en el laboratorio, y eso le otorga a la cinta un encanto especial. Sobre todo, la combinación del celuloide tratada posteriormente de manera digital en ordenadores de chichinabo, se me ha hecho especialmente amable.
En verdad “Grim” es la misma mierda de siempre, la misma mediocridad habitual en películas de terror de bajísimo presupuesto del año 2000 en adelante, solo que facturada en los 90. Si hubiera estado rodada en vídeo no tendría nada de especial, pero al encontrarse en una extraña tierra de nadie, viene con las maneras propias de la serie B/Z de los 80, intentando modernizarse tirando de lo que permitían hacer los ordenadores entonces, que era bastante poca cosa.
No quiero decir que “Grim” esté bien, es más, es especialmente agobiante y soporífera, pero resulta una película encantadora por todo esto que les cuento.
Eso sí, el final es para llevarse las manos a la cabeza por trillado, estúpido e inverosímil.
Paul Mathews dirige y escribe esta locura para pobres, del mismo modo que dirigió otros cuantos títulos para su Peakviewing Transatlantic tales como “Breeders”, también dentro de los parámetros del terror, o “El pequeño unicornio” y “Un cuento de hadas” dentro del cine familiar, que es lo que les permitió subsistir hasta, aproximadamente, en el año 2008. Una compañía cuando menos interesante.