Cualquiera que viviese a fondo el auge de los vídeo-clubs reconocerá la impactante caratula de este rutinario "slasher" producido en el año que más convenía, 1982. Estaba en todas las estanterías y aunque parecía plato irresistible para los aficionados al cine de terror, tardé mucho en alquilarla porque algo me decía que sería un churro. Mi instinto no me engañaba. Sin embargo, vista hoy, añadiendo nostalgia a la ecuación, la cosa no parece tan grave.
Un grupo de peña se reúne en una isla porque van a hacer una película "positiva y con un mensaje valioso para la juventud de hoy". Sin embargo, a penas tienen tiempo de ensayar que comienzan a caer bajo la ira de un enigmático asesino. Las muertes son bastante chorras: A uno lo tiran dentro de una piscina con el agua hirviendo (¿?). A otra le cuelan ácido en la ducha. Lo que no se entiende es por qué le cuesta tanto atravesar la cortina para escapar de tan cruenta muerte. Y finalmente disponemos del crimen más gráfico de todos mediante sierra mecánica. No es que sea la repolla, pero comparado al nivel general, llama la atención.
Entre los integrantes del equipo hay dos pseudo-punk rockers. Y de hecho, cada vez que el asesino sale de caza enciende un radio-casete de bolsillo y deja sonar una animada tonadilla punkera titulada "Face to Face" según las capacidades de "Factor Four". Cuando la escuchas en los créditos del principio dices "Mola!". Pero tras tragártela tropecientas veces más a lo largo del metraje casi acabas odiándola.
Del personal implicado únicamente reconozco a Steven Tash, que has visto electrocutado por Bill Murray en "Los Cazafantasmas" o hecho puré gracias a "Christine".
"Sentenciados" dispone de dos títulos en v.o., "Island of Blood" y "Whodunit?". Este último es muy gracioso pero poco fiel a la realidad si comparamos el tipo de películas adscritas a la etiqueta, mucho más atmosféricas, inquietantes, sofisticadas, con personajes bien definidos y algún tipo de herencia o venganza familiar, con la super-rutina inimaginativa y desganada del film reseñado, muy acorde al "slasher" puro. Cierto que los motivos del villano tienen su gracejo, pero tampoco demasiado.
Dirige la función un tal Bill Naud, con una filmografía escueta y un título muy curioso a modo de testamento: "Ricky 1 ¡Qué duro es ganar!", donde se parodian las películas del púgil cinematográfico más querido por todos.
martes, 26 de febrero de 2019
lunes, 25 de febrero de 2019
ROJO SANGRE, 10 AÑOS DE PURO GÉNERO
El BARS (Buenos Aires Rojo Sangre) es el festival de cine
fantástico más importante de latino América, lo que no significa que sea un
festival de alto copete si no, más bien, todo lo contrario. Si hubiera que
buscarle un equivalente patrio, este sería la maratón de Cotxeres de Sants en
Barcelona.
Allí se reúnen cada año, como pasa en Barcelona, como si de
una secta se tratase, una pequeña legión de fans del cine de género que ven las
películas a concurso entre improperios y vítores a la pantalla, convirtiendo
las proyecciones en una fiesta. Algo que es estupendo.
El BARS también es el lugar de encuentro de todos esos
cineastas, independientes se hacen llamar ellos, amateur es lo que son, que
proyectan allí sus películitas, por lo que el festival al final se convierte en
un lupanar de aficionados donde estos señores se dan palmaditas en la espalda,
desprecian al foráneo y hacen parroquia. Vamos, como las Cotxeras. Por lo tanto
impera en ese ambiente la pasión por encima de la razón, la fantasía y el tener
los pies un poco por encima de sus cabezas, en lugar de en el suelo. Van de
rebeldes, pero al final, y salvo honrosas excepciones (Adrián García Bogliano,
sin ir más lejos, sale de allí) son una panda de chavalitos jugando a hacer
cine. Además de mantener una deuda bastarda con el boom del gore de los 90 (que
se vivió a su vez en España) y del que ellos no se salen, y ser sus películas
una colección de clichés, postmodernismo y, en definitiva, poco menos que “fan
movies”.
Entonces, hace ya 10 años, con motivo del décimo aniversario
del festival, Elian Aguilar, uno de los habituales, le rinde tributo al
festival rodando un documental sobre algunos de los habituales a exhibir allí.
Y todo lo que vemos es papel mojado.
“Rojo Sangre, 10 años a puro género”, ni si quiera se
molesta en mostrarnos el origen, intenciones o dificultades que pueda presentar
un festival de este tipo, sino que se limita a entrevistar a miembros
representativos de su parroquia, que no hablan apenas del festival, en lo que
al final es una pataleta de niños malcriados.
Básicamente, esta panda de descerebrados que son
entrevistados (especialmente irritantes los integrantes de Vídeo Flims) lo que
hacen es echar pestes sobre el cine argentino, sobretodo del de autor, pidiendo
incluso que se les retire las subvenciones del gobierno, sin embargo, pidiendo
apoyo para ellos. Una reivindicación del género que se atreve a decir que todo
el cine argentino está desfasado, y que el bueno, el que tiene inventiva, es el
suyo “independiente” y de terror. O sea, quitadles las subvenciones a ellos,
que aburren a las vacas, y dádnoslas a nosotros que hacemos un cine divertido y
para el pueblo, es lo que parecen querer decir estos invitados. Cosa que me
parecería medio bien de no ser porque en esencia, todo lo que hacen la gente de
Farsa producciones o los de Video Flims y Fomento, con su pose guay y postmoderna —e incluso
agresiva—, por poner dos de los ejemplos más populares, no es más que cine de mentira sin alma ni
inventiva. ¿Reivindicar el cine fantástico argentino e independiente? Me parece
cojonudo, pero ¿Es que en verdad existe siquiera una escena? A mí me parece que
no. Además, de cada 100, uno es medio decente.
Entonces, no se esperen un documental que hable de un
festival consolidado, porque se encontrarán con las declaraciones una panda de
mediocres lloriqueando y condenando el cine que va a las salas de exhibición
comerciales, aunque estas sean de arte y ensayo.
“No les deis subvenciones a ellos, dádnoslos a nosotros que
somos mejores porque hacemos cine de género”, es lo que nos dicen una y otra
vez. Vaya una hipocresía.
En definitiva: yo quería ver el origen e idiosincrasia de
tan popular festival, y acaba el documental y no solo no me entero de que va el
asunto, sino que me encuentro con una gente, el fandom del cine de terror, y
los cineastas amateurs amigos del gore y las tripas y el cachondeo barato, de
los que quiero estar bien lejos.
Y es que, si hay algo que odie más que un fan medio del cine
de terror, es un fan medio del cine de terror que hace películas caseras. Y
esta es la crónica de uno de ellos.
Victor Olid
sábado, 23 de febrero de 2019
SESIÓN DOBLE : ALIEN DEAD + MATANZA
ALIEN DEAD : "The Alien Dead" es el primer largometraje oficial de Fred Olen Ray (si no contamos un mediometraje previo, "The Brain Leeches"). Hoy por hoy, Ray es un afamado (que no reputado) realizador independiente especializado sobre todo en cine fantástico de bajo o muy bajo presupuesto -y en parte mentalidad "exploitation"- que vivió su momento de auge en los años 80, rodando sin descanso películas como "Scalps", "Biohazard / Alien 3", "El misterio de la pirámide", "Los Dreggs", "Del espacio profundo", "Beverly Hills Vamp" o "El poder de las armas" (siendo estas dos últimas de lo más digerible de su catálogo). A finales de los 70 trabajaba en una tele local y se moría de ganas de hacer la película definitiva que le catapultara, así que pilló el equipo de 16 mm de la cadena, se agenció a una vieja ¿estrella? de Hollywood en -mucha- decadencia (Buster Crabbe, quien interpretó a "Flash Gordon" o "Buck Rogers" en viejos seriales) y sin tener ni idea de nada, tal y como él mismo reconocería años después, se puso a hacer "The Alien Dead". El resultado, pues os lo podéis imaginar, muy amateur, muy cutre, muy casero, repleto de carencias técnicas, zombies y víctimas que ríen, etc, etc... en dos palabras: una gozada.
Un meteorito cae sobre una barcaza apoltronada en un lago repleta de jovenzuelos bigotudos que lo pasan pipa. Explota y todos se convierten en zombies sedientos de sangre que atacan a los habitantes de la zona. Un periodista que se llama Tom Corman (y no es casual) investigará el asunto. El film termina tras 74 minutos de delirio y sin un desenlace propiamente dicho. Todo ello, en mayor o menor medida, ambientado sonoramente con country de tercera regional, incluidos momentos de -supuesto- terror como el alucinante ataque de los muertos vivientes a una pareja donde pasamos, sin vergüenza, de un tema más bien tirando a balada a otro totalmente bailongo.
"The Alien Dead" me provoca una extraña sensación de buen rollo difícilmente explicable. Tiene algo especial, por su artesanía, su crudeza, su suciedad, su relativa fealdad y esos colores tan llamativos propios de los 16 mm. Es un modo de hacer cine que ha muerto. Es, en definitiva, una obra HONESTA. Hay muchas otras ahí fuera, pero ninguna como esta.
MATANZA : Llegada la década de los 80, el ya por entonces veterano "exploiter" Andy Milligan aceptó a regañadientes que su público potencial era aquel que compraba la revista "Fangoria" y se pirraba por todo lo que suponía gore y horror. Entendió que a muy pocos les interesaba el lado dramático y sórdido de muchas de sus películas previas, esas que con los años han reivindicado unos cuantos esnobs como si fuesen arte, así que hizo lo lógico: Complacer a la nueva audiencia. ¿Cómo?, rodando una obra en la que dejaba bajo la alfombra sus habituales neuras y traumas cumpliendo como perfecto artesano. Aunque aquí lo de perfecto es relativo. Cuando hablamos de Andy Milligan, lo hacemos de uno de esos directores que probablemente nunca se hubiesen forjado una carrera de no ser por el nacimiento del cine de explotación y el circuito "grindhouse". Y sus películas, rodadas a toda prisa, casi sin presupuesto, y de manera harto cruda, son... lo que son.
"Matanza" narra la historia de una pareja de recién casados que se instala a vivir en una mansión encantada por los espíritus de unos novios que cometieron suicidio entre sus paredes. La cuestión es que, mientras a los protagonistas poco les ocurre, son sus amigos y conocidos los que sufrirán las iras de unas almas errantes encabezonadas en que nadie les arrebate el hogar.
Leído así de primeras suena muy común y corriente. Pero es que hablamos de Andy Milligan, un cineasta que sobrepasa la línea de "malo" o "incapaz" para ser algo distinto y, a su modo, original. Miembro honorífico de una ralea de creadores con un lenguaje totalmente exclusivo, a pesar de los pesares. Nadie hacía películas como Andy Milligan. Y eso lo aceptas o no, pero cierto valor tiene.
"Matanza" está rodada en 16mm en -según tengo entendido- la propia vivienda del director. Básicamente se montó en cámara. Y se nota. Y abundan hasta el agotamiento los diálogos, algunos de ellos en torno a culebrones familiares que poco o nada interesan y aportan. Sin embargo, entre medias surgen destellos de locura maravillosa, especialmente en el momento que los fantasmas aparecen según la técnica de Georges Méliès. Y ya no digamos sus fechorías homicidas. Los efectos especiales son ultra-crudos, totalmente artesanos en el sentido más básico del término, y aún así funcionan. La secuencia en la que a un ladrón le abren el estómago y surgen espaguetis es, desde el momento que la vi siendo impresionable adolescente, un clásico del delirio.
Y delirio define muy bien a "Matanza". Como todas las obras de Andy Milligan, gasta ese tufo anti-natural, acartonado y almidonado que le confiere una atmósfera rarísima, sórdida e incómoda. Hasta inquietante. Y eso, aunque se trate de algo accidental, es todo un mérito.
Desde luego no es una película para el gusto de todos. Probablemente ni para el de unos pocos. Pero si conectas con ella puedes encontrarle una extraña y esquiva belleza que no te dejará indiferente.
Un meteorito cae sobre una barcaza apoltronada en un lago repleta de jovenzuelos bigotudos que lo pasan pipa. Explota y todos se convierten en zombies sedientos de sangre que atacan a los habitantes de la zona. Un periodista que se llama Tom Corman (y no es casual) investigará el asunto. El film termina tras 74 minutos de delirio y sin un desenlace propiamente dicho. Todo ello, en mayor o menor medida, ambientado sonoramente con country de tercera regional, incluidos momentos de -supuesto- terror como el alucinante ataque de los muertos vivientes a una pareja donde pasamos, sin vergüenza, de un tema más bien tirando a balada a otro totalmente bailongo.
"The Alien Dead" me provoca una extraña sensación de buen rollo difícilmente explicable. Tiene algo especial, por su artesanía, su crudeza, su suciedad, su relativa fealdad y esos colores tan llamativos propios de los 16 mm. Es un modo de hacer cine que ha muerto. Es, en definitiva, una obra HONESTA. Hay muchas otras ahí fuera, pero ninguna como esta.
MATANZA : Llegada la década de los 80, el ya por entonces veterano "exploiter" Andy Milligan aceptó a regañadientes que su público potencial era aquel que compraba la revista "Fangoria" y se pirraba por todo lo que suponía gore y horror. Entendió que a muy pocos les interesaba el lado dramático y sórdido de muchas de sus películas previas, esas que con los años han reivindicado unos cuantos esnobs como si fuesen arte, así que hizo lo lógico: Complacer a la nueva audiencia. ¿Cómo?, rodando una obra en la que dejaba bajo la alfombra sus habituales neuras y traumas cumpliendo como perfecto artesano. Aunque aquí lo de perfecto es relativo. Cuando hablamos de Andy Milligan, lo hacemos de uno de esos directores que probablemente nunca se hubiesen forjado una carrera de no ser por el nacimiento del cine de explotación y el circuito "grindhouse". Y sus películas, rodadas a toda prisa, casi sin presupuesto, y de manera harto cruda, son... lo que son.
"Matanza" narra la historia de una pareja de recién casados que se instala a vivir en una mansión encantada por los espíritus de unos novios que cometieron suicidio entre sus paredes. La cuestión es que, mientras a los protagonistas poco les ocurre, son sus amigos y conocidos los que sufrirán las iras de unas almas errantes encabezonadas en que nadie les arrebate el hogar.
Leído así de primeras suena muy común y corriente. Pero es que hablamos de Andy Milligan, un cineasta que sobrepasa la línea de "malo" o "incapaz" para ser algo distinto y, a su modo, original. Miembro honorífico de una ralea de creadores con un lenguaje totalmente exclusivo, a pesar de los pesares. Nadie hacía películas como Andy Milligan. Y eso lo aceptas o no, pero cierto valor tiene.
"Matanza" está rodada en 16mm en -según tengo entendido- la propia vivienda del director. Básicamente se montó en cámara. Y se nota. Y abundan hasta el agotamiento los diálogos, algunos de ellos en torno a culebrones familiares que poco o nada interesan y aportan. Sin embargo, entre medias surgen destellos de locura maravillosa, especialmente en el momento que los fantasmas aparecen según la técnica de Georges Méliès. Y ya no digamos sus fechorías homicidas. Los efectos especiales son ultra-crudos, totalmente artesanos en el sentido más básico del término, y aún así funcionan. La secuencia en la que a un ladrón le abren el estómago y surgen espaguetis es, desde el momento que la vi siendo impresionable adolescente, un clásico del delirio.
Y delirio define muy bien a "Matanza". Como todas las obras de Andy Milligan, gasta ese tufo anti-natural, acartonado y almidonado que le confiere una atmósfera rarísima, sórdida e incómoda. Hasta inquietante. Y eso, aunque se trate de algo accidental, es todo un mérito.
Desde luego no es una película para el gusto de todos. Probablemente ni para el de unos pocos. Pero si conectas con ella puedes encontrarle una extraña y esquiva belleza que no te dejará indiferente.
Naxo Fiol
viernes, 22 de febrero de 2019
LOS TELEÑECOS CONQUISTAN MANHATTAN
Los Teleñecos, que en los USA son toda una institución desde
hace casi 50 años, con unos shows televisivos de fama mundial que, incluso,
tuvieron su momento de gloria en España en su
versión setentera a finales de la citada década (también se emitió en Canal
+ la estupenda “Muppets Tonight” de los 90, probablemente, la mejor serie de
Los Teleñecos), y de los que me declaro fan desde la más tierna niñez, no
tienen, sin embargo, una filmografía para cine demasiado competente. Es más
bien irregular. De hecho en nuestro país, en el momento de mayor popularidad de
las creaciones de Jim Henson, se estrena la primera aventura fílmica de The
Muppets, “La película de los teleñecos” y se estrella en taquilla yendo a verla
apenas 33.000 espectadores del año 78, justo en el momento de mayor auge
televisivo en España, de los populares muñecajos. Es por ese motivo que durante
la década de los 80, no llegaran a nuestro país las películas posteriores, esto
es “El gran golpe de los Teleñecos” o la que nos ocupa, “Los Teleñecos
conquistan Manhattan”, hasta que, gracias a los pases televisivos, podemos
verlas por primera vez en vídeo en nuestro país. Luego en los 90, si que se estrenaron las películas de
estos entrañables muñecos con relativo éxito, siendo “Los Teleñecos en la isla
del Tesoro” un bombazo que casi llega a los 800.000 espectadores. Pero de esta
década, a pesar del éxito, no podemos decir que sean las mejores películas de
esta factoría, ya que, paradójicamente, las mejores son las que no llegaron a
estrenarse aquí. Probablemente, “Los Teleñecos conquistan Manhattan”, sea la
mejor película de Los Teleñecos.
Quizás el entrañable resultado final de esta cinta, —en la
que, tras unos buenos resultados en la universidad, Gustavo y su troupe se
lanzan a la aventura en Nueva York con el fin de estrenar un musical en
Broadway, y se las tendrán que ver con los peligros de la gran ciudad y los
desplantes de los productores teatrales—, se deba al solvente director que hay tras la cámara,
Frank Oz, currante del “El Show de Los Teleñecos” desde los inicios y hasta
finales de los 90 y que hacía las voces de varios de los muñecos, siendo las de
Miss Peggy y Animal las más populares.
Jim Henson en ese punto de su carrera, desbordado de curro,
decide que es hora de delegar en alguno de sus colaboradores, y quién mejor
para abordar el rodaje de una nueva película de Los Teleñecos que Frank Oz, tan
conocedor de la idiosincrasia de The Muppets, que hasta rechazó un guion previo
por ser demasiado extravagante, para dar forma a un musical clásico con una
estructura que, incluso, peca de rancia, pero que funciona a las mil
perfecciones combinada con el universo de los Teleñecos. Los Teleñecos han de
ser rancios aspirantes a estrellas de Broadway, punto. Y la cosa acaba siendo
entretenida de pelotas, amén de poder ver en su salsa a Los Teleñecos, que sería
siempre el máximo aliciente, interactuando con actores de carne y hueso por las
calles de Manhattan. De hecho, popular es la anécdota en la que, al estar Jim
Henson manejando a Gustavo en Central Park, estando este escondido y la
marioneta a la vista, un niño se acercó a hablar con la rana y Henson no pudo
hacer otra cosa que interactuar con el chico, por lo que, al rato, ya tenía por
allí un grupo de muchachos con los que interactuó, retrasando así el plano que
tocaba rodar en el parque.
Como era de recibo en un film de The Muppets, en esta debía
haber un montón de cameos, pero la gran mayoría de estos (a excepción de los de
Lizza Mineli o James Coco) se cayeron por el camino por culpa de Dustin
Hoffman, más conocido en Hollywood por aquellos años como “El narizotas”o “El
despojo”. En realidad el mote que debería haber tenido es “El pelota”, porque
lo que ocurrió es, que en la película debía interpretar a un productor que
claramente era una parodia de Robert Evans (no se me ocurre mejor personajillo
para parodiar que este), y Hoffman se bajó del carro porque decía que parecería
que se mofaría de él y que no quería faltarle el respeto (no le convenía,
porque por aquél entonces, Evans, daba mucho trabajo en Hollywood). Esa
actitud, propició que el resto de cameos también se echaran para atrás, por lo
que algunos apalabrados como Richard
Pryor, Lily Tomlin, Steve Martin e incluso Michael Jackson, finalmente ni
asomen el hocico por la pantalla. Y la verdad es que, quizás, sea mejor para el
film la supresión de tanto cameo.
Por otro lado, esta película es recordada porque introduce
en el universo “Teleñequil”, por primera vez, a lo que luego serían Los
Pequeñecos, es decir, los miembros clásicos de The Muppets siendo bebés y
desarrollando su campo de acción en una guardería. Hay una escena en la que
Peggy sueña que regresa a la infancia, y de esa secuencia, al año siguiente la
factoría Hensom se sacaría de la manga una serie de dibujos animados, es decir,
“Los Pequeñecos”, que se tiraría en antena casi ocho años, siendo uno de los
grandes éxitos de Jim Henson en los 80.
Al margen de esto, la película, divertida a rabiar, rodada
estupendamente y para toda la familia, es de lo más recomendable, sobre todo,
para los degustadores de lo poco que hay disponible en nuestro país de “Los
Teleñecos”. La cinta más memorable de las muchas que protagonizaron y que han
ido (e irán) apareciendo por aquí reseñadas.
Victor Olid
lunes, 18 de febrero de 2019
EN CARNE VIVA, MI VIAJE CON EL WU-TANG CLAN
Un poco para poner en antecedentes a los posibles lectores
que no sepan nada del tema: Wu-Tang Clan es un grupo de música rap surgido en
los primeros 90 y cuya irrupción en la escena supuso un revulsivo para un
género musical que se encontraba encorsetado entre los ritmos gangster de la
costa oeste y el rap clásico de la costa este. Wu-Tang Clan surgía directo
desde las calles con un estilo machacón, agresivo y muy callejero, acompañado
de ingeniosas rimas y un gran estilo que en aquél 1993 de su primera aparición
los situaba muy por encima de la media del resto de grupos de rap del momento.
Se trataba de nueve individuos mal encarados que aparecían en escena todos
juntos en actitud amenazante. Se convirtieron en algo así como los Rolling
Stones del rap (a pesar de que, como conjunto, solo tienen un disco
verdaderamente bueno, el resto, mejores o peores, no le llegan a aquél, que es
el de debut, a la suela del zapato, aunque muchos puristas del género, que
suelen ser por norma general analfabetos, puede que me rebatan esto que digo).
Bien, pues 25 años después de su primera aparición, a U-God,
unos de los miembros menos destacados, que más inadvertido pasaba dentro de
Wu-Tang (por no decir el peor), no se le ocurre otra cosa que publicar sus
memorias utilizando como reclamo su pertenencia al ya legendario grupo. No
sería el primero de la banda que publica sus memorias, de hecho en 2010, The
RZA ya lo haría con “The Thao of Wu”, pero sí sería el primer libro de esta
troupe que aparece publicado en castellano.
Partiendo de la base de que se trata de la historia de un
individuo que pertenece a un grupo musical mítico, uno se hace a la idea, antes
de leerlo, que el individuo contará un poco de donde viene, la mala vida que
llevó en las calles y que, pronto se centrará en lo que es la creación del
grupo del que es miembro fundador, y que el libro se desarrollará alrededor del
auge y caida de Wu-Tang Clan. Pero no. Este libro titulado “En carne viva, mi
viaje con el Wu- Tang Clan”, no hace justo honor a su título y a lo mejor
hubiera sido mucho más honesto titularlo “Memorias de un camello” o algo por el
estilo, porque de eso es de lo que va el libro. Tan solo algo más del último
tercio se lo dedica a los pormenores y pormayores de Wu-Tang Clan.
Toda la primera parte del libro, que al final peca de
reiterativa, se centra en los años que U-God se ganó la vida como camello en
los suburbios de State Island, parte esta que, obviamente es esencial en lo que
es su posterior desarrollo como artista pero que, de contarnos una y otra vez
las mismas “hazañas” y los mismos movimientos, por momentos parece que la
historia no avance, e incluso mientras leemos parece que en realidad nunca va a
hablar de Wu-Tang Clan. En realidad ese momento si que llega, pero nunca en
profundidad, y tan solo en un tour de force en el tercio final, y da la
sensación de que lo hace porque no le queda más remedio que hacerlo. Y
sinceramente, a mí la vida de un camello de los suburbios de Nueva York, no es
que no me interese, pero no tanto como “El viaje con el Wu-Tang Clan” que el
título promete.
En resumidas cuentas, se trata de un libro de memorias un
tanto regular, con pasajes intensos, otros aburridos, otros que no nos hacen
llegar a ninguna parte, y mucho darse importancia, siendo U-God, en realidad,
un rapero mediocre en un grupo que tiene cierta importancia dentro de la escena
Hip-Hop, pero que en realidad no sacan un disco decente desde hace 20 años.
Quizás por eso, U-God tiene que tirar de memorias.
Para los amantes del cotilleo, decir que U-God, no se corta
a la hora de decir lo que piensa en torno a su situación dentro de Wu-Tang, o
de hablar mal de RZA o cualquier otro, pese a que antes y después de
despellejarles, pase a llamarles hermanos.
Con todo, y a pesar de que U-God nunca acaba de caer bien, o
de los momentos muertos del libro, que son unos cuantos, se lee bien.
Por supuesto, mencionar el excelente trabajo de traducción
que realiza Milo J. Krmpotic.
Victor Olid
sábado, 16 de febrero de 2019
SESIÓN DOBLE : AMITYVILLE 2, LA POSESIÓN + TODAVÍA ESTAMOS AQUÍ
AMITYVILLE 2, LA POSESIÓN : Hay que afrontarlo: "Terror en Amityville", la película que todo lo inauguró, es aburrida. Y ha envejecido mal. Para mí la mejor de toda la -larguísima- franquicia (legal o no) es su segunda entrega que, curiosamente, se trata de una precuela en la que se narran los hechos acontecidos en el famoso caserón encantado y que desencadenaron todo lo chungo que vino después, de cómo el hijo mayor de la familia se volvió tarumba mal aconsejado por espíritus malignos y los mató a todos con un rifle.
Así pues, durante buena parte del metraje lo que vemos es un culebrón sobre las movidas que se desarrollan entre los integrantes del clan. Si ya no se llevan demasiado bien de por sí, en especial gracias a ese padre bruto y gruñón (interpretado por el entrañable Burt Young), todo empeora a partir de que se instalan en la casa. Más cuando un cura hace acto de presencia. Y muchísimo más cuando el hijo es poseído en una secuencia indudablemente inspirada -o copiada- de los delirios de Bruce Campbell/"Ash" en la parte final de "Posesión Infernal" (VER).
Si algo hace destacar a "Amityville 2" sobre el resto de sus hermanas es la mala folla que destila el guión de, nada menos, Tommy Lee Wallace -según el libro homónimo-, alumno de Carpenter y, entonces, futuro director de "Halloween 3", "Noche de miedo 2" o el televisivo "It". Dejando a un lado la atmósfera incómoda y hasta desagradable, y las intensas secuencias de explosiva violencia durante las broncas familiares, tenemos el perverso momento en que el hijo poseído seduce y se tira a su hermana menor (la encantadora Diane Franklin). Decir que el material era mucho más extenso y "gráfico", pero fue recortado por sus responsables conscientes de lo incómodo que resultaba, lo mismo que cierta secuencia en la que el padre violaba analmente a la madre.
Tal vez sea después de la masacre familiar, y con el sobreactuado cura enfrentándose al poseído en un notable estallido de efectos de maquillaje, cuando la película se torna menos interesante. Aún así no pierde ese áurea enfermiza que la caracteriza y, opino, ha contribuido a que se conserve tan bien a pesar del paso de los años.
Manda Damiano Damiani, el típico director con aspiraciones "autoriles" que se fue a los USA a triunfar y acabó convertido, por esta ocasión, en artesano competente.
TODAVÍA ESTAMOS AQUÍ : Estamos ante una de las pocas películas modernas de horror por las que siento genuino aprecio. Contribuyen a ello, y no poco, la estupenda caratula y la no menos estupenda funda roja del blu-ray. Parece que no, pero esos detallitos aportan.
Una pareja veterana y torturada por la reciente muerte de su hijo, se instala en un bonito pero tétrico caserón en medio del monte nevado. No tardarán demasiado en sentir una presencia... o dos. ¿Es el hijo fallecido u otra cosa?. Con la visita de una segunda pareja de místicos/parapsicólogos, todo comenzará a desmadrarse y saldrá a la luz un oscuro secreto oculto.
Lo que sorprende de "Todavía estamos aquí" es su arranque reposado y hasta fotográficamente bonito (un poco en la línea del primer Ti West) que contrasta con la salpicante explosión de truculencia final en la que las paredes de la casa quedan teñidas de rojo. Tanto una parte como la otra están perfectamente amuebladas y funcionan en lo suyo, por separado y en comunión. Es directa, concisa, no se va por derroteros ni satura. Empatizas con los personajes y el diseño de los fantasmas es excelente y original (en parte cortesía de Marcus Koch, interesante hombre de efectos especiales con una carrera paralela como director ultra-indie/semi-underground).
Destacar muy mucho la presencia de Barbara "Re-Animator" Crampton, del carismático Larry Fessenden y Lisa "ex musa de Tim Burton" Marie.
Ted Geoghegan, guionista y director, oculta un curioso pero perfectamente ignorable pasado ligado a producciones ultra-gore alemanas.
"Todavía estamos aquí" es, en su sencillez y honestidad (el propio director comenta sin cortarse que roba el argumento del "Aquella casa al lado del cementerio" de Fulci, a lo que yo añado "Sí, pero no"), una pequeña película estupenda y altamente recomendable para aquellos que busquen esa cosa cada día más esquiva que es el buen cine de terror.
Así pues, durante buena parte del metraje lo que vemos es un culebrón sobre las movidas que se desarrollan entre los integrantes del clan. Si ya no se llevan demasiado bien de por sí, en especial gracias a ese padre bruto y gruñón (interpretado por el entrañable Burt Young), todo empeora a partir de que se instalan en la casa. Más cuando un cura hace acto de presencia. Y muchísimo más cuando el hijo es poseído en una secuencia indudablemente inspirada -o copiada- de los delirios de Bruce Campbell/"Ash" en la parte final de "Posesión Infernal" (VER).
Si algo hace destacar a "Amityville 2" sobre el resto de sus hermanas es la mala folla que destila el guión de, nada menos, Tommy Lee Wallace -según el libro homónimo-, alumno de Carpenter y, entonces, futuro director de "Halloween 3", "Noche de miedo 2" o el televisivo "It". Dejando a un lado la atmósfera incómoda y hasta desagradable, y las intensas secuencias de explosiva violencia durante las broncas familiares, tenemos el perverso momento en que el hijo poseído seduce y se tira a su hermana menor (la encantadora Diane Franklin). Decir que el material era mucho más extenso y "gráfico", pero fue recortado por sus responsables conscientes de lo incómodo que resultaba, lo mismo que cierta secuencia en la que el padre violaba analmente a la madre.
Tal vez sea después de la masacre familiar, y con el sobreactuado cura enfrentándose al poseído en un notable estallido de efectos de maquillaje, cuando la película se torna menos interesante. Aún así no pierde ese áurea enfermiza que la caracteriza y, opino, ha contribuido a que se conserve tan bien a pesar del paso de los años.
Manda Damiano Damiani, el típico director con aspiraciones "autoriles" que se fue a los USA a triunfar y acabó convertido, por esta ocasión, en artesano competente.
TODAVÍA ESTAMOS AQUÍ : Estamos ante una de las pocas películas modernas de horror por las que siento genuino aprecio. Contribuyen a ello, y no poco, la estupenda caratula y la no menos estupenda funda roja del blu-ray. Parece que no, pero esos detallitos aportan.
Una pareja veterana y torturada por la reciente muerte de su hijo, se instala en un bonito pero tétrico caserón en medio del monte nevado. No tardarán demasiado en sentir una presencia... o dos. ¿Es el hijo fallecido u otra cosa?. Con la visita de una segunda pareja de místicos/parapsicólogos, todo comenzará a desmadrarse y saldrá a la luz un oscuro secreto oculto.
Lo que sorprende de "Todavía estamos aquí" es su arranque reposado y hasta fotográficamente bonito (un poco en la línea del primer Ti West) que contrasta con la salpicante explosión de truculencia final en la que las paredes de la casa quedan teñidas de rojo. Tanto una parte como la otra están perfectamente amuebladas y funcionan en lo suyo, por separado y en comunión. Es directa, concisa, no se va por derroteros ni satura. Empatizas con los personajes y el diseño de los fantasmas es excelente y original (en parte cortesía de Marcus Koch, interesante hombre de efectos especiales con una carrera paralela como director ultra-indie/semi-underground).
Destacar muy mucho la presencia de Barbara "Re-Animator" Crampton, del carismático Larry Fessenden y Lisa "ex musa de Tim Burton" Marie.
Ted Geoghegan, guionista y director, oculta un curioso pero perfectamente ignorable pasado ligado a producciones ultra-gore alemanas.
"Todavía estamos aquí" es, en su sencillez y honestidad (el propio director comenta sin cortarse que roba el argumento del "Aquella casa al lado del cementerio" de Fulci, a lo que yo añado "Sí, pero no"), una pequeña película estupenda y altamente recomendable para aquellos que busquen esa cosa cada día más esquiva que es el buen cine de terror.
Naxo Fiol
viernes, 15 de febrero de 2019
CHICOS CATÓLICOS, APOSTÓLICOS Y ROMANOS
Hubo hace unos años, en Buenos Aires, un fenómeno teatral en
el que un grupo de actores adultos interpretaban a un grupo de niños de colegio
católico que se cuestionaban que era, o no, pecado y, en su afán por esquivar
el pecado, acababan cometiendolos todos antes de recibir la comunión. Esta obra
se tituló “Chicos católicos, apostólicos y romanos” y, gracias a las hordas de
jovencitos que asistían al teatro a verla y a sus comentarios en las redes
sociales, la obra se viralizó y el boca a boca hizo el resto. Con la tontería
la obra se convirtió en un éxito rotundo que se tiró más de siete temporadas en
cartel y que se representaba en las regiones más recónditas de argentina,
recurriendo en esas ocasiones a actores locales.
Lógicamente, el paso natural a un éxito de esas características, era el salto al cine, por lo
que el principal ideólogo del invento, Juan Paya, decide usar el título de su
obra como reclamo y ofrecer una película que no tiene absolutamente nada que
ver con lo que se había visto en el teatro. Así, usando el elenco principal que
también tenía la obra, sitúa la acción 20 años después de lo que aconteció
originalmente en esta, y tenemos a sus protagonistas, ya adultos, enfrentándose
al demonio en consecuencia de la que liaron en su adolescencia, que en una
sesión de espiritismo dejaron escapar a Jesucristo que poseyó el cuerpo del tío
de uno de ellos, y el demonio ulula a sus anchas dentro del cuerpo de una mujer
(¿???).
Un completo desbarajuste que no hay por donde cogerlo, ni
soy capaz de verle gracia alguna.
La película entera es una competición entre los actores
Nicolás Maiqués y Darío Barassi, a ver cual de los dos, interpretando a un
homosexual y a un obeso respectivamente,
es más histriónico. La cosa se torna, y por mucho que yo les diga no se pueden
hacer una idea, insoportable. Una hora y veinte de metraje que he aguantado
estoicamente a fuerza de resoplar.
Sin embargo, al igual que buscando info en internet sobre la
obra me encuentro con mogollón de
material que hace referencia a su
éxito masivo, apenas si encuentro un par de reseñas sin enjundia sobre
la película, por lo que todo apunta a
que, el film, en contraposición a la obra de teatro, no ha debido funcionar
al mismo nivel en lo que a taquilla se refiere.
De todas formas, quizás sea porque el humor es muy
localista, pero la verdad es que me ha parecido una de las películas más espantosas
que me he visto ultimamente. Con las tragaderas que yo tengo…
El actor que hace de mariquita loca, Maiqués, de gran
reputación en Argentina, sencillamente es para matarlo. Menudo recital de
berridos nos brinda…
Horrorosa.
Victor Olid
lunes, 11 de febrero de 2019
EL REY DE LA CIUDAD
“El Rey de la ciudad” es una estupenda serie B, una “Disco
Movie” de acción consecuencia directa de “El último Dragón”, que con un elenco
de campanillas, una banda sonora new wave totalmente ochentera y un guion de lo
más flojo, pero con los diálogos más cojonudos y macarras que se puedan llegar
a escuchar en una cinta de estas características, al final se convierte en un
entretenimiento fuera de todo precedente.
Y es que, aunque a mitad de película el argumento ya está
contado y casi finiquitado, y la película no sabe por donde tirar dedicándose a
mostrarnos numeritos musicales de lo más pizpiretos, “El Rey de la ciudad” es
tan rematadamente entretenida que pasamos por alto todas sus carencias, que son
muchas, porque en verdad da lo mismo.
Cuenta la historia de Cal, un motorista profesional de
motocross, que tras destrozar su moto en la última competición, decide dejar a
su novia e irse, así, por las buenas, a Hollywood para, según sus palabras, ver
si alguien le descubre. Una vez en Hollywood, comienza a trabajar en una
discoteca como aparcacoches. Sus actos macarras para con los patosos que se
plantan en la puerta y que llegan allí esnifando cocaína, con ganas de meterse
cualquier mierda en el cuerpo, y con ganas de gresca, le sirven para que el dueño del garito, un tal
Hector, le tome aprecio y le ofrezca un puesto de machaca en la discoteca,
dadas sus habilidades. Cal, se hace fuerte ahí, expulsando, a ritmo de
discoteca, a camellos y delincuentes del recinto en el que trabaja. Pronto,
unos mafiosos acabarán con la vida de su compañero de trabajo, Tank, y de su
jefe, por lo que, armado con unos nunchaku fosforescentes, Cal emprenderá su
particular venganza contra la mafia,
ente numerito y numerito musical.
Cutre, estúpida y chabacana — se celebra un funeral en una
pista de baile…—, su principal atractivo reside en el reparto, donde tenemos a
un carismático Tony Curtis en plena decadencia que interpreta al dueño de la
discoteca, que se come él solo la película, puesto que la experiencia y el
papel que le toca desempeñar, propicia
que de gusto verlo. Sin duda, sus frases, sus sentencias y el como manda a
tomar por el culo a la mafia, justifica el visionado de la cinta, máxime cuando
es sabido que gran parte de sus diálogos en esta película son improvisados. También
tenemos a un jovencísimo Michael Parks como el jefe de seguridad de la
discoteca, un matón que suelta soflamas en contra de los cocainómanos y drogadictos
que pululan por el local, mientras que él luego se meterá rayas sin atisbo de
culpa alguno, y que comienza una carrera en el cine dónde ya se le veía apuntar
maneras con respecto a lo que haría después. Tenemos, también decadente, a Dee
Wallace, quién no encontró muchos papeles destacables después de “E.T. El
Extraterrestre” y se conforma con otros más modestos como el que nos ofrece en
esta película, interpretando a la novia del dueño de la discoteca, que en boca
del propio Curtis “Cuando está borracha se descontrola y se comporta como una
zorra, pero cuando está sobria, es serena, encantadora y más zorra
todavía”. A todo eso, hay que añadirle
que ella, que se gana la vida bailoteando en la discoteca de su novio, se
lamenta de que “es verdaderamente duro estar todos los días con resaca y
acostarse cuando sale el sol”. Y finalmente, protagonizando todo el tinglao,
manejando fatal los nunchaku y dando patadas a diestro y siniestro, tenemos a
Tom Parsekian, espantoso actor que venía de hacer la “Sex Comedy” “Hot Resort”
y que ya no volvería a hacer ningún trabajo para el cine. Parkesian consiguió
algo tan impensable como arrebatarle el papel, en el casting, a un emergente y
prometedor Charlie Sheen que también optaba a él.
Curiosamente, la película que es un alegato en contra de las
mafias que llevan los garitos nocturnos, es consecuencia asimismo de
movimientos fraudulentos y mafiosos por parte de uno de los productores: Guy
Collins (quien muchísimos años después sería uno de los productores de la cinta
de animación española “Planeta 51”), quien produjo la película, gastó en ella todo el dinero que
le dio la gana y luego, una vez acabada, no pagó ni un céntimo a varios
miembros de los apartados técnicos y artísticos, incluido el director Norman
Thaddeus Vane. Este, harto de intentar
cobrar sus emonumentos sin conseguirlo, se plantó un buen día en el laboratorio
de revelado y con dos cojones robó el negativo de la película y lo retuvo, sin
que esta pudiera montarse y posteriormente estrenarse, hasta que el productor se
dignó en pagarle su dinero.
La película estuvo editada en su momento en nuestro país por
parte de la entrañable Vestron vídeo, así que supongo que, finalmente, Collins
pagaría a Thaddeus Vane.
Por su parte el director, tras “El Rey de la ciudad”,
titulada en los USA “Club Life”, rodaría un par de títulos intrascendentes, no
siendo, a día de hoy, un director recordado por nada de lo que haya hecho. Como
fuere, “El Rey de la ciudad”, es una entrañable basurilla ochentera, muy
disfrutable, muy marciana, y llena de neón por todas partes.
Victor Olid
sábado, 9 de febrero de 2019
SESIÓN DOBLE : LEATHERFACE + PESADILLAS
LEATHERFACE : Alexandre Bustillo y Julien Maury alcanzaron cierto renombre tras su más que potente primera película, "Al Interior". Pero ya saben lo que pasa cuando despegas tan arriba, que lo que viene después, por norma general, es todo caída libre. Y, también por norma general, rara vez se consigue igualar ese iniciático gran momento. Le ha pasado a Mario Bava, a Sam Raimi, a Stuart Gordon y a unos cuantos más. Bien, añadan a la pareja de gabachos en esta lista, porque sus siguientes aportaciones no solo no molaban tanto, es que resultaban bastante decepcionantes. Y mucho me temo que este "Leatherface" es, en ese sentido, una más.
Tras casi lograr reconducir las riendas de la franquicia "Hellraiser", Bustillo y Maury dan por fin su ansiado paso al cine Hollywoodiense con esta pre-cuela de la secuela del remake de "La matanza de Texas". ¿La adolescencia de "Cara de cuero"?, ¿y a quién demonios le importa?, ¿no han pensado que haciendo algo así se cepillan por completo la gracia del personaje?. La idea daba grima y, por desgracia, una vez vista puedo afirmar aquello de "¡cuánta razón tenía!".
"Leatherface" narra una especie de historia a lo "Bonnie and Clyde" con una panda de criminales jovenzuelos sembrando el terror en la norteamérica profunda. Uno de ellos, el que menos te esperas, y al que menos le pega, acabará convertido en "Leatherface". Asistir al proceso se supone que es parte de la coña. Y está contado de la manera más anodina. No hay suspense, no hay miedo, no hay inquietud. Bien rebañado en ese gore limpio y bonito tan típicamente mainstream y que era, por triste que suene, lo que justificaba la elección de sus directores. Al final, ni es todo lo truculenta que la pintan (de hecho, hay una escena de necrofilia tan desesperadamente transgresora que termina resultando incluso ridícula) ni consiguen que los devotos del género quedemos cegados ante las ingentes cantidades de líquido rojo. No nos vendemos tan fácilmente, amigos (tampoco deja de resultar irónico recordar que el film padre, el original de Tobe Hooper, lograba ser efectivo sin mostrar prácticamente ni una gota de sangre).
Mala y muy prescindible. "Leatherface" confirma lo poco recomendable que es seguir manoseando y mancillando a los clásicos modernos del cine fantástico. Que los dejen en paz de una puñetera vez. Únicamente logran empañar los curriculums de los grandes títulos (de terror o no) que pusieron color a nuestras adolescencias.
PESADILLAS : Originalmente concebida como serie de televisión, pero finalmente trasladada a la gran pantalla al considerarse "demasiado intensa", "Pesadillas" es una de aquellas películas que si no veías en los estantes de todos los video-clubs a los que acudías, es que no eran buenos video-clubs. Se trata de una antología compuesta por cuatro historias, sin ningún nexo de unión salvo pertenecer todas ellas al género que más nos gusta. La primera narra las desventuras de una mujer que sale de noche a por tabaco justo cuando un asesino muy peligroso ha escapado del sanatorio. La verdad es que es bastante sosita y el suspense no abunda tanto como se pretende, pero ni ofende ni molesta. En un momento dado me pareció ver en un papel muy fugaz, pero determinante, a Lee Ving, cantante del famoso grupo punk-pose "Fear" y actor ocasional. Intentaba aún discernir al respecto cuando comienza la segunda historia y, ¿qué es lo que se oye en la banda sonora?, ¡una canción de "Fear"!. ¿Casualidad?, pues no, porque efectivamente Ving era el tipo al que creía haber visto escasos minutos antes.
Dicha canción da inicio a la mejor historia del pack. En ella, un punkito aficionado a las máquinas recreativas, y que es todo un experto en lo suyo, vive obsesionado con superar el último nivel de un juego. Ello le llevará a colarse una noche en el salón donde está la máquina y conseguirlo... lo que no se espera son las temibles consecuencias. Este capítulo, además del halo nostálgico propiciado por el tema video-juegos, destaca al incluir varias canciones de bandas punk de la época como los mentados "Fear", "Black Flag" o "Negative Trend". Entrañable.
Habiendo dejado el listón tan arriba, las historias que siguen lo iban a tener complicado. La primera, es decir, la tercera, narra los avatares de un cura que ha perdido la fe y decide pirarse de su iglesia. En la huída topará con una siniestra furgoneta negra que de malas maneras le impide avanzar. Inevitablemente recuerda a "El diablo sobre ruedas" o a "Asesino Invisible", pero a pequeña escala. Está maja.
Cierra el sarao una de rata gigante. La típica familia yankee estupenda comienza a sufrir los desmanes de un enorme roedor que vive oculto entre sus paredes. Hay que reconocer que mientras este no sale y únicamente somos testigos de las consecuencias de sus actos, la peli alcanza niveles de inquietud potables. Sin embargo, es asomar la rata e irse todo un poco a tomar por saco. Primero por la resolución narrativa y segundo por unos bastante penosos efectos visuales. Lástima.
Con todo, el producto se disfruta bastante, ni que sea por su variedad y por todo lo que implica, a nivel estético y formal, el estar hecho en la época que se hizo.
El reparto es una delicia: Emilio Estevez, Lance Henriksen, Richard Masur, Veronica Cartwright, William Sanderson y Albert Hague (uno de los profes de la serie "Fama").
Entre los especialistas localizamos a Byron Quisenberry, director de la infame "Sábado 14 / Scream" (probablemente el slasher más aburrido de la historia).
Los guiones corren a cargo de Christopher Crowe (su nombre va asociado a "Susurros en la oscuridad", "Saigón" o "El último mohicano") y Jeffrey Bloom (director de "Playa Sangrienta").
Dirige el veterano Joseph Sargent ("Pelham 1.2.3." o "Tiburón, la venganza").
Tras casi lograr reconducir las riendas de la franquicia "Hellraiser", Bustillo y Maury dan por fin su ansiado paso al cine Hollywoodiense con esta pre-cuela de la secuela del remake de "La matanza de Texas". ¿La adolescencia de "Cara de cuero"?, ¿y a quién demonios le importa?, ¿no han pensado que haciendo algo así se cepillan por completo la gracia del personaje?. La idea daba grima y, por desgracia, una vez vista puedo afirmar aquello de "¡cuánta razón tenía!".
"Leatherface" narra una especie de historia a lo "Bonnie and Clyde" con una panda de criminales jovenzuelos sembrando el terror en la norteamérica profunda. Uno de ellos, el que menos te esperas, y al que menos le pega, acabará convertido en "Leatherface". Asistir al proceso se supone que es parte de la coña. Y está contado de la manera más anodina. No hay suspense, no hay miedo, no hay inquietud. Bien rebañado en ese gore limpio y bonito tan típicamente mainstream y que era, por triste que suene, lo que justificaba la elección de sus directores. Al final, ni es todo lo truculenta que la pintan (de hecho, hay una escena de necrofilia tan desesperadamente transgresora que termina resultando incluso ridícula) ni consiguen que los devotos del género quedemos cegados ante las ingentes cantidades de líquido rojo. No nos vendemos tan fácilmente, amigos (tampoco deja de resultar irónico recordar que el film padre, el original de Tobe Hooper, lograba ser efectivo sin mostrar prácticamente ni una gota de sangre).
Mala y muy prescindible. "Leatherface" confirma lo poco recomendable que es seguir manoseando y mancillando a los clásicos modernos del cine fantástico. Que los dejen en paz de una puñetera vez. Únicamente logran empañar los curriculums de los grandes títulos (de terror o no) que pusieron color a nuestras adolescencias.
PESADILLAS : Originalmente concebida como serie de televisión, pero finalmente trasladada a la gran pantalla al considerarse "demasiado intensa", "Pesadillas" es una de aquellas películas que si no veías en los estantes de todos los video-clubs a los que acudías, es que no eran buenos video-clubs. Se trata de una antología compuesta por cuatro historias, sin ningún nexo de unión salvo pertenecer todas ellas al género que más nos gusta. La primera narra las desventuras de una mujer que sale de noche a por tabaco justo cuando un asesino muy peligroso ha escapado del sanatorio. La verdad es que es bastante sosita y el suspense no abunda tanto como se pretende, pero ni ofende ni molesta. En un momento dado me pareció ver en un papel muy fugaz, pero determinante, a Lee Ving, cantante del famoso grupo punk-pose "Fear" y actor ocasional. Intentaba aún discernir al respecto cuando comienza la segunda historia y, ¿qué es lo que se oye en la banda sonora?, ¡una canción de "Fear"!. ¿Casualidad?, pues no, porque efectivamente Ving era el tipo al que creía haber visto escasos minutos antes.
Dicha canción da inicio a la mejor historia del pack. En ella, un punkito aficionado a las máquinas recreativas, y que es todo un experto en lo suyo, vive obsesionado con superar el último nivel de un juego. Ello le llevará a colarse una noche en el salón donde está la máquina y conseguirlo... lo que no se espera son las temibles consecuencias. Este capítulo, además del halo nostálgico propiciado por el tema video-juegos, destaca al incluir varias canciones de bandas punk de la época como los mentados "Fear", "Black Flag" o "Negative Trend". Entrañable.
Habiendo dejado el listón tan arriba, las historias que siguen lo iban a tener complicado. La primera, es decir, la tercera, narra los avatares de un cura que ha perdido la fe y decide pirarse de su iglesia. En la huída topará con una siniestra furgoneta negra que de malas maneras le impide avanzar. Inevitablemente recuerda a "El diablo sobre ruedas" o a "Asesino Invisible", pero a pequeña escala. Está maja.
Cierra el sarao una de rata gigante. La típica familia yankee estupenda comienza a sufrir los desmanes de un enorme roedor que vive oculto entre sus paredes. Hay que reconocer que mientras este no sale y únicamente somos testigos de las consecuencias de sus actos, la peli alcanza niveles de inquietud potables. Sin embargo, es asomar la rata e irse todo un poco a tomar por saco. Primero por la resolución narrativa y segundo por unos bastante penosos efectos visuales. Lástima.
Con todo, el producto se disfruta bastante, ni que sea por su variedad y por todo lo que implica, a nivel estético y formal, el estar hecho en la época que se hizo.
El reparto es una delicia: Emilio Estevez, Lance Henriksen, Richard Masur, Veronica Cartwright, William Sanderson y Albert Hague (uno de los profes de la serie "Fama").
Entre los especialistas localizamos a Byron Quisenberry, director de la infame "Sábado 14 / Scream" (probablemente el slasher más aburrido de la historia).
Los guiones corren a cargo de Christopher Crowe (su nombre va asociado a "Susurros en la oscuridad", "Saigón" o "El último mohicano") y Jeffrey Bloom (director de "Playa Sangrienta").
Dirige el veterano Joseph Sargent ("Pelham 1.2.3." o "Tiburón, la venganza").
Naxo Fiol
viernes, 8 de febrero de 2019
HOT & SAUCY PIZZA GIRLS
El porno americano de los años 70 tenía la cualidad de, con
un presupuesto no mucho mayor que el de cualquier película sexploitation, o
cualquier sex comedy de su tiempo, ofrecernos una película alternativa al mismo
tiempo que nos ofrece las consabidas escenas de sexo explicito. Así, si “Tras
la puerta verde” era la apuesta que el cine pornográfico ofrecía a las
tendencias más vanguardistas por parte de los populares hermanos Mitchell, “Garganta
profunda” sería una sex comedy en toda regla. Cito estas dos por tratarse de títulos
míticos dentro del cine porno, pero lo cierto es que en aquella época, había
porno buscando sus argumentos dentro de thrillers, dramas u otros géneros del
cine convencional. Sin embargo la comedia es algo que siempre ha casado bien con
el porno. Ahí tenemos los escarceos cómico-pornográficos de nuestro Jess Franco
En ese sentido, el porno americano setentero está cuajado de
títulos cómicos.
“Hot & Saucy Pizza girls”, se merece un lugar de honor
por derecho propio en el olimpo del porno divertido, porque a fin de cuentas,
no deja de ser como una producción de la Crown International Pictures con el
aliciente de que las despampanantes chicas que dan título a la cinta aparecen
follando, amén tomar como ejemplo la cantidad de títulos raunchy que por aquél
entonces pululaban por las carteleras de cualquier cine de segunda. Por lo
demás, es la típica comedieta picantona de
trama idiota y funcional entretenimiento, que estéticamente sirve al Tarantino
de turno para inspirarse en la forma de ser y vestir de las musas de sus
películas.
En este caso la comedia que ofrece es tonta pero
curiosamente resultona y divertida y ocurre, al contrario que con el porno de
otras décadas, que aquí damos al avance rápido en las escenas explícitas, y nos
ponemos a ver las de transición, al contrario que con el porno posterior, mucho
más centrado en el folleteo que en otra cosa. El de los 70, no deja de ser cine
en ningún momento, algo que hoy por hoy ha dejado de ser.
En “Hot & Saucy Pizza girls”, el gerente de una pizzería
tiene una plantilla de guapas adolescentes que servirán pizzas a domicilio en
patinete. Después de contratar a una nueva chica (y follarsela), le explicará
en que consiste el trabajo de las repartidoras, en el cual tendrán que repartir
las pizzas y darles un servicio sexual a los clientes, así, si una clienta pide
“pimiento”, esa palabra servirá de consigna para saber que si un cliente lo
pide, tendrá que ser apremiado con una felación.
Por otro lado, tenemos una bizarra subtrama, en la que una
gallina gigante que nunca vemos en pantalla ¡viola a una de las repartidoras! por
lo que el detective Blackie, que siempre va de negro, iniciará una
investigación que le servirá para pasarse por la piedra a la más cachonda de
las pizza girls, Desireé Cousteau, actriz de sugerentes curvas y estrellato
mediano que tras una intentona de pasarse al cine convencional de serie B
con “La cárcel caliente”, el debut como director de Jonathan Demme, acabó su
carrera en el porno marcada de por vida, sin despuntar demasiado tan siquiera
en el género con el que hizo carrera.
Que este engendro fílmico destinado a que asquerosos y
purulentos hombres desperados se pajéen en cines X de sesión continua acabe
siendo más divertido que otros títulos al uso del subgénero cómico al que la
adscribimos —la sex comedy—, es para, desde luego, relativizar todo. “Hot &
Saucy Pizza Girls”, con su aspecto barato y pobretón, es francamente un
producto alegre, desenfadado y gracioso, al margen de lo cachondos que podamos,
o no, ponernos.
El curioso casting que realizó la producción para
seleccionar a las actrices, no consistía únicamente en la elección de estas por
sus atributos actorales, físicos o feladores, sino que se hizo especial
hincapié en que tenían que defenderse medianamente bien con la tabla de skate
board, ya que en el film deberían ser filmadas patinando casi el mismo número
de veces que tenían que ser filmadas follando. Las más torpes, debieron
aprender a marchas forzadas.
Como venía siendo habitual en el porno de la época, y al
igual que “Garganta profunda”, la que nos ocupa es una película financiada por
la mafia. En esta ocasión, el dinero vino por parte de una familia que operaba
en Chicago.
Uno de los mafiosos inversores se empeñó en asistir al
rodaje cada día, por lo que participaba activamente en las decisiones del
director, Bob Chinn, que no le replicaba poseedor de dos dedos de frente y
cautela, no así el protagonista, John Holmes (poseedor del falo más grande del
cine porno de los 70 ostentando 35 centímetros de polla), que increpaba al
inversor diciéndole que no se metiera en su trabajo. El inversor hacía oídos
sordos a las peticiones de Holmes.
Asimismo Holmes, el último día de rodaje, prendió fuego
accidentalmente el decorado que representaba la pizzería donde se ubica la
acción. Pero a John Holmes le faltaba medio tornillo, y puede que esa fuera la
reacción a las desavenencias con los inversores, y tanto intrusismo y voyeurismo
en el plató. Intuyéndolo así el mafioso de Chicago, amenazó a Holmes con
partirle las piernas.
Bob Chinn, director de la cinta, era un estudiante de la
escuela de cine de UCLA de la promoción del 66, que como estudioso y consumidor
del porno primigenio ahondó en el tema rodando el documental “The history of
pornography”. Tras graduarse, el paso natural era dirigir cine para adultos
siendo el responsable de diversos loops de corte amateur hasta, poco a poco,
meterse de lleno en la industria llegando a tener gran éxito en la misma. Dirigiendo varios títulos para
lucimiento de John Holmes, “Hot & Saucy Pizza Girls” es de sus películas
más celebres.
El impacto popular de esta cinta ha sido tan grande, que
incluso la pizzería-museo Pizza Brain, sita en Filadelfia, y que cuenta con la
exposición de memorabilia y objetos de colección relacionados con la pizza más
grande del mundo, cuenta con una copia de la película en sus vitrinas.
Curiosa. Y entretenida.
Victor Olid
lunes, 4 de febrero de 2019
ADIOS, CIGÜEÑA, ADIOS
“Adiós, cigüeña, adiós” es uno de los grandes éxitos de
Manuel Summers, un film que visto hoy resulta del todo entrañable y que aunque
se reseñe por ahí la osadía que tuvo el director al tocar un tema tan peliagudo
como es la sexualidad adolescente con Franco vivo, lo cierto es que,
paradójicamente, la sociedad española en
temas sexuales —no siendo explícitos— no era tan pacata como lo pueda ser hoy
en día.
Entonces, “Adiós, cigüeña, adiós”, nos cuenta la historia de
un grupo de niños y de las picardías sexuales que cometen en su día a día, como
es habitual en la filmografía de Summers de aquellos años, para pronto
centrarse la historia en dos de ellos, un muchacho de 15 años y una chica de
13, que se enamoran. En consecuencia y en una relación sexual que, prácticamente,
resulta una violación en toda regla —la muchacha todo el tiempo le dice al muchacho que por favor no la penetre, a lo
que este hace caso omiso—, ella queda embarazada. Así, y para evitar que sus
padres se enteren de ese temprano embarazo, con la ayuda de los amigos de su
entorno, vivirán esa preñez en clandestinidad.
Con un reparto donde predominan las niñas guapas y los
chavales más feos que se puedan ver en el cine (¡como le gustaba a Summers
hacer películas con niños feos!), Summers se desenvuelve como pez en el agua en
lo que a sexualidad infantil y adolescente se refiere, haciendo de su
filmografía casi una temática exclusiva. Rara es la película de Summers que no
trata la sexualidad entre menores o la nostalgia, o como pasaba en “Me hacefalta un bigote”, las dos cosas juntas. Y es que con fama de sensacionalista
—en USA sus películas tuvieron gran éxito en los circuitos Grindhouse— en
realidad, si en sus películas hay sordidez, lo cierto es que esta no se alejaba
en absoluto de la que tenía lugar entre los infantes en la vida real, ya sean
las pajas colectivas, ya sea, como ocurre aquí, los embarazos antes de tiempo.
Como niño de los setenta, no me despeino al decir que la sexualidad que refleja
Summers en sus películas, es la sexualidad que yo pude vivir siendo un niño.
Totalmente verídica. Al margen de eso, cabe destacar en “Adiós, cigüeña,
adiós”, la fluidez de la narración, la agilidad de los acontecimientos y el
buen hacer de Summers en todos los sentidos. Al final, las películas de Summers
de esta época, además de clásicos, son el verdadero reflejo de la sociedad de
aquellos días.
“Adiós, cigüeña, adiós” se tiró en cartelera más de un año,
cosa habitual en la filmografía de Summers, y la vieron más de tres millones de
españoles, aunque en otros lugares, como Latinoamérica, el éxito de esta
película fue aún mayor superando en número de espectadores otros grandes
títulos del mainstream internacional.
Tal fue el éxito, y como la trama no estaba cerrada del
todo, que se rodó después una secuela, “El niño es nuestro” de la que les
hablaré en otro momento.
A destacar, siempre, la presencia de Currito Summers, el
niño pelirrojo y espabilado de la película, el alma de la fiesta en cualquiera
de las películas de su tío, que nos dejó prematuramente hace un par de años. Un
actor que a mí me gusta mucho, tanto de niño, como de adulto.
Victor Olid
viernes, 1 de febrero de 2019
REGRESO AL LAGO AZUL
Ninguna razón de ser tenía, en los albores de los 90 una
secuela de “El lago azul”. Y menos una película tan mediocre como esta, tan
falta de imaginación, que aún comenzando dónde acababa su predecesora, se toma
la licencia de cambiarle el final a aquella tomando al espectador por lelo.
Así, (spoiler) A pesar de que en “El lago azul” papá Atkins, mamá Shields y el
bebito de ambos toman unas vayas venenosas que les harán pasar a mejor vida (o
puede que solo duerman) a bordo de una barquita a la vez que son descubiertos
por el barco dónde viaja el padre de él, aquí, el barco que les encuentra es
otro, los pasajeros también son otros, y el bebito, logra sobrevivir (fin del
spoiler).
La excusa para que este sinsentido que es “Regreso al lago
azul” cobre forma es que el barco que rescata al bebé va infectado de cólera,
por lo que pondrán a este, junto con una joven madre y su hija, también bebé,
en un bote que les llevará a la isla de dónde viene el pequeñín. A partir de
ahí, se repiten todos y cada uno de las situaciones míticas de la primera parte,
repitiendo escenas —descenso por el tobogán natural incluido— en una especie de
secuela/pseudo-remake que causa vergüenza ajena. Para darle sal, sobre el final
de la cinta, llega un barco a la isla con los que la nueva parejita tendrá
algún que otro problema.
Todo esto pasado por la turmix noventera, esto es, todo el
morbo sexual adolescente de la primera desaparece, ellos ya no van desnudos y, por supuesto, nada de falos al aire cortando
el viento o meciéndose en el agua como aleta de tiburón.
Un desastre de proporciones épicas en la que debe ser una de
las secuelas menos afortunadas de la historia del cine. Amén de los cardaditos
a lo Bon Jovi, bien peinadito con secador que se gasta el prota, el amigo Brian
Krause, o las cejas depiladas y los kilos de maquillaje que me lleva una
jovencísima Milla Jovovic.
Por otro lado, además de críticas espantosas, fue un fracaso
de taquilla en todo el mundo que costó 11 millones de dólares y no llegó a
recaudar ni tan siquiera 3, fue nominada a una ristra de Razzies y Milla
Jovovic, que tenía 15 años cuando la rodó,
dice que es la peor película en la que ha intervenido en su vida.
Asimismo, y como todo fiasco tornado comedia involuntaria, los fans rinden
culto a tamaña mierda en los Estados
Unidos, aunque en esta ocasión el número de fans sea, más bien, minoritario.
Dirigió el bodrio un artesano de la televisión, William A.
Graham, que hizo un paréntesis en su medio para irse a las islas Fiji a rodar
esta piece of shit.
Tan mala, pero tan mala, tan mala, tan mala, que ni tan
siquiera se la recuerda.
Victor Olid