A “La Corea” podríamos emparentarla directamente con “Madrid, Costa Fleming” de José María Forqué —siendo esta su reverso oscuro—, en el sentido de que ambas películas giran en torno a la relación que tenían los madrileños de los años setenta con los americanos sitos en la base militar de Torrejón de Ardoz, estando tratada la de Forqué desde la sátira mordaz y en tono de comedia desenfadada y, esta, de Pedro Olea, desde el realismo más sucio y el drama descarnado. Tampoco está exenta de cierto sensacionalismo que la asemeja al cine de Eloy de La Iglesia de la época, siendo un precedente directo (sin tener mucho que ver con el subgénero, y salvando ciertas distancias) del cine quinqui que estaría por venir. También, y al igual que De La Iglesia, Pedro Olea trató el tema de la homosexualidad en su cine desde un prisma más sutil que el director guipuzcoano y, en “La Corea” aborda el lúmpen madrileño centrando su historia en el mundo de la prostitución masculina.
Perteneciente, junto a “Tormento” y “Pim, pam, pum… ¡Fuego!” a lo que el director dio en llamar “trilogía de Madrid”, “La Corea” cuenta la historia de un joven de provincias, Toni, que llega a Madrid con la intención de encontrar trabajo y, junto a su amigo Paco, comienza a currar para Charo, también conocida bajo el alias de La Corea, como gigoló para señoras mayores bajo la protección de esta, que acabará enamorada del chaval hasta las trancas. Por otro lado, Paco introduce a Toni en el mundo del chapeo llevándole a la base americana de Torrejón, donde algunos soldados americanos homosexuales requieren los servicios de jóvenes efebos. La tragedia se desencadenará en el momento que Sebas, viejo chapero y protegido de La Corea que ahora trabaja por su cuenta, considera que Toni le ha usurpado el puesto.
“La Corea”, producida por José Frade, es una de tantas películas de su catálogo que permaneció inédita tras su paso por las salas comerciales, donde congregó a poco menos de medio millón de espectadores, y recientemente ha sido recuperada por Radio Televisión Española que la emitió por primera vez en su parrilla. Se trata de una película que tímidamente asoma la cabeza en los albores de la transición y muestra con valentía un mundo bastante sórdido que, por supuesto, existía en la época. Todo ello contado con destreza y a su ritmo por Pedro Olea, quien, además, hace un retrato estupendo del Madrid de aquellos días.
En el reparto contamos con Queta Claver como Madame del prostíbulo para los americanos, Angel Pardo, que debutaba como protagonista en esta cinta y luego aparecería en los films de Eloy de La Iglesia “Los placeres ocultos, “El diputado” y “Navajeros”, viéndose desplazado en este tipo de protagónicos de su especialidad (chavales medio quinquis y chaperos), cuando se cruzó Jose Luis Manzano en la vida del director de “El Pico” otorgándole los papeles principales de las películas que dirigiría en adelante. También tenemos a Gonzalo Castro, más conocido en su faceta posterior como cantante pop bajo el nombre artístico de Gonzalo, y que si bien comenzó su carrera como actor en esta película, también aparecería en otras como “Dos y dos, cinco” o encarnaría al mítico Bruno de la serie “Verano azul”. Completan el cast Cristina Galvó y Encarna Paso.
A ver lo que tardan los de siempre en meterla dentro del saco del cine quinqui… porque, además de chaperos, esta película tiene macarras, navajas, billares…