Se trata de la última intentona de Menahen Golan Y Yoran Globus por explotar el filoncillo en taquilla que
experimentó el movimiento Hip-Hop.
Cómo ya habían tocado el tema del Break Dance, ahora le
tocaba el turno a la más importante de las disciplinas de esa cultura, que es
el rap. ¿Y cómo solucionan el hecho de tener que introducir rap en una
película? Pues haciendo un músical en el más estricto sentido de la palabra. De
aquellos en que, a mitad de la acción, alguien se pone a cantar, solo que en
este caso se ponen a rapear.
La Cannon, sabía que una película de estas les sería
rentable y les haría ganar dinero –que equivocados estaban-, pero no era
“Rappin’” el proyecto en el que estuvieran más implicados los “Go-Go Boys” de
los muchos que tenían, por lo que le restaron importancia al film, si bien,
nadie allí tenía ni puta idea de lo que era el Hip-Hop.
Se contrato a uno de sus hombres de confianza, Joel Silberg,
que ya había dirigido con excelentes resultaos –económicos- “Break Dance”, y
con un guion de mierda de Adam Friedman y Robert Jay Linz –que luego ni se
prodigaron mucho, ni destacaron en lo que a escritura de guiones se refiere- se
tiraron a la piscina a filmar una película que nos presenta un material que en
absoluto se asemeja lo más mínimo a lo que vende. Cuando lo fácil hubiera sido
tirar de cliché –podían haber tenido como ejemplo sus propias películas sobre
el tema, u otras como la respetabilísima “Beat Street”- se sacan de la manga unos
personajillos, que más que parecer raperos, parecen personas ajenas al
movimiento disfrazados de rapero, que es en lo que en realidad eran. No hay
rapero menos creíble que este “Rappin Hood”-Así se llama- que nos ofrece el
protagonista, un joven y pizpireto Mario Van Peebles. Es por eso, que como Van Peebles no rapeaba
una mierda, el mítico Master Gee, rapero de la mítica Sugar Hill Gang, que
andaba por allí asesorando, cuando sugirió que como iban a hacer una película
sobre raperos sin nadie que supiera rapear, fue contratado para que escribiera
todas las letras que en la película iba a cantar Mario Van Peebles. Una vez
escritas, Van Peebles, interpretándolas, más que rapear parecía que se estaba
follando a un mono tuerto, por lo que Master Gee volvió a solucionar la
papeleta a la Cannon, doblando las rapeadas de de Van Peebles.
Por si esto fuera poca patata hervida, rodaron la película
con las canciones acapella, introduciendo en postproducción las producciones
musicales, por lo que estas no concuerdan con las voces de los raperos y van
siempre desacompasadas; por un lado la música, y por otro la voz, en un alarde
de retardismo fílmico. Una chapuza de dimensiones inimaginables, vaya.
Por otro lado, buscando info en Internet, y es algo que en
España se pierde por el idioma, los fans hacían especial hincapié en sus
reseñas, a lo risible de la presencia de Ice T en la película –que aparece en
todas las películas sobre Hip-Hop de la Cannon-
en la cual, estando participando en un concurso de rap que monta una
discográfica, mientras que el resto de los participantes cantan un rap más o
menos alegre y positivo acorde con el tono que tiene toda la película, Ice T
canta una de sus canciones previas a convertirse en una mega- Estrella,
“Killers”, de lo más agresiva y explícita, en la que hablan de brutalidad
policial y del uso de armas contra la
policía. El Jurado del concurso, meneando la cabeza, dice que no está mal, pero
que no es lo que anda buscando. Es entonces, cuando entran dos borrachos
armando bronca, y Mario Van Peebles que anda por ahí, los disuade soltándoles
unas rimas improvisadas hablándoles de lo malos que son los efectos del alcohol.
Más que suficiente para que el jurado se fije en él y le ofrezca grabar una
demo. Una escena absurda y ridícula. No en valde, la sensación de vergüenza
ajena hace acto de presencia desde los títulos de crédito, en los que Van
Peebles, armado con un radio cassete, rapea por las calles del ghetto, a la
cara de sus vecinos.
La trama es sencilla: Rappin’ Hood es un muchacho que acaba
de salir de la cárcel totalmente reformado. Cuando llega al barrio, ve que este
está completamente sometido por las empresas inmobiliarias que matan de frio y
de irregularidades a los inquilinos de sus edificios. Con artes no del todo
legales, Rappin Hood tratará de resolver esos problemas mientras se mete en
diversos líos de índole callejera, y entre medias, rapea en cualquier
situación. Un espanto.
Como no supuso un éxito como las anteriores películas de
Hip-Hoperos, “Breakdance” y “Breakdance
2: Electric Boogaloo”, “Rappin’”, en un alarde de autoexpolio, se lanzó
como secuela directa de estas, siendo conocida en muchos países angloparlantes
como “Rappin’ Breakdance 3: Electric Boogalee”. Huelga decir, que en la
película, salvo dos segundos al principio de la película que Mario Van Peebles
hace algo de baile “Poping”, mientras rapea, el Break Dance no hace acto de
presencia ni una sola vez en toda la película, y el único nexo de unión con las
otras películas es, como ya he dicho antes, la presencia de Ice T, que en
cualquiera de las tres películas esta se reduce a cameo.
Como anécdota, decir que uno de los grupos primigenios del
rap de principios de los 80, era los Fat Boys, que siempre rapeaban sobre
comida; como normalizando el tema de que los rappers gordos rapeen sobre
comida, uno de los miembros de la banda de Rappin’ Hood, se marca una canción
al estilo de los Fat Boys que, efectivamente, vuelve ha hacer al espectador
morir de vergüenza ajena.
En el reparto, junto a Van Peebles tenemos a unos primerizos
Kadeen Hardison y Eric Lasalle, que a día de hoy se debían preguntar que
demonios hacían en esta película, y en la nomina de raperos, además de a Master
Gee en el doblaje, tenemos a The Force MD´s, T-Force y Tuff Inc, todas ellas formaciones de rap
pioneras, que acabaron en la peli a golpe de cheque.
Al director, Joel Silberg, todavía le dio tiempo a rodar “Lambada, fuego en el cuerpo”… pero eso
es otra larga historia…