Año 2012. Una plaga ha arrasado con la civilización. Pequeños grupúsculos humanos sobreviven atrincherados entre rascacielos formando comunas medio hippies. Los hay que se lo montan bien, plantando tomates y respetando al prójimo. Y los hay que van de cabrones, matando y robando por doquier. Justamente, uno de estos, comandados por William Smith, se ha encabezonado en afanarle los alimentos a la pandi "chachi" del barrio, gobernada por Max Von Sydow. En eso que de por medio aparece un tipo que se "alquila" como guerrero y protector, el "skinhead" -que decían "Toy Dolls"- Yul Brynner. Así, se rejuntará con los "chachis", que ya están en las últimas, y Sydow le pedirá que salve a su hija preñada, y unas semillas para futuros huertos, llevándolas a una isla paradisíaca donde vivir felices y repoblar el planeta.
Estamos en 1975, hace dos años Robert Clouse lo petó con "Operación Dragón", y tiene un nuevo proyecto para que el prota de aquella, Bruce Lee, se luzca nuevamente, "The Ultimate Warrior". Pero el astro de las yoyas muere antes de poder tirarlo adelante y queda aparcado en los archivos de la "Warner" hasta que deciden rodarlo, cambiando a Lee por Brynner y al en principio previsto George Lazenby por Von Sydow, cosa que tendría que haber beneficiado al pifostio cuanto menos a nivel interpretativo. Sin embargo, no contar con el valor seguro del "pequeño dragón" motivó que "Warner" evitara jugársela, invirtiendo menos capital. Así, el resultado se resiente en cuanto a espectacularidad (no la hay por ningún lado), ritmo (bramar farragoso es quedarse corto) y unos combates desangelados y muy poco emocionantes... salvo el del final, donde se enfrentan héroe y villano. Ese está bien. Pero, claro, pa cuando llega es tanto el sopor acumulado que la movida concluye con una inevitable nota baja, bajísima.
Igual que ocurre con todas las décadas y su respectivo cine, existen una serie de "tics" estéticos y narrativos que, si se hacen bien, molan que te cagas. Pero si se hacen mal, resultan bastante irritantes y agotadores. Por desgracia, "Nueva York, año 2012" es setentera hasta las trancas... en el sentido malo, o peor.