lunes, 30 de mayo de 2022

AL MORIR LA MATINÉE

La mayor particularidad de este slasher es su país de proveniencia, Uruguay, lugar cuya cinematografía en general es un misterio para mí, pero del que tenía ciertas nociones gracias a un par de películas de terror amateur, una de ellas titulada “Muñeco viviente” y que era la típica cosa trufada de referencias postmodernas —y nostálgicas— que vi en su momento y que no me gustó nada. Es el tipo de película amateur de la que huyo como de la peste.
Sin embargo los años han pasado y su director, Maximiliano Contenti, se ha ido profesionalizando (nunca del todo) y cogiendo callo, y muchos años después nos trae una película hacia la que me acerqué con todos los prejuicios del mundo y que, pese a seguir siendo una obra referencial y postmoderna, he de reconocer que me entretuvo un rato, cosa que a estas alturas es ya más que suficiente. No está mal esta “Al morir la matinée”.
Un cine de sesión continua se prepara para ofrecer la última función de la noche y, entre los pocos espectadores que han entrado, se cuela un siniestro individuo encapuchado. El operador de cabina habitual tiene compromisos familiares y deja al cargo de la proyección a su hija, una estudiante que apesta a “final girl”. Comienza la película y se nos va presentando a los personajes y sus circunstancias, hasta que el individuo encapuchado comienza a cargárselos de diferentes formas.
Nada nuevo en realidad, y de no ser porque hay referencias a miles de películas de género (de hecho están en un cine, cosa que les sirve para colgar en sus marquesinas toda suerte de pósters de películas de la época, e incluso, uno de “Muñeco viviente”) podría acusársela de ser un plagio barato de “Angustia” de Bigas Luna, ya que cuenta exactamente lo mismo con mucha menos pericia. Tenemos hasta el juego de metacine con el que contaba aquella. Pero la película, escueta en argumento, va avanzando y, a medida que se desarrollan los asesinatos, la cosa va funcionando, es generosa en vistoso gore y, en definitiva, resulta que se disfruta a la perfección. Puede llegar a ser irritante en ciertos momentos, pero entiendan ustedes también que yo ya soy un señor mayor amargado y lleno de manías. Como sea, lo cierto es que “Al morir la matinée” me gustó.
Por supuesto, no faltan los colores saturados, los neones centelleantes y todos los componentes efectistas y capciosos de una película de estas características —y, creo, que ambientada en los 90—, pero a eso ya estamos más que acostumbrados a estas alturas.
Por otro lado, me queda la sensación de que la película que están viendo los espectadores de ese cine en el que transcurre la historia, es mejor que la que estamos viendo nosotros. En contra de lo que pudiera parecer, se trata de un título existente, “Frankenstein: Day of the beast” de 2011, dirigida por Ricardo Islas, veterano "cineasta" responsable de una película uruguaya de culto filmada en Hi-8 titulada “Plenilunio”, perteneciente a la generación anterior de directores de fantástico en Uruguay, y que además interpreta aquí al asesino encapuchado que hace virguerías con uno de sus ojos.
A Islas ya lo tenía yo fichado hace más de 10 años en un primer acercamiento al cine fantastico-amateur uruguayo, a Contenti también. Que curioso comprobar, en este segundo acercamiento a lo uruguayo tiempo después, que los responsables de esta nueva película que he tenido a bien ver, son los mismos de aquella primera vez.
Por otro lado, el cine donde transcurre la película es real, el llamado Cinemateca 18, que por lo visto llevaba cerrado la tira de años cuando rodaron y no tiene visos de ser reabierto ni nada por el estilo, cosa que en fondo me la suda porque no he estado en Uruguay en mi vida y dudo que lo haga, pero, como sea, es un cine enorme y bonito.
En definitiva, a “Al morir la matinée” se le puede echar un ojillo tranquilamente.
Y los millenials lo fliparán en colorines.