Tardía
“
explotation”
patria de “Top Gun”, perpetrada por el manazas de Carlos Gil, asistente de
dirección del mismísimo Spielberg (no se confundan que, básicamente, el
asistente del director es el que le trae los cafés, o le masajea los pies) y de
otros tantos directores de Hollywood cuando estos ruedan en España, y que
cuando consigue una subvención para dirigir él mismo sus propias películas,
apuesta por géneros más “Hollywoodescos” y comerciales de lo que nos tienen
acostumbrados los directores nacionales.
Y si bien es cierto que cuando se apuesta por cosas “a la
americana”, como pasó con títulos ajenos pero de renombre como “Los Otros” o “Lo imposible” que por lo general son un éxito, las del amigo
Carlos Gil pasan completamente inadvertidas. ¿Motivos? Obviamente los presupuestarios,
pero a parte, hago especial hincapié en resaltar
la facilidad que tiene el amigo para hacer ridículo todo aquello que filma.
Su carrera como director es mas bien escueta, se reduce a
unas pocas series de televisión y a tres películas, una de las cuales, “Las
llaves de la independencia”, no se siquiera si llegó a estrenarse. La otra sería un “
slasher” con
Paul Naschy en sus filas que, aunque
evidentemente ridículo y chabacano, a mí me funciona, “School Killer”. Y la que
nos atañe, este “Alas Rotas”.
Cuando digo que es una “explotation” de “Top Gun”, no me
refiero a plagio, no me sean mal pensados, pues salvo por la temática de
los pilotos de aviones de combate, no se
parece en nada a la protagonizada por
Tom Cruise en los ochenta, aunque,
obviamente, se nutre de su rollo y estética.
Un piloto del ejército del aire está enamorado de su
profesión, pero un buen día el médico le dice que tiene un tumor en el cerebro
que le hace tener cambios de humor, y que le puede llevar a la muerte. También
le prohíbe volar. El muchacho, consternado, decide romper sus pruebas médicas,
ocultar a todos los que le rodean su enfermedad, y volar igualmente, en
consecuencia, estando en el aire, pierde el control del avión que pilota y se
mata. Con dos cojones.
Jamás me topé con una película tomada más en serio por sus
responsables, y que sin embargo, provoque tantas risas involuntarias por un
lado, y por otro, tantisima vergüenza ajena.
Una vez se nos ha presentado los personajes, se nos han
mostrado algunas de las imágenes aéreas -estúpidas al fin de al cabo, no son
combates aéreos, ni los hay en la película, son solo maniobras y acrobacias- filmadas en video
para colar en un metraje de 35 mm. que canta por soleares, y se nos ha expuesto
la trama principal, la de la enfermedad del protagonista cuyos síntomas nada
tienen que ver con los de un tumor real, ya se les acaba lo que tenían que
contar… por lo que se tira el resto de la película, o sea, una hora y veinte -porque en cinco minutos se nos cuenta todo esto- intentando tirar para adelante
sin que exista más argumento. Entonces es todo relleno, vemos los cambios de
humor de protagonista que, incluso, llega a hablarle mal a su hijo de seis años
¡¡¡doblado por un adulto!!! O a
abofetear a su mujer mientras la acusa
de querer follarse a su hermano. Claro, como les oculta su enfermedad, nadie
comprende esos cambios de comportamiento. Ni el espectador entiende esas
interpretaciones. Por otro lado tenemos al Teniente Coronel, que advierte mucha
inutilidad en el aire por parte de nuestro prota y no quiere que si se
mata en el aire, esa muerte pese sobre el… así que se pasa la película
preguntando al hermano de este si sabe algo sobre la salud del hermano.
O sea: Un tumor que te hace volver bipolar y maltratador,
unos pilotos que se suben a los aviones para alardear, y un final desperado
para darle más dramatismo a la ya de por sí dramática premisa. Jamás vi yo
semejante puta mierda en una pantalla, y por ende, todo se torna divertidísimo,
claro…
No deja de llamarme la atención las bochornosas
interpretaciones. Como piloto enfermo tenemos a una especie de neandertal
italiano, que con rasgos embrutecidos, no comprendo como al director de casting
le pareció adecuado para hacer del
galán de la función, Fabio Fulco, que además de feo y desagradable, mas que a
la víctima de un tumor parece que esté interpretando a un retrasado mental. Es
más, debe tener tanto acento italiano que, estando la peli doblada, a este le pone
voz el reconocible José Luis Gil (¿Será hermano del director?) que sin ser en
absoluto mal actor, ni de doblaje ni físico, dobla a este personaje como con
pereza, como si supiera que está doblando una mierda de película y no pusiera
ni una gota de interés en hacer bien su trabajo.
Tenemos a Ana Álvarez, malísima actriz que despuntó a parte
de por tener un culo estupendo y unas de las mejores tetas del cine español,
por hacer de retrasada en las películas “La madre muerta” y “Aquí huele a
muerto… ¡pues yo no he sido!” pero que, sin embargo, aunque sale simulándole
una felatio a Fabio Fulco no enseña ni las tetas ni el culo en esta película,
ergo, no sabemos que pinta en la misma. Interpreta como puede a la esposa de “el
del tumor”. Hoy por hoy, está muy envejecida la pobre.
Como Teniente Coronel, tenemos a
Ramón Langa, que cuando
dobla a
Bruce Willis o a
Kevin Costner lo hace muy bien, pero cuando le toca
dar la cara, menuda mierda de películas ha hecho… Bien, pues aquí le tenemos.
Dentro de lo estúpido de su papel, Langa lo hace exactamente igual que siempre,
así que bien.
Mónica Van Campen aparece para enseñarnos las tetas y el
coño, y actúa tan fétidamente como de costumbre, como una palurda que lee, y
aún así, hay que llamarla actriz. Carlos Fuentes, el pobre, pasaba por ahí para
hacer, como siempre, de macarrilla, aunque esté interpretando a un monarca. En
este caso es un secundario que pinta más bien poco. Y tenemos también el debut
(y despedida) en el mundo de la interpretación de Tony Aguilar, ese desagradable
locutor de radio fórmula de “Los 40 principales” que durante los noventa se las
daba de rapero, y que sobreactúa hasta para decir buenos días. Proporciona
regocijo y carcajadas en todas y cada una de sus exageradas apariciones.
Pues todo este montón de enfermiza escoria, convierten a una
película, que técnicamente no está mal (Carlos Gil, más o menos, tiene oficio),
en un delirio absoluto, que sin que contenga ninguna estridencia,
intencionada o no, para provocar la sonrisa al espectador, lo consigue y sin
nada del otro mundo, es decir, que aquí no hay monstruos de goma espuma, sangre
de color rosa, ni demencia en su argumento. Únicamente una historia de
mierda. Se explota una película mítica de
veinte años atrás que no por hacerlo a destiempo va a
convertir en éxito instantáneo. Unos actores espantosos que enmiendan sus ya de
por si lamentables carreras, y un director que yo no se si no tiene ni puta
idea de lo que hace, o lo sabe perfectamente.
Total, es una peli española de 2003. Será un chanchullo como
lo son todas las películas españolas desde finales de los ochenta.